ANDREA LÓPEZ / FOTO: MIGUEL MORALES
Santa Bárbara, que traía toros de siete sementales, ratificó su romance con Medellín presentando una corrida seria con el trapío que ha marcado su sello de identidad.
Abrió la tarde Juan Bautista Jalabert con Chalán. Un melocotón caribonito pero sin clase con el que el francés dictó una cátedra completa de cómo torear lo que parece imposible. Faena imperdible para aquellos que deben aprender que todos los toros tienen su lidia sabiendo encontrar las distancias, los terrenos, los toques justos, en fin, una cantidad de detalles que solo se aprenden toreando mucho. A base de oficio y de paciencia, de repente estaba Jalabert en los medios robándole pases a Chalán que hasta intentó humillar pero pronto recordaba sus malas costumbres. Saludó el francés después de dejar claro que esta versión de Jalabert 2018 es para tener en cuenta.
En el cuarto, un negro listón alto de agujas, cortó una oreja después de una faena que parecía quedarse en nada pero en la mitad de la misma se encontraron toro y torero y ahí llegó la profundidad. Con naturales a media altura llegó el idilio que permitió que la afición terminara rendida al magisterio del francés.
Han pasado las horas y si bien en la plaza podía existir la duda de si la oreja era merecida o no, en la tranquilidad que permite la soledad frente al computador llega la siguiente reflexión. Si hemos visto entregar orejas por una estocada, cómo no la va a merecer aquel que deja pinceladas propias de un caballero francés.
Venía Luis Miguel Castrillón de vivir una tarde complicada el pasado domingo en Bogotá. También con los de Santa Bárbara, se encontró con un toro imposible y luego con otro que tenía posibilidades que el antioqueño no encontró. Esta tarde Luis Miguel no solo tenía que afrontar una corrida más, sino superar esos fantasmas que lo perseguían. Salió Cocinero que permitió una bonita faena de capa. No quiso saber del caballo pero acudía bien a las telas y llegaron los derechazos eternos. Por el izquierdo no humillaba tanto pero a media altura lo llevo despacito… muy despacito. Sonó la música, Luis Miguel se entregó, el público estaba con él, todo estaba dado para triunfar pero mató mal y detrás de la espada se fue la ilusión con la que esperábamos verlo pasear al menos una oreja. La faena era imposible de olvidar y desde el tercio recibió una cálida ovación de sus paisanos.
En el quinto las cosas empezaron bien. Una larga de rodillas, bonita faena de capa ante el único que peleó en el caballo. Toro codicioso, con genio que si, le pidió el carné. Y si, le falta tener más corridas y olvidar los fantasmas para poder con toros como este pero que duros somos con los nuestros y como desbordamos queridura con los de fuera. Silencio para el de a pie y palmas en el arrastre para el del Capitán Barbero.
Jesús Enrique Colombo también mostró dos facetas en sus toros pero el venezolano tiene una fuerza y una convicción tales que le permiten dejar atrás sus derrotas con facilidad. Es como un huracán que aunque por momentos baja al nivel de tormenta, enloquece cualquier instrumento meteorológico por la variación de sus vientos. Puede ser un temerario y ejecutar el toreo fundamental en un instante. Ese es su sello y por ahora es quien lleva la bandera de la verdadera revolución bolivariana en la tauromaquia.
No hubo acople con el primero. Susto saliendo del tercer par de banderillas, uno más con la muleta e Incognito, que era un listo, pasaba sabiendo lo que dejaba atrás y las ganas de Colombo no fueron suficientes. Silencio tras dos avisos y palmas para el toro.
Cerró la tarde Corredor que inicialmente parecía que no iba a ser pero si fue. Muy pendientes sus compañeros en las banderillas ante un toro que más que embestir lanzaba arreones. Emotivo tercio y ya el público estaba con él. Inició su faena de muleta pegado a las tablas, doblones hacia los medios, la faena se fue yendo arriba a medida que Corredor se iba entregando. Se quedó en los medios y ahí llegaron los mejores muletazos. Todo estaba hecho y el venezolano se encargó de encandilar a la galería. Bernadinas apretadas para el cierre y dos orejas que le permitieron salir a hombros de La Macarena.
Se fue rápido la tarde. Eso pasa cuando los toros te mantienen fijo en el ruedo, atrapado como con alguna de esas series que no puedes parar de ver así sean las cuatro de la mañana y la razón te invite a dormir. Se llevó las dos orejas Colombo pero en la retina quedan los naturales del caballero francés y la suavidad del toreo del antioqueño.