MADRID

Escolar presenta sus bazas


domingo 16 septiembre, 2018

Dos toros ovacionados no encontraron la réplica de luces en una tarde de fondos

Dos toros ovacionados no encontraron la réplica de luces en una tarde de fondos

 

TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ-OLMEDO

Un nuevo desafío ganadero acogía la plaza de toros de Las Ventas durante este domingo entre los hierros José Escolar y San Martín. Javier Castaño, Ricardo Torres y Arturo Macías en el cartel.

De Escolar era el Ventero que abrió plaza, de cabos finos y morro de rata, mano alta, alta zanca y recto lomo. Humilló en el capote con el viaje muy corto y el ritmo muy justo, pero obedeció toques y tuvo más alegría en la carrera que empleo en el peto en la suerte de varas. Por eso lo puso largo un inteligente Castaño que ya había recibido con el capote una visita por dentro del cárdeno. Mucho rato estuvo el picador citando para una cuarta vara que finalmente no tomó. El inicio zorroneando del cárdeno puso a Castaño sobre aviso del peligro que había en dejar abierta cualquier ventana. Por eso buscó engancharlo lejos y conducirlo siempre muy embebido con la mano izquierda, más largo aún de lo que auguraban sus ademanes. También a diestras encontró el secreto el charro, muy cruzado siempre para citar y muy vivo para no estar allí cuando tobilleaba el de Escolar. Una estocada precedió al silencio. 

También el segundo lució el hierro de José Escolar. Toro alto, cornicorto y astifino, enmorrillado y serio con su capa cárdena aludiendo a su sangre. Preciso de estampa y con empleo humillado en el capote prudente de Ricardo Torres y también en el quite de Arturo Macías a la verónica, pero vulgarón en la primera vara, muy en corto, y remiso en las otras dos, siempre con la intención de tomar otro camino. Y fue importante el toro en la muleta, pero se encontró con la ligereza de un Torres que fue encontrando poco a poco el sitio como se lo enseñó el cárdeno. Importante el toro, que no fácil, porque no perdonaba el error y se llevó en el pitón derecho un trozo de taleguilla por confiarse el maño en la humillación. Desde ahí todo fue a menos, porque mostró Ricardo su voluntad, pero en el desentendimiento el animal ya había perdido las ganas de embestir. Mal con los aceros, escuchó silencio tras aviso. 

Patoso, que salió tercero, era una rata con dos pitones como puñales y con el hierro de Escolar. Y se movió en el percal de Arturo Macías con intención y acometividad, pero también con las manos por delante y con cierto geniecito para cabecear. Pero acudió fijo y con entrega a la precisa y perfecta vara de Pedro Iturralde, donde se quedó apretando con bravura. Pero después de mucho rato sin querer embestir en la media distancia tuvo que echarle Pedro el caballo encima para cumplir co. El segundo puyazo y evitar las banderillas negras, porque no iba a acudir. Y fue duro de patas en la muleta, aunque acudió a los cites y echó abajo el morro fino, siempre con la advertencia de no confiarse ni un pelo. Tuvo aplomo Macías, que apretó dientes para tragar y le soportó las esquirlas con la esperanza de buscar el fondo que se le atisbaba al toro. Y salió, pero en el camino se vio un torero maduro que sabía lo que hay que dejar en esta plaza. Por eso surgió una serie a zurdas, tan por abajo que hizo surcos, tan entregada que hasta le gateó el animal la embestida antes de decidirse por la final renuencia. La estocada corta y tendida, sobre el aviso, dio paso a las palmas. 

El primero de San Martín, que salió en cuarto lugar, desató alguna palma por el tendido 3 por su bella estampa, pero se desenvolvió con cierto genio en el saludo de percal de Castaño. Remoloneó para arrancarse al penco y embistió con las manos pero abajo una vez en el penco. En banderillas esperó a Joao Ferrera hasta que estuvo en la cara para ponerlo en aprietos, pero luego se fue para adelante con más inercia que entrega en el inicio de doblones de Castaño. Pero fue solo hasta ahí, porque todo lo demás debió ser de parado y como el alma en pena que le permitían ser sus fuerzas escasas. Hasta se echó y hubo que apuntillarlo sin entrar a matar. Silencio. 

Algo más de entrega tuvo el segundo de los pupilos de San Martín, que tuvo más movilidad en el capote de Torres y más alegría para arrancarse en varas, pero la misma fijeza que el anterior una vez bajo el peto. También este entregó las arrancadas a regañadientes en los primeros compases, con más humillación que voluntad, pero también este se aplomó sin remisión tras la tercera serie, trayendo el tedio al ruedo. La estocada fulminante fue lo mejor del trasteo. 

El apretado sexto, el último de San Martín, metió la cara con cierta calidad en el percal de Macías en el saludo, pero sólo fue antes de merodear y echar el freno ante las telas. A matarse fue al caballo con brusquedad en la arrancada, con violencia en el topetazo y con riñones en el empleo. Fuera del área técnica fue la cuarta arrancada al penco, en la que también llegó abajo para empujar, lógicamente mermado ya por el gasto de fuerza en el caballo de un gran Antonio Muñoz. Al público le aseguró Macías la entrega en forma de brindis, pero ya no quedaba toro para acometer. Al ataque se fue el mexicano para robar embestidas remolonas y sin vida que justificaron su actuación pero no satisfacieron la expectativa de un tendido que pidió que saliese de nuevo el caballo. Expuso Arturo, sin embargo, con el incierto animal mucho más de lo que le agradecieron. Estocada. Silencio. 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Desafío ganadero. 6720 personas. 

Toros de José Escolar y San Martín, correoso y reponedor el tobillero primero; humillado y con entrega el exigente y buen segundo; áspero y correoso con humillado fondo el tercero; feble y sin chispa el aplomado cuarto, sin raza; sin raza ni acometividad el aplomado quinto; remolón y sin vida el deslucido sexto. 

Javier Castaño, silencio y silencio. 

Ricardo Torres, silencio y saludos por su cuenta. 

Arturo Macías, palmas y silencio.