Por: Juan Antonio de Labra | Foto: Briones
La suerte le tenía
deparado a Sergio Flores el toro más completo de la corrida de Caparica, y
provocó una triple felicidad ese «Patrón», jefazo de lujo, de la
divisa mexiquense, pues embistió por derecho, con mucha fijeza y transmisión, y
el tlaxcalteca no desaprovechó la oportunidad para tumbarle las orejas y
llevarse la plata, fundida en el prestigioso Escapulario de la Virgen del
Patrocinio de esta noble y muy leal ciudad de Zacatecas.
Así que las tres
alegrías fueron, de manera conjunta, para Flores, que se llevó el triunfo; para
su apoderado, Roberto Viezcas, y los dos socios de éste último en la ganadería
de Caparica: Julio y Roberto Muñozcano.
Dicen bien que nadie
sabe para quien trabaja, pues esta corrida, en la que saltaron tres toros
buenos, con distintos matices, se iba a lidiar en Tlaxcala el pasado 2 de mayo,
y como al final no se dio ese festejo en el que se quedaron anunciados
Alejandro Talavente y Joselito Adame, además del propio Flores, los toros de la
divisa mexiquense estuvieron esperando poco más de cuatro meses para venir a
Zacatecas.
Se trataba de una
corrida agradable por delante, pues varios toros eran recogidos de pitones,
pero hondos y con kilos –quizá demasiados– pero que al final su casta hizo
embestir con soltura a tres de ellos, uno de los cuales sirvió para ver los
avances de este gran profesional que es Sergio Flores, que cuajó de principio a
fin a «Patrón», a lo largo de una faena bien estructurada, variada,
con profundidad y sello.
Aunque colocó una
estocada entera, un tanto trasera, y se vio obligado a descargar un único golpe
de descabello, el trasteo había impactado mucho en la gente, que le jaleó con
gritos de ¡torero, torero! y al juez no le quedó más remedio que acceder a la
fuerte petición de la segunda oreja para concederla, y con muy buen criterio,
por supuesto.
Si es faena fue el
clímax de una tarde interesante, la sólida actuación de Ignacio Garibay delante
de un toro muy hondo, algo y largo, mantuvo el interés de la gente, que admiró
la entrega del capitalino, que se le jugó con hombría en muletazos recios por
el pitón derecho.
La colocación de
Nacho fue precisa, ya que perdiéndole pasos en el inicio del trasteo, consiguió
meter en vereda aquel torazo que había derribado a su tocayo Melendez, en el
poderoso tercio de varas al que faltó mayor eficacia, cosa rara en un picador
maestro.
Y la emoción que
proyectó el toro con sus embestidas fuertes y enrazadas, fue la clara
demostración de que la bravura siempre será un arma de dos filos para los
toreros, porque se convierte en el mejor argumento de la entrega.
Una estocada dando el
pecho, algo desprendida, fue el colofón a una faena maciza, de esas a las que
Nacho nos tiene acostumbrado. Ojalá que este triunfo, y sentirse vivo otra vez
con un toro de estos, sea la mejor motivación par que su carrera retome el
vuelo, ahora con la madurez a flor de piel, y delante del palco que ocupaban su
esposa y sus dos pequeños hijos, a lo que hoy dio una auténtica lección de
carácter.
La otra faena
significativa de la tarde la hizo Jorge Delijorge con un toro precioso, el más
reunido y bajo de los de Caprica, al que había toreado de capote con dinamismo
y había banderilleado con entrega. Luego, a pesar de que el toro fue un poco
tarde, el zacatecano le dio varios muletazos de temple exquisito, y se gustó en
todo momento hasta que sobrevino ese pinchazo donde se le zafó el hombro
derecho.
