MARCO A. HIERRO
Diego Urdiales, El Payo y Sergio Flores componían el cartel de este domingo en la Monumental Plaza de toros México en la cuarta corrida de la Temporada Grande Internacional. Se lidiaban toros de Xajay para el festejo. Y una ovación por coleta fue el preludio del toreo.
Bien presentado estaba el Muñeco que abrió plaza, que se lo pensó mucho antes de repetir en el capote que manejaba Diego Urdiales. Muy justo en la fuerza, pero sobre todo en la raza, que fue lo que echó en falta para embestir más de tres veces por tanda, como hubiera necesitado el riojano. Pero el temple exquisito de Diego hizo brotar el fondo de clase del de Xajay para conducir con parsimonia la arrancada y convertirla en toreo de gran quietud y máxima expresión. Mucho gusto tuvo Urdiales, marca de la casa de un torero que arrancó los olés bien coreados en varios pasajes de la faena. Un estoconazo culminó la labor con mucha decisión para saludar una ovación.
Tampoco el segundo, de buena presencia también, permitió las florituras con demasiada boyantía con el capote a El Payo, que tuvo que aportarle mucha suavidad al ímpetu inicial del animal para mantenerlo erguido. Pero muy poco pudo andar delante de él, porque nada más brindarle al doctor Vázquez Bayod el toro -que no humilló jamás- le pegó un derrote seco e inesperado al pecho que lo mandó a la enfermería, de la que reaparecía hoy. Volvió de ella para pasaportar al de Xajay, pero poco más pudo hacer con un toro resabiado que lo puso imposible. Silencio.
El cárdeno tercero, con sus dos imponentes petacos apuntando al cielo, se fue pensando cada vez más las arrancadas mientras le esperaba la llegada con el capote Sergio Flores, cuya media de remate fue senciallamente magnífica. Porque tuvo mucha transmisión el animal, que humilló y se entregó sin parecer bobalicón, con la emoción suficiente para mostrtarse bravo y a más cuanta más exigencia había en la muleta de Flores. Pareció otro toro con la mano izquierda, por donde quiso venirse por dentro y quitarle el palillo al mexicano, que tiró de raza y de arrojo para conectar tremendamente con el tendido. Con el alma se tiró a matar, atracándose de toro y cobrando una estocada contraria que no facilitó la concesión de una oreja, pese a la petición. Ovación.
Alargando los brazos y dando largo el trapo se enfrentó Urdiales al castaño cuarto, informal en sus embestidas y feble en su condición. Por eso se lo dejó crudo Diego, que buscó la movilidad de un animal que siempre tardeó y le costó acudir a los embroques. No tuvo el castaño la transmisión necesaria, ni siquiera el empuje suficiente para que hubiese intentado Urdiales el toreo por abajo, porque nunca humilló el de Xajay para que dijese algo el muletazo. Pero entonces se la echó a la zurda Urdiales y allí murió la plaza con él porque no le quedó más remedio. Pero terminó por desfondarse el animal y allí quedó la actuación elegante y templada del arnedano. Palmas.
También el riojano Diego Urdiales tuvo que lidiar al sardo quinto, dado que el herido Payo no estaba en condiciones de salir al ruedo a despacharlo. Y lo lidió con inteligencia con la capa, echando abajo la tela y no dejando que la tocase mientras caminaba para atrás, encelando la intención del animal. Ni una sola vez fue capaz el toro de alcanzarle el trapo, que acomodó a la perfección a la velocidad del toro. Fue labor lidiadora y firme, sometedora y eminentemente técnica, porque desplegó Diego su capacidad de enfrentarse con elegancia y garantía a todo tipo de toros. Pero perdió, es verdad, la conexión franca con un público que valoró la exposición, pero tal vez no comprendió en su justa medida el contenido y el fondo de la faena. Silencio.
Con mucha intención de triunfo se fue Sergio Flores a pegarle lances al sexto, que tuvo cierto brío y transmisión en el caballo, donde se quedó empujando mientras le zumbaban. Este sí se fue detrás de los vuelos del percal. Este sí tuvo calidad para que se dibujasen perfectas las medias, con lentitud y relajo. Fue, la de Flores, una faena de firmeza, de asiento, de temple para conjugarse con la fijeza de un toro que no tuvo el empuje para que resultase un triunfo rotundo, pero sí la suficiente acometividad para que surgiesen tandas limpias y entregadas. Un alarde de arrimón fue el final de faena, que pretendió buscar la puerta grande a como diera lugar. A la seguhda llegó la estocada, que le sirvió para conseguir el triunfo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros Monumental de México. Cuarta corrida de la Temporada Grande Internacional.
Seis toros de Xajay, bien presentados. De buena clase sin fuerza el feble primero; geniudo y manso el defensivo segundo; emotivo y humillado el aprovechable tercero; de media humillación anodina el cuarto; de raza justa y justa entrega el insulso quinto; aplomadete, pero con fijeza y voluntad el sexto.
Diego Urdiales (berenjena y oro): ovación, silencio y silencio.
El Payo (nazareno y oro): herido.
Sergio Flores (verde botella y oro): ovación y oreja.