MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: @LaPlazaMexico
Una corrida con el hierro de Arroyo Zarco era la que presentaba en el cartel este domingo la Monumental Plaza de toros México. Haciendo el paseíllo, Ignacio Garibay, José Garrido y Diego Sánchez, que confirmaba alternativa, en el coso de Insurgentes.
Y sacó Diego Sánchez el fondo que le faltó al toro de la ceremonia, con el que a penas pudo expresar en colocación, en solvencia y en entrega, porque le faltó enemigo al chaval para lograr su objetivo. Le ofreció distancia el mexicano al de Arroyo Zarco, le fomentó la inercia y le hizo todo a favor para que se hubiese movido más, pero la falta de raza hizo sucumbir al abreplaza. No obstante, una ovación del escaso público asistente valoró la labor del torero.
Al segundo, que embistió por abao pero sin continuidad en las verónicas de Ignacio Garibay, le dejó César Morales un puyazo paletillero que lo dejó listo de papeles. Excelente fue la labor de Diego Martínez con las banderillas, saliendo al tercio. Y fueron distintas la entrega del torero y la deslucida condición de un animal que ni siquiera en los primeros compases quiso tomarla con franqueza. Gazapón, molesto y poco humillador, le faltó armonía y raza para coordinarse en el toreo de gusto que proponía Garibay. En la distancia primero, intentando que cogiese inercia y ritmo; junto a las tablas después, cuando cantó el animal la mansedumbre que contenía. Silencio.
Un par de verónicas de muy buen trazo sobresalieron de la media docena con la que José Garrido saludó al tercero, que no le terminó de humillar en el percal. Tremenda fue la facilidad del extremeño para comprender primero y cuajar después al castaño de Arroyo Zarco, que no consentía ni guardaba para ofender, pero dejaba miradas al terno que Garrido ni siquiera atendió. Sí lo hizo al asiento, a la colocación, a la solutura de muñecas y a la transmisión a un tendido que lo comprendió y lo sintió, pero no pudo premiar debido a lo defectuoso de la espada. Aún así, quedó la quietud en los naturales, enfrontilados y macizos, el peso de las plantas en la arena e incluso los alardes en forma de manoletinas antes de pasear la oreja para la que dio lo trasero y tendido del espadazo.
El cuarto no fue, lamentablemente, el toro que necesitaba Garibay para lograr el triunfo. Desordenado y sin virtud, informal y renuente, el buen gusto con que siempre quiso exibirse Ignacio no bastó para modelar la obra. Fue más el temple del mexicano que el ritmo del castaño, al que le costaba irse de las tela para que se colocase otra vez Garibay. Y siempre fue a menos, defendiéndose, echando la cara arriba y negando al matador un mínimo de franqueza para soplarle alguno de cierta belleza. Se lo quitó de en medio con la mayor brevedad posible y se fue con un nuevo silencio que no hacía justicia a la altura de su tarde. Le hizo guardia la espada al segundo intento y ahí concluyó su tarde.
Seria, muy seria fue la faena de José Garrido al incómodo y rebrincado quinto, animal de escasas opciones con el que anduvo Garrido muy por encima de las circunstancias. No cobró, no le engañaron -por lo menos en este festejo- y no vio nunca un problema "que no se pudiera encontrar la solución". Solvente, capaz, firme, nunca se le vino el agua por encima de los tobillos y, a pesar de tener abierta media puerta grande, supo contener el ansia en favor de aplicar el beneficio a quien lo necesita más que tu.A penas una tanda al natural, que fue un espejismo, fue lo que pudo etraer Garrido del animal de Arroyo Zarco, que se rajó después para borrarle el horizonte cercano a un Garrido que había ido a más. Erró con la espada, además, el extremeño y escuchó silencio.
No fue fácil sobreponerse a la lidia de un sexto toro que se lastimó al saltar al callejón nada más salir de los toriles. Eso, y un nefasto tercio de varas muy protestado por el público. Rebañando, con la cara alta y colándose, frenándose a mitad de viaje, fue el animal de Arroyo Zarco. Tuvo reflejos el confirmante, que se puso a por todas con el astado el aquicalidense pero no tuvo opciones para regalar su toreo al respetable. Con arreones fue la última parte de la lidia del animal, que no remató bien con la espada.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros Monumental México. Temporada Grande Internacional. Corrida de toros. Menos de un cuarto del numerado.
Seis toros de Arroyo Zarco. Falto de raza el aplomado primero; manso y sin virtud el deslucido segundo; de buen fondo y entrega justa el tercero; desordenado e informal el cuarto; deslucido, remiso y sin fondo el quinto;
Ignacio Garibay (gris plomo y oro): silencio y silencio.
José Garrido (sangre de toro y oro): oreja y silencio tras aviso.
Diego Sánchez, que confirmaba alternativa (malva y oro): ovación y silencio.