POR MARCO A. HIERRO
Victoriano del Río, con los dos emblemas de la casa, y Juan Pedro Domecq eran los hierros elegidos
para el gran día de Nimes, la tarde en la que un novillero, Andrés Roca Rey, se
hacía matador de toros tras toda una vida esperando este momento. Lo hacía
acompañado de un figurón como Enrique Ponce y un torero importantísimo en
Francia como Juan Bautista. A las cinco y media, Roca Rey trenzaba el paseíllo
desmonterado en el Coliseo nimeño y diez minutos más tarde, Ponce le entregaba
lo que sería toda una vida entregada a la tauromaquia.
Con una ovación recibió el Coliseo al toricantano, que se doctoró con Pocosol, de Victoriano del Río, número 9 y de 509 kilos de peso. Obediente y repetidor fue el animal en el percal, con el que dejó Roca Rey un garboso saludo por delantales. Con quietud quitó por tafalleras y gaoneras, cambiando de unas a otras con un afarolado, brillante con el capote Andrés. Variado en el inicio muletero anduvo el chaval, con un inicio por delante y por detrás, uno de pecho por dentro y una seguridad pasmosa delante de la cara. Tuvo fijeza y clase el de Victoriano, que humilló y embistió con voluntad a la muleta mandona que siempre le puso Andrés a dos palmos del suelo. Molestó el viento en muchas fases, pero no tanto como para no verle las virtudes al peruano, que exigió y templó con solidez la gran embestida. Tiró la espada para ejecutar las luquecinas y una estocada baja dejó el premio en oreja.
Al segundo le faltó ritmo en el capote de Ponce, que anduvo fácil para sacarle los brazos y pasarle el celo al de Toros de Cortés. Aprovechó Bautista para dejar un solvente quite por chicuelinas a la salida del penco. Tuvo largura el animal, pero no fue fácil cogerle la distancia a un toro con el ritmo muy escaso que no terminaba de meterse en la tela. Se encoraginó Ponce con el costoso animal mientras sonaba Gabriel’s Oboe, el tema principal de la película La Misión, obra de Ennio Morricone. Y le respondió a la entrega el burraco a Ponce, que se la presentó muy plana y por abajo para hacerse el dueño de su poca gana de embestir. Le encadenó los cicrculares en el final para reinar sobre la embestida hasta terminar con un cambio de mano sencillamente magistral. Le dejó una estocada corta el valenciano llevándose un pitonazo en el muslo y una oreja.
Con una larga de rodillas en el tercio saludó Juan Bautista al tercero, más altón, más zancudo y más basto que sus hermanos, al que le varió con chicuelinas las verónicas del recibo. Fue poco el castigo en varas, midiendo los dos puyazos mucho. Tuvo que desistir Juan, sin embargo, de ejecutar el cite por el escaso ritmo del animal. Y tuvo franqueza en la muleta, donde sin terminar de humillar repitió con son y con transmisión. Supo coserle Bautista la arrancada al trapo, y fomentarle el celo hasta que llegó la tanda maciza con la mano derecha, vertical en la figura, desmayado en el trazo y profundo al vaciar. Muy metido en la obra el francés, vio cómo le costaba más al animal tomarla al natural y volvió a la diestra, volvió a asentarse y a interpretar con convicción mientras se acababa el de Toros de Cortés. Fue entre pitones el final, entonces, antes de dejar un pinchazo hondo recibiendo y descabellar con certeza para pasear una oreja.
Con una rotura de fibras en el abductor salió Enrique Ponce a torear al castaño cuarto, de Juan Pedro Domecq, con visibles muestras de dolor en su pierna derecha y muy mermado para la lidia. Dos veces se arrancó con alegría y fijeza el toro al penco. Cojo perdido le dejó en el inicio al juampedro tres muletazos de total empaque antes de volver a dolerse por la exigencia de estar delante de un toro. Aún así, supo perderle los pasos a la pata coja y templarle muy despacio la embestida con quietud en el embroque. Y supo arrancarle las tandas, dejarle el trapo en la cara y tirar con solvencia de la embestida que no terminaba de entregarse. El viento jugó también malas pasadas, dejando al torero descubierto. Compuso mucho un Ponce esforzado y profesional que dejó muletazos muy estimables con la mano diestra. Incluso sonó un aviso y continuó toreando muy despacio hasta pegarle un estoconazo levantando a la plaza sobre el segundo aviso para cortarle las dos orejas.
Con verónicas de rodillas quiso recibir Bautista al quinto, de Juan Pedro, que salió desentendido en los percales hasta que se fue el francés a por él para dejarle el percal muy en la cara, evitando que se fuese. Quitó Roca Rey con chicuelinas, tafalleras, una cordobina y una revolera para rematar garbosamente la embestida humillada y larga. Con gallosinas que se quedaron en gaoneras respondió vistoso Juan Bautista, que decidió poner banderillas al animal con más solvencia que brillantez. De rodillas comenzó el trasteo, pasando por ambos pitnoes la embestida y sacándolo a los medios antes de rematar, ya de pie. Un tejón era el bravo animal, y tuvo la virtud Bautista de verlo y el defecto de quedarse demasiado encima, lo que le deslució la serie al natural hasta que le cogió el aire con la diestra. Pero fue la impresión de duda tras cuajar una gran tanda, porque intentó citar de tres formas distintas sin romper de ninguna. Intermitente una faena que remató con una estocada recibiendo hasta las cintas y de fulminantes efectos que le puso en la mano las dos orejas.
El capote a la espalda se echó Roca Rey a las primeras de cambio para pegarle gaoneras de salida, echarse de rodillas para rematar con una larga cambiada y dejar aún una revolera y una brionesa y poner el Coliseo boca abajo. Se lastimó una mano el animal y su visible cojera provocó su devolución. De Victoriano del Río era el sobrero, que repitió muy en corto en las verónicas que convirtió con inteligencia en Chicuelinas Roca Rey, para rematar con media y serpentina, muy solvente ante la encendida revuelta del animal. Lo midió mucho en el caballo, a donde llegó el toro con más ímpetu que fuerza. Resultó desarmado al intentar las zapopinas porque se desplazaba el animal, pero sólo cuando iba embebido en el vuelo en la buena brega de Iván García. Fue de esfuerzo y de valor la faena del peruano con el áspero animal probando cada arrancada y revolviéndose muy en corto anunciando el hule fácil. Firme y asentado el torero con la reposición remontona, le plantó cara sin arrugarse lo más mínimo hasta resultar prendido y llevarse una voltereta con mucha saña. Lo reventó de una estocada y paseó una oreja de muchos bemoles.
FICHA DEL FESTEJO
Coliseo de Nimes. Cuarta de la Feria de la Vendimia. Corrida de
toros.
Toros de Victoriano del
Río (1 y 6 bis), Toros de Cortés (2 y 3) y Juan Pedro Domecq (4, 5 y 6). De gran calidad, repetición y celo el buen primero; costoso y protestón el burraco segundo; de buena condición y gran fijeza el tercero; con calidad a más el castaño cuarto; bravo y emotivo el humillador y buen quinto; devuelto el sexto por lastimarse una mano; reponedor y sañudo el áspero sexto bis.
Enrique
Ponce (gris perla y oro), oreja y dos orejas tras dos avisos.
Juan
Bautista (azul noche y plata), oreja tras aviso y dos orejas tras aviso.
Andrés
Roca Rey (palo de rosa y oro), que tomaba la alternativa, oreja y oreja.
FOTOGALERÍA Y VÍDEO: EMILIO MÉNDEZ