MARCO A. HIERRO / FOTOS Y VÍDEO: EMILIO MÉNDEZ
Llegaba a la Monumental Plaza de toros México la primera corrida de su Temporada Grande Internacional, en la que dos figurones como Julián López “El Juli” y Joselito Adame, con lo que significan para el Coso de Insurgentes, hacían el paseíllo en el Embudo. Se lidiaban toros con el hierro de Teófilo Gómez. Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio por Miguel Espinosa, 'Armillita Chico'.
El primer cárdeno de la tarde tuvo caja y alzada, pese a ser Saltillo, y el perfil escaso y pitorro propio de esta sangre, pero también la voluntad de embestir, que contrastaba con la falta de boyantía en la fuerza que hizo a Juli medirlo mucho en varas. A su padrino de confirmación fallecido fue el brindis sentido, antes de cambiarle los terrenos a un animal que soltaba la cara con profusión en los primeros compases. Muy pronto encontró la senda de la zurda, con la que alcanzó muy deprisa el pulso requerido por la desclasada pero rítmica embestida. Alargó recorrido con el trapo, alcanzó con el muñecazo final un tranco más en los trazos y sometió desde el principio la condición del cárdeno. Le conquistó el terreno con seguridad, lo mató de una estocada trasera y paseó la primera oreja de la Temporada Grande mexicana.
El girón segundo tuvo la movilidad muy acusada en el capote de Joselito Adame, donde no tuvo, sin embargo, reposo en la embestida ni temple. Mucho rato estuvo en el peto del caballo, gastándose más de la cuenta. Muy torero le caminó en el inicio de faena, pero ya se vio allí la falta de raza de un animal que nunca terminó de entregarse ni de rebozar una embestida. Media altura desclasada pero docilona que el mexicano supo transformar en material para derechazos. A más en la intensidad, fue limpiando José la embestida a diestras y siniestras para que terminase humillando el girón. Tanto que llegó una serie diestra de seis muletazos y el de pecho con el animal siguiendo el trapo con el que encelaba Adame con la máxima precisión en tiempo y toques. Quiso repetir después la exigencia y el trazo, pero ya no era lo mismo el viaje del animal y el muletazo retrasado no lució lo mismo, pese al gesto técnico para solucionar. Trasera y tendida quedó la estocada, pero fue suficiente para tocar pelo, aunque lo perdiese después manejando el descabello defectuosamente. Silencio.
Menos toro que el primero era el tercero de corrida, que tuvo docilidad en el percal que manejó El Juli con seguridad y suavidad en las ver´nicas, con larga estética y templada de remate. Chicuelinas de mano muy baja ejecutó Julián a modo de quite para comprobar que estaba picado el toro. Supo leer de maravilla el madrileño las circunstancias de la plaza y de la tarde y por eso aplicó pausa y distancia al animal de Teófilo, que no tenía transmisión, pero sí nobleza, que fue lo que utilizó para echar la mano abajo en accesorios pero vistosos molinetes atrincherados. Fue el preludio del toreo lento, parsimonioso, tremendamente relajado que surgió de un natural templado que viajó hasta el infinito. Allí lo vio Julián, que exprimió la embestida pastueña y hasta profunda con el pulso adecuado que le propuso el madrileño. Sublimes fueron los cambios de mano, adictivos para un Julián transmutado que disfrutó plenamente la faena al de Teófilo. Pero lo pinchó en varias ocasiones y no hubo premio para la primera obra maestra de la Temporada Grande de esta campaña. Vuelta al ruedo.
Al cuarto le faltaron entrega, ritmo y fijeza para quedarse en el capote de un Joselito Adame que quedó inédito en el saludo al segundo de su lote. Por eso se echó el capote a la espalda tras el puyazo para quitar por vistosas caleserinas. Fulgurante quiso José que fuera el inicio, de rodillas y pegado a tablas, agarrado al lomo del callejón para no conceder ni un metro de arena al animal, que llegaba cansino y adormilado, incierto por su falta de brío. Sacó el gusto Joselitom para torear, para dejarle trapo con tersura a un animal sin empuje que mantenía la acometida cuando se quedaba en la media humillación docilona. Sí se entregó el mexicano, que buscó siempre la colocación y el muletz hondo, que llegó en ocasiones entre su máxima disposición. Pero la espada volvió a marrar y a dictar su ley para obtener un silencio.
El quinto fue un castaño cabezón y paletón que no mantuvo en la totalidad del viaje la humillación con que llegaba al embroque con el capote de El Juli, que llegó de nuevo al corazón del tendido repleto con un quite por navarras. Desgraciadamente, el animal no tuvo ni uno ya en la faena de muleta, en la que poco a poco fue transmutádonse en una cocina sin jardín y en espacio abierto. Porfió mucho Julián, pero consiguió poco más que la necesidad de un tendido a favor. Silencio.
El salinero que hizo sexto lució un morrillo prominente y una caja amplia tras el perfil escaso coronando la ojinegra testa. Por saltilleras quiso levantar el ánimo del tendido Joselito Adame, que se animó a colocar tres pares de banderillas como en sus primeros tiempos, pero con el poso de los años para manejar los efectos. Pero no le colaboró el animal, espectacular sólo en el pelaje, que no tuvo entrega ni raza en el trapo de José, le faltó ritmo para acometer con transmisión y entidad para no perder las manos en su comportamiento de manso. Porfión anduvo Adame, con el de Teófilo Gómez, pero no hubo más. Silencio.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental Plaza de toros México. Primera corrida de su Temporada Grande Internacional. Corrida de toros. Lleno en el numerado de La México.
Toros de Teófilo Gómez. Desclasado pero noble y con ritmo el primero; de docilidad sin transimisión ni clase el segundo; noble, templado y fijo el noble tercero; docilón y de media humillación el embestidor cuarto; sin raza ni nempuje el insulso quinto; deslucido e inválido el salinero sexto.
Julián López “El Juli” (añil y azabache): oreja, vuelta y silencio.
Joselito Adame (grana y oro): silencio, silencio y silencio.
FOTOS Y VÍDEO: EMILIO MÉNDEZ