MADRID

Dos toreros y tres ‘valdellanes’


domingo 9 septiembre, 2018

Los nervios le arrebatan a Escribano la Puerta Grande con un Robleño excelso y un Venegas ausente en el triunfo de Valdellán.

Los nervios le arrebatan a Escribano la Puerta Grande con un Robleño excelso y un Venegas ausente en el triunfo de Valdellán.

resumen 9 de septiembre 2018 from Plaza de Toros de Las Ventas on Vimeo.

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: PLAZA 1

Un desafío ganadero entre los hierros de Saltillo y Valdellán era el que se lidiaba este domingo en la plaza de toros de Las Ventas. Fernando Robleño, José Carlos Venegas y Cristian Escribano hacían el paseíllo.

El hierro de Saltillo lucía el Ruidón que hizo primero, toro de la confirmación de Cristian Escribano. Toro bajo, reunido y armónico, mejor hecho que los que salieron en San Isidro y con brío para recargar en una vara larguísima, como si no recordarse el picador que esto era una concurso. Hasta el caballo de la puerta lo dejaron llegar después para recibir otro picotazo y salir desentendido del quite fallido de Robleño. Se pensó mucho la arrancada en la distancia corta en la tercera vara, donde cabeceó con genio. Tuvo ímpetu y pies para venirse ligerito en banderillas, donde Ángel Otero le sopló dos pares de gran verdad para saludar montera en mano. Pronto empezó a medir y a amenazar con irse por dentro el cárdeno, que sin embargo luego obedeció al toque fuerte y firme de un Escribano de buen oficio y técnica bien aprendida. Vino siempre mejor que se fue el de Saltillo, sobre todo por el pitón izquierdo, por donde se mostró pegajoso y con la entrega siempre muy escasa. Sí la tuvo Escribano, que extrajo con la mano derecha los muletazos que había y lo sentó de un sopapo magnífico por el que recibió una ovación en la muerte espectacular del toro. Una oreja se llevó como premio a su labor. 

También de Saltillo era el segundo, un animal altiricón, agalgado y esmirriadete que saltó al callejón nada más que pisó la arena y luego le puso el freno de mano a Robleño para embestir en el capote. Por abajo lo bregó el madrileño, poniendo cuidado en colocarlo al caballo mientras le regalaba gañafones por encima de la esclavina. Medido en la primera vara de Javier González, no tuvo ni pizca de entrega. Más largo en la segunda, en la que arrancó de mentira para ronear bajo el peto. De torero veterano fue el inicio de Fernando, de doblones que rompen la voluntad sin romper el cuerpo, de colocación que pisa el terreno de la verdad sin chaladuras de novato y de muleta paciente que va construyendo el viaje corto para terminar ligando una serie. Y recogiendo la ovación. A más en la ofensiva Fernando cuando más comenzó a acusar la defensa el de Saltillo, al que consistió Robleño como dando por bueno que aquella era la mejor arrancada que iba a conseguir, entrando y saliendo de la trayectoria que quería imponer. Pero lo pinchó el menudo torero, y la estocada fulminante que consiguió después sólo dio para una ovación que no saludó. 

Tercero salió el último Saltillo previsto para la tarde, un toro muy justo de presencia para Las Ventas que se frenó en el capote de Venegas, pero humilló y colocó la cara en las seis medias verónicas que deletreó Venegas con brillantez y bien creadas por el tendido. Pero fue criminal la primera vara, al relance y sin vigilar la liturgia de una corrida concurso. Más largo lo colocó el jiennense en el segundo encuentro, donde sacó alegría el animal para que lo volvieran a masacrar en el jaco. Mucha suavidad tuvieron las verónicas del quite de Robleño, pero salió el toro de nuevo camino del peto para que le volvieran a dar, ante el disgusto del tendido con el picador. No me permitió el sector del 7 a Venegas que brindas al público, como era su intención, aunque luego se coreasen los muletazos de buen trazo a la embestida docilona de carretón del Saltillo, almibarado hasta la saciedad. Ligó las series Venegas, pero no terminó de borrar la rémora en el tendido porque embistiera con tanta miel el Saltillo que empalagaba. Trasera cayó la espada, sonó un aviso y en silencio se perdió la labor de José Carlos. 

