LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Galván o el profesor de mansos


jueves 30 mayo, 2024

Una vuelta al ruedo, tras fuerte petición, fue el premio a la voluntad constante de torear con una mansada de considerables proporciones.

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David Galván en pleno ritual antes de que salga el toro © Luis Sánchez Olmedo

A las nueve y media pasadas de una noche calurosa, con la feria pesando ya en el ánimo y después de ver cómo salían, uno tras otro, siete mansos a la arena, era prácticamente inevitable bostezar de la emoción. Mansos los de El Cortijillo, mansos los de Alcurrucén y manso sin una pizca de raza el sobrero de Juanma Criado. Sólo la voluntad de los tres bravos de oro tuvo cierto interés y algún pasaje meritorio, pero todos, los tres, tuvieron que ejercer de profesores de mansos.

El que más éxito obtuvo fue David Galván, que entraba en la corrida por la vía de la sustitución de un Manzanares enfermo y salía de ella con el botín más jugoso a base de consentir, limpiar embestidas y rematar series y quites por donde muere Madrid: por abajo. Jugando con las alturas, como le hizo al quinto, o aprovechando la huida del tercero para estructurar como hacen los toreros en sazón: siendo inteligentes y, a la vez, muy listos, porque logran usar hasta los defectos de los toros para hacer de la necesidad virtud. A ese en concreto, un Alcurrucén entipado y de sien estrecha, le fue ganando los pasos poniéndose en su camino, imponiendo su figura a las ganas de huir del funo y consiguiendo que se quedara en el trapo, cuando menos, para pasar. Y así, haciendo que le fuera imposible al toro salir despavorido, logró finalmente torear al natural con cadencia y hasta templar tres poncinas muy coreadas como homenaje al maestro con quien comparte apoderado y le da nombre a la suerte. Gran profesor de mansos también.

Pero no fue esa vuelta al ruedo para la que dieron los pañuelos del tendido lo que había venido a buscar David, y se postuló como gobernador de la reserva del quinto, al que nunca le salió del alma el empleo y mucho menos la entrega. Pero tampoco se aburrióel gaditano, que lo hizo todo bien menos matar los toros esta tarde en Las Ventas. No cejó en su empeño de ponerse, de invadir el terreno del toro cuando amenazaba hule sin que el aburrimiento permitiese al tendido percatarse de ello. Hasta que logró encadenar dos circulares invertidos con el toro sin celo fijo en el trapo, y dejó que llegasen las puntas a rozar sus alamares. Siempre rogando que el manso no le regalase un arreón.

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A Luque le ofrecieron varios esta tarde de Alcurrucén, a la que se apuntaría -seguro- porque el hierro toledano siempre echa al menos un toro de triunfo en Madrid. Pero cuando le enseñaba a embestir por abajo al entipado segundo -si buscamos en Google Alcurrucén, seguro que sale una foto de ese toro- y le humillaba una vez sí y tres no, quizá pensó el sevillano que no podía tener tan mala sombra. Porque ni a ese, al que arrebató muletazos de mucha entidad entre la sosería de lo manso, ni al cuarto, que le firmó la rendición antes, incluso, de empezar la guerra puede atribuírseles condición para que triunfase en Madrid un torero tan poderoso como el sevillano. Por eso no hubo más que una ovación.

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Dos recogió Víctor Hernández, que tuvo que confirmar con un sobrero de Juanma Criado con menos gracia que un convento de clausura. Tampoco es que sea él la alegría de la huerta, pero sí quiso torear siempre, aunque no siempre acertase en cómo. Tiene maneras clásicas, muestra como valor un arrojo decidido y tuvo la actitud que debe tener en Las Ventas un matador que pisa la plaza por primera vez. Porque la puerta grande de novillero, a estas alturas del cuento, para poco más vale que un cierto aroma a favor. Y eso que se la jugó hasta lo temerario con la reserva del sexto, que jamás se empleó en el trapo y por eso lo tenía guardado. Por eso en la cercanía, cuando podía reponer mientras se inmolaba, solemne, el lampiño madrileño, ponía en jaque el vestido blanco que, finalmente, no alcanzó. Se llevó dos ovaciones Víctor Hernández de Madrid, y el crédito intacto para una próxima ocasión.

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Que debería ser con toros, y no con una colección de mansos disfrazados de Alcurrucén que agotaron hoy del todo los doce puestos de la feria con un pobre, muy pobre balance, que no vale para taparse. Como no valió ni uno para el triunfo, a pesar de tener profesor.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, decimoctava de abono. Corrida de toros. Lleno en los tendídos.

Toros de El Cortijillo (primero y segundo), Alcurrucén (tercero, cuarto, quinto y sexto) y Juan Manuel Criado (primero bis); Devuelto por inválido el primero; desrazado y soso pero con buen fondo el primero bis; obediente, sin más el segundo; de raza justa y sin celo, el tercero; rajado el deslucido cuarto; reservón y renuente el manso quinto; a la defensiva el geniudo y manso sexto

Daniel Luque (verde hoja y oro): ovación y silencio

David Galván (azul azafata y oro): vuelta al ruedo tras petición y palmas tras aviso

Víctor Hernández, que confirmaba alternativa (blanco y oro): ovación tras aviso y ovación tras aviso

FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Fotogaleria Madrid 30 5 2024