Recibió Manuel Escribano al tercero de la tarde, de nombre Bohemio, herrado con el número 50, de 532 kilos, a porta gayola. Desde el tercio le volvió a administrar otra larga cambiada y lo toreó a placer por verónicas. La plaza empezó a bullir ante tal repertorio. Lo llevó al caballo por un galleo por chicuelinas y banderilleó con sus banderilleros de filas.
Todo a favor lo tuvo Escribano ante un gran toro. Comenzó la faena de muleta con pases cambiados por la espalda, siguió por el pitón derecho y se atisbaron las grandes cualidades que tuvo el animal. Lo toreó y se emborrachó por ambos pitones. El toro repetía y repetía, embistió y humilló. La faena fue subiendo de tono y el público lo supo ver. Alargó el trasteo y el animal tuvo la gran condición de embestir siempre humillado por abajo, casi tocando la arena. La plaza era un hervidero y el palco concedió un merecido indulto. Victorino Martín acompañó dando la vuelta al ruedo a Manuel Escribano.