MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: @LaPlazaMexico
Regresaban al Embudo de Insurgentes tres matadores jóvenes que defienden el concepto del valor seco para hacer el toreo. Ante ellos, un encierro de Fernando de la Mora, que ya había echado toros de ciertas opciones en la presente Temporada Grande, en una tarde que volvió a registrar una paupérrima entrada en la plaza más grande del mundo.
Quiso aplicarle suavidad Juan Pablo Sánchez al saludo al cárdeno primero, que vino mejor que se fue en el percal del mexicano. Era de embestida corta, cansina, lenta, pero dulce y enclasada si sabía uno buscar el fondo. Y ese llegó con la mano izquierda, despacio, sin prisa, con el pulso disparado a la dificultad del animal, cuya lentitud en la embestida no era nada fácil de templar. Media altura le dio a diestras, sin obligar por el pitón menos bueno, cumpliendo despacito con el trámite para volver a sentirse con la zurda. Porque estructuró con mucha lógica, templó con corazón y pinchó con mucha mala suerte después de tirarse en lo alto. La estocada final fue muy fea. Por eso quedó el premio en silencio.
El segundo, al que se fue con una larga cambiada de rodillas Arturo Saldívar, se fue parando en las verónicas del recibo hasta terminar negándose a acometer, impidiendo el remate. Muy despacio y con mucha suavidad le hizo las cosas Saldívar al animal, pero su falta de transmisión y de chispa impidió que los templadísimos muletazos levantasen la faena. Sobresalió con la mano izquierda, en los cambios de mano -que el animal amenazaba siempre con no terminar- y en la raza que hubo que echarle una vez que se rajó el bicho, ya al abrigo de las tablas. Puso empeño el mexicano, y extrajo momentos de buena conexión con el desnutrido tendido, pero pinchó un a vez antes de cobrar la estocada y escuchó palmas.
La falta de remate y de trapío que lucía el tercero impidió que llegasen a la grada las verónicas cadenciosas y suaves con las que lo saludó Ginés Marín. Con la muleta no fue fácil el de Fernando de la Mora, que resultó mansurrón, dejó miradas hacia adentro como sin maldad, pero mosqueantes, y con una carencia de raza preocupante y fundamental para la falta de opciones de Ginés a la hora de torear con exigencia. Le faltó enemigo al extremeño, que supo aportar suavidad e incluso mucho pulso para conducir arrancadas, pero la falta de clase y -sobre todo- de empuje del animal arruinaron las intenciones del chaval. Ovación.
Al cuarto le dio Juan Pablo Sánchez la misma suavidad que al abreplaza, pero no se empleó éste con la misma claridad, debido en parte a su carencia de forma y de espíritu. Con la muleta le cogió de inmediato el pulso al animal, y fue lento, muy lento, de forma que cada muletazo duraba un mundo. Incluso los de pecho, que iban pasando por la hombrera de pitón a rabó, con todo el toro por delante. Mucha conexión tuvo el toreo del mexicano, que saboreó cada trazo al buen toro de Fernando de la Mora, soberbio en el muñequeo para colocar y alargar, preciso en el temple. Matemático el de Aguascalientes, que terminó toreando a placer al animal. Lamentablemente, volvió a marrar con la espada y tuvo que conformarse con una ovación.
El quinto, el de Xajay que remendó el encierro de Fernando de la Mora, fue el más serio de toda la corrida y puso en aprietos a Arturo Saldívar al rcibirlo en el tercio con una larga cambiada de rodillas y ver cómo se quedaba corto, haciéndole saltar al callejón. Áspero y hasta brusco el animal en los primeros tercios, sacó movilidad e importancia en la muleta, porque no era fácil atemperar el carácter del toro. Logró imponerse Arturo, asentado sobre las plantas ante las pasadas rebrincadas y geniudas del de Xajay. Molestó, además, el viento, y se hizo imposible alcanzar el toreo caro. Pero le metió la mano con habilidad al entrar a matar y el público se lo agradeció con palmas.
Al esmirriado sexto, de Fernando de la Mora, lo devolvió el juez de plaza ante las insistentes protestas de la parroquia de Insurgentes. Por chico, por falto de remate y por feo. En su lugar salió un sobrero de Montecristo, con más cuajo y menos viaje, porque se revolvía muy en corto, casi antes de terminar los lances en el capote de Ginés Marín. Pronto comenzó a negarle la boyantía y las virtudes el de Montecristo a Ginés, que vio cómo, además, arreciaba el aguacero nada más coger la muleta, en la que se empleó el toro con deslucida defensa. Comprendió el extremeño que allí no había más que hacer y quiso quitárselo de en medio. Pero resbaló al entrar a matar y fue prendido violentamente en unos momentos dramáticos que, afortunadamente, no tuvieron más consecuencias. Un trago pasó con el descabello, además, el torero. Silencio tras dos avisos.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental Plaza México. Segunda parte de la Temporada Grande Internacional. Corrida de toros. Apenas un cuarto de entrada en el numerado.
Cinco toros de Fernando de la Mora -faltos de remate y sin trapío-, uno de Xajay -serio y rematado- y uno más de Montecristo -sexto bis-. De docilidad y humillación el pastueño primero; noble sin transmisión el soso y rajado segundo; deslucido y sin raza el tercero; con calidad sin raza el buen cuarto; áspero y de arisca movilidad el quinto; devuelto el sexto por esmirriado y falto de trapío; deslucido y defensivo el sexto bis.
Juan Pablo Sánchez (lila y oro): silencio y ovación.
Arturo Saldívar (malva y oro): palmas y palmas.
Ginés Marín (celeste y azabache): ovación y silencio tras dos avisos.