PABLO LÓPEZ RIOBOO / FOTOGALERÍA: EVA MORALES
Las fiestas de la Exaltación del Guadalquivir celebraba, este sábado, la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda. Se lidiaban Toros de El Torero para Juan José Padilla, Morante de la Puebla y Octavio Chacón, que sustituía al herido Cayetano.
25.08 Sanlúcar de Barrameda from Cultoro TV on Vimeo.
Sanlúcar se entregó desde salida a su torero, primero con una cerrada ovación que le obligó a salir hasta los medios para corresponder con tal recibimiento, y una segunda parte en la que la empresa quiso regalarle un cuadro el día de su adiós. Era su despedida de ésta plaza, no merecía menos. El primero de la tarde fue un animal con volumen y virtudes de El Torero, al que el espada jerezano le realizó una faena pulcra pero a la que le faltó un punto de ligazón y rotundidad. Tuvo virtudes el animal y Padilla supo canalizarlas en su muleta. Pese a ser desigual en su desarrollo gustó a sus paisanos. Humilló y embistió con temple el toro, pero se fue apagando como una velita. Tras una estocada casi entera paseó el doble trofeo. La vuelta al ruedo con El Mangui fue muy por emotiva por lo que representa en este rincón del sur del sur.
Vimos en el segundo de su lote a un Padilla en Padilla, se le vio suelto y resuelto, con su raza habitual y esa conexión con los tendidos que le hicieron ganarse a tantas a plazas. Delante tuvo un astado con nobleza pero con un punto de temperamento y geniecito en sus embestidas. Cuando se acabó la inercia sacó a relucir su verdadero comportamiento, ese que le hizo soltar la cara y no ir del todo metido en la pañosa. Se mostró decidido en todos los tercios, variado de capote y enrazado con la muleta. Acertó en alturas y terrenos para meterse en el bolsillo a su plaza. Le tapó defectos e incrementó virtudes. Brindó su última faena en ésta plaza a Diego Robles, su incansable acompañante, tanto en las tardes de dureza como en las de gloria y triunfo. De mitad de faena hacia adelante acortó distancias. Su final de faena rodilla en tierra y su posterior desplante acabó por convencer al personal. Pese a la estocada el animal tardó en caer, aguantó su muerte como los bravos, cosa que no fue en toda su lidia. Padilla paseaba los máximos trofeos ante su gente el día de su adiós de la plaza de El Pino. Vuelta al ruedo en el arrastre para el toro de la divisa gaditana, un animal que si bien tuvo virtudes, éstas fueron inferiores a su hermano lidiado en tercer lugar.
Se fue abroncado Morante de la Puebla en el segundo de la tarde, un animal de El torero medido de raza y con geniecito. Ya de capa no lo vio claro el de La Puebla del Río, pero la plaza se vino arriba con el quite de un Chacón que no quiere bajarse del carro al que tanto le costó subirse. Su mecido quite por chicuelinas enardeció al respetable. Todo a media altura pero con un gran sabor, sabiendo elegir los terrenos y querencias para que el animal acometiera con celo. Pero ahí se acabó todo, probó brevemente Morante, pero ni el torero tenía fe en el toro, ni el de El torero raza ni clase para venirse arriba. Se juntaron el hambre con las ganas de comer y el público se enfadó. Se alargó la suerte suprema entre mete y saca y descabellos. Finalmente el público optó por silenciar su labor, eso sí, mostrando su disconformidad con su forma de hacer las cosas.
El toreo es así de imprevisible, de bonito y de grandioso. Si en su primero habíamos visto a un Morante alicaído y sin ganas, en el segundo vimos la otra cara de la moneda. Ante un toro con teclas y exigencia de El Torero, el de La Puebla quiso arreglar las cosas con el respetable y tiró de raza y amor propio. Fue haciendo poco a poco a un toro por el que nadie daba un duro. Poco a poco se fue afianzando el astado, y Morante lo fue sutilmente metiendo en la muleta. Pesó el animal en los trastos, exigió colocación, alturas y distancias. Fue una faena con belleza, estética y un punto de arrebato, pero no pudo ser profunda debido a la embestida a media altura del toro. Se sintieron más a gusto ambos por el derecho, ahí brotaron muletazos con empaque y estética, más de acompañar que de someter, pero enormemente bellos. La faena iba tomando vuelo cuando Morante sacó de su chistera un muletazo el ralentí, un derechazo sublime, de caricia pura, de esos profundos e interminables, dentro de una serie en el que la cadencia marcó la pauta. Por el izquierdo fue poco a poco metiéndolo en el canasto hasta conseguir muletazos de buen trazo. Tuvieron gran torería sus pases por altos, trincherillas y remates. Sin duda, Gracia Toreadora. Bonito y torero fue su final a pies juntos. Morante le daba la vuelta a su actuación. Tras la buena estocada paseó las dos orejas del interesante y agradecido astado.
Ha llegado para quedarse Octavio Chacón, su toreo tan puro como enrazado conforman un cóctel que agrada tanto a puristas como a aficionados o como a esa gran masa que acude a ver un festejo taurino. Su faena al interesante tercero, un burraco muy en tipo de la línea Salvador Domecq, le dejó regalarle a la plaza de El Pino una actuación redonda. Brindó éste toro a Juan José Padilla en un claro gesto de admiración y agradecimiento. Meció con mimo la capa, primero en el saludo a la verónica y posteriormente en un quite capote a la espalda, así como en uno posterior a la verónica rematada con tres medias. En la cadera. Su forma de llevarlo al caballo, de salir de la cara del toro y de rematar las tandas tuvieron el sello de la despaciosidad y la torería. Comenzó rodilla en tierra ante un toro que acometió con galope, clase y entrega. El cambio de mano previo al de pecho duró una eternidad. Por la condición del animal la faena tuvo dos partes, una primera de temple, mando y caricia, y una segunda en la que acortó distancias. Sanlúcar se entregó a un torero tranparente, ese enseña lo que es y sobre todo como está. Incontestables fueron sus dos orejas. Ovación más que merecida para un gran toro de El Torero, humillador, entregado y de gran clase. Bravo en el caballo y haciendo honor a su divisa en el resto de su lidia. La pena es que esa emotividad no durara un par de tandas más, sino esa ovación se hubiera quedada corta.
Cerró plaza un toro de El Torero que se gastó mucho en los primeros tercios. Acometió con entrega a los capotes y con bravura y nobleza a los capotes. Con la muleta vimos una faena con pasajes de entrega de un Chacón que nunca tiró la toalla ante un toro con nobleza pero a menos. Transmitió poco el toro y el de Prado del Rey optó por acortar distancias. Muy por encima anduvo del astado. Frescura y torería tuvo un final de faena marca de la casa. Tras una estocada casi entera paseó una oreja.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Corrida de las fiestas de la Exaltación del Guadalquivir. Lleno en los tendidos en tarde de gran calor.
Toros de El Torero. Correctos de presentación e interesante juego. Destacaron los lidiados en tercer, cuarto y quinto lugar. El cuarto de nombre Ojeroso fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
Juan José Padilla (Rioja y oro); Dos orejas y Dos orejas y rabo.
Morante de la Puebla (Nazareno y oro); Silencio y Dos orejas.
Octavio Chacón (Fucsia y oro); Dos orejas y oreja