Con el cuarto y sus seis quintales llegaba el turno de Valdellán, que echó un precioso girón, impecable de lámina y presencia, que tuvo el freno fácil, sin embargo, en el saludo de capa de Robleño. En la media distancia comenzó colocando Fernando al animal, que llegó con todo al peto, pero empujó sobre las manos. Mejor en el segundo encuentro, en el que llegó para embestir al jaco, sin rones ni regates. También en el tercero, donde menguó su fuelle, pero no su intención. Y no fue nada fácil el animal en la muleta, porque cuando menos lo esperabas, cuando te ibas a confiar, te tiraba un gañafón con diana en el pescuezo. Había que limar esquirlas en la forma de embestir y buscar la profundidad que se atisbaba en el fondo del animal. Lo consintió Fernando hasta que logró que se viniese con entrega para ejecutar el toreo vertical primero, desmayado después, abandonado por fin al final del muletazo tras la cadera, con los pies enterrados y el alma saliendo por la boca. La plaza entregada a Robleño. Todo el tendido empujaba el pomo del estoque cuando pinchó en primera instancia. Pero enterró el acero a la segunda, y tuvo margen para pasear una oreja. 

Negro, apretado y serio era el Valdellán quinto, de cuerno curvo y ovación de salida, impresionante de pechos y de trana, toro por todas partes. Le costó humillar, sin embargo, por su alzada, y tuvo el viaje muy corto en el capote de Venegas, que lo colocó muy largo al caballo en primera instancia para que acudiera el toro con la cara arriba al sentir el hierro, con el que le dieron en exceso. Mejor en el segundo encuentro, en el que se arrancó con alegría y llegó abajo para empujar. En el tercero llegó a su altura y la entrega fue mínima. Fue más la de un Venegas picado que trató siempre de buscarle la arrancada a un toro que le pidió serenidad en ocasiones a la sobrerevolución del jiennense. Porque también este tuvo fondo en su media humillación, pero no llegó la profundidad por la ligereza en ocasiones de los muletazos de José Carlos. Y esa liviandad terminó por impaciente al tendido. Se tiró a matar encunándose y pinchó. Media estocada logró en el segundo intento. Silencio tras aviso.

También el Valdellán que cerró plaza, más feo y menos toro que sus hermanos, dentro de la corrección de presencia, fue aplaudido de salida, justo antes de que le soplase Cristian Escribano una larga cambiada de rodillas en el tercio y media docena de delantales sin enmendar la posición, para terminar ganando el paso hasta los medios y dejar allí el broche de la media. Brillante el manchego, que dejó en la distancia al animal para que llegase al caballo más vulgarón que sus hermanos. Más alegría tuvo en el segundo puyazo, más medido. Se le quedaba a Robleño dentro un quite de dulce a la verónica, y la media de remate para llevarse una postrera ovación. Brillante fue también la actuación de Raúl Cervantes con los palos, tras la que fue obligado a saludar. Siempre adelante se fue Cristian con el toro, lastrado a veces por la pura gana de abrir el portón. Porque enseñó pronto la movilidad y las ganas de embestir del de Valdellán, que no era fácil por su incansable forma de acudir. Ligó Escribano cuando encontró la distancia, y entonces estalló la plaza, pero no fue siempre y los buenos pasajes se mezclaron con otros más apelotonados y esos altibajos lo dejaron sin premio. Pero marró repetidamente el manchego con la espada y en ovación tras aviso quedó el premio. 

Al finalizar el festejo los dos mayorales, de Saltillo y de Valdellán, fueroon obligados a saludar.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Primera corrida en desafío ganadero del mes de septiembre. Unas 7.044 personas. 

Tres toros de Saltillo y tres de Valdellán, obediente y de movilidad sin entrega el pegajoso primero, aplaudido; mansurrón y defensivo el segundo de corto viaje; un carretón de almibarada y noblona  embestida el docilón tercero; áspero con fondo de entrega y profundidad el buen girón cuarto; exigente pero embestidor el serio quinto, aplaudido; de franca e incansable embestida pero exigente el buen sexto. 

Fernando Robleño, ovación y oreja. 

José Carlos Venegas, pitos y silencio tras aviso. 

Cristian Escribano, que confirmaba alternativa, oreja y silencio tras aviso.