TEXTO: JUAN GUILLERMO PALACIO / FOTOGALERÍA: DIEGO ALAIS
El cartel más fuerte de la temporada colombiana –Ponce, Ureña y Castilla con toros de Gutiérrez- paso en vano en la primera corrida, segundo festejo de la Feria de Cali. Un tercio de entrada, estirado si se quiere a media plaza sin llegar hasta allá que debe tener al empresario pegado de la calculadora.
Enrique no es tirón de taquilla en la Sultana. Esta ciudad y él tienen personalidades diferentes. A Cali le gustan las emociones fuertes, bailar el Jala Jala, canción descarga de salsa del puertorriqueño Richy Ray, y el valenciano, en cambio, es vals.
Y Ureña es un torero cuya dramaturgia se inspira en epopeyas, en luchas titánicas ante serpientes que se lo quieren tragar, en las que exhibe su rostro de víctima, de virgen dolorosa, de niño bueno acechado por el peligro, de las que sobrevive por cortesía de los dioses y solo al final resulta victorioso. Los toros de Gutiérrez, ni siquiera engordados, no son el antagonista para ese tipo de función.
En cambio, Juan de Castilla es bailar Jala Jala a 77 revoluciones por minuto, tauromaquia de la supervivencia, metelona, barrial, que se ejecuta igual ante los temibles Mondoñedos, o, como esta vez, con los apetecidos gutierritos, pequeños, como los platos costosos.
Juan se llevó el lote, los únicos que tuvieron motor y transmisión. Los aprovechó ligando muletazos y series viscerales, hambrientas, honestas, que es como se debe bailar el Jala Jala. Por eso llevó emoción a los tendidos, más que las dos figuras que lo acompañaban en el cartel. Por eso pudo haber salido triunfador, cargado en hombros y vitoreado por los blancos vallecaucanos, si hubiese tenido más calma y mejor suerte con el filo del acero. A ambos los pinchó, al primero aplomado en el tercio, y al último, un buen toro al que le alargó la faena, pues cayó en la trampa de una petición de indulto fiestera, solicitada hasta por los músicos de la plaza, en éxtasis de feria de pueblo.
Se salvan también los esporádicos retorcijones de Paco Ureña, llenos de magia muda, imposibles de pasar desapercibidos, incluso para esta Cali pachanguera; aunque insuficientes para construir una obra sólida, dada la pasividad, la mansedumbre y la simplonería de su lote.
Y la actitud de Enrique ante el cuarto, embistiendo él por el toro, inventando invertidos y poncinas que alegraron, pero que también fueron insuficientes. Más que un mérito era su deber. Bailó salsa romántica, comercial, en tierra de descargas, donde la percusión y las trompetas extravagantes reinan. Cortó la única oreja, el premio de consolación. En los bailes en Cali, Enrique, hay que bailar con todas (las ganaderías).
A las 7 y 13, tres horas después terminó el festejo. Las orquestas ya estaban probando sus instrumentos en las tarimas afuera de la plaza. El pueblo caleño solo quería bailar salsa, su leit motiv.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Cañaveralejo, Cali. Primera corrida, 27 de diciembre de 2019. Un tercio de plaza tirando a media.
Se lidiaron siete toros de Ernesto Gutiérrez, pues el tercero fue devuelto. Fuera de tipo, disparejos, con exceso de kilos. Mansos, con poca transmisión, salvo tercero y sexto que fueron aplaudidos.
Enrique Ponce: saludo y oreja.
Paco Ureña, silencio en ambos.
Juan de Castilla, vuelta tras leve petición y palmas.
Esta noche se lleva a cabo el festival, noche de vírgenes y luz de velas. La oportunidad para que el empresario salga del saldo rojo y cuadre caja, como se lo merece. Se lidiarán novillos de Ernesto González Caicedo para Enrique Ponce, Sebastián Castella, Luis Bolívar, Paco Ureña, Emilio de Justo y Luis David Adame.