A este toro le dio
muerte Garibay mediante una soberbia estocada en la que deletreó la suerte con
pasmosa lentitud, y si me apuran, aquella obra de arte con la espada valía la
concesión de una oreja. Es una lástima que a veces la gente no se entere mucho
de estos pequeños grandes detalles que deberían ser más valorados. Lo bueno es
que ahí quedó ya esa magnífica estocada inscrita ya en nuestra memoria.
Antonio Romero anduvo
un tanto desanimado con el remiendo de Pilar Labastida que salió en cuarto
lugar, un toro soso y deslucido. Y aunque un ejemplar de este hierro, número
16, que estaba reseñado para rejones, debía haber sido el toro de dicho hierro
en la corrida, al lastimarse un pitón uno de Caparica, los apoderados,
ganaderos y empresa, acordaron que se lidiara para rejones, con el que Jorge
Hernández estuvo francamente bien, salvo con el rejón de muerte.
Cuando parecía que
ese otro ejemplar de imponente lámina y fuerte pecho iba a dar muchas
complicaciones, a base de pisarle el terreno y de colocar muy bien sus caballos
a la hora de preparar la suerte, el caballista potosino consiguió clavar
banderillas con una verdad incontestable.
Además, Jorge había
hecho mano de recursos para terminar pudiéndole al toro, que no era fácil,
hasta que emborronó esta digna labor a la hora de matar. Una lástima, pues lo
que hizo valía la concesión de una merecida oreja.
La labor de Arturo
Saldívar con el quinto pasó inadvertida ante un toro manso que no tenía un
pase, y no le permitió al hidrocálido mostrarse. Para colmo de males, lo mató
de mala manera, y la gente se metió con él.
Cerró plaza Luis
Ignacio Escobedo con otro toro de Caparica que era un ferrocarril, y el torero
zacatecano mostró buen actitud, pero no consiguió someter las incómodas
embestidas del ejemplar, que topaba de continuo y se revolvía en corto. Tres
inoportunos desarmes rompieron el hilo conductor de una faena que culminó con
una estocada valiente al primer viaje.
Al terminar la
corrida, que había comenzado con un emotivo homenaje al gran ganadero José
Julián Llaguno, el torero tlaxcalteca se fue en volandas con una amplia sonrisa
en el rostro por haber brindado una tarde muy importante, y la satisfacción de
haber correspondido con creces a todo ese apoyo que la gente de Caparica le ha
brindado de todo corazón al tenerlo viviendo en su finca desde hace ya largos
años.
FICHA DEL FESTEJO
Zacatecas, Zac.-
Plaza Monumental. Primera corrida de feria. Escapulario de Plata. Dos tercios
de entrada en tarde soleada, con ligeras ráfagas de viento.
Seis toros de
Caparica y uno de Pilar Labastida (4o.), impecablemente presentados, hondos,
con kilos, pero agradables por delante, de los que destacaron 2o. (premiado con
arrastre lento), 3o. y 6o., por su calidad, especialmente éste último. Pesos:
510, 582, 480, 526, 540, 502 y 577 kilos.
El rejoneador Jorge Hernández Gárate: Palmas.
Ignacio Garibay (azul
marino y oro): Oreja y palmas en el que mató por Delijorge.
Jorge Delijorge:
Lesionado. Antonio Romero (sangre de toro y oro): División.
Arturo Saldívar (azul marino y plata): Pitos.
Sergio Flores (espuma
de mar y oro): Dos orejas.
Luis Ignacio
Escobedo(azul marino y oro): Silencio.
Incidencias: Jorge Delijorge se luxó el hombro
derecho al entrar a matar, y fue conducido a la enfermería para ser revisado;
quedó pendiente de estudio radiológico. Destacó en banderillas Ángel Martín
González, que estuvo bien colocado, y en la brega, ante el de rejones, Sergio
González y Juan Ramón Acosta. El Escapulario de Plata fue para Sergio Flores.
Al finalizar el paseíllo se tributó un homenaje al ganadero José Julián
Llaguno, que recibió un reconocimiento por parte de la empresa.