Hacer fácil lo díficil. Esa es la esencia. Eso es lo que hicieron hoy El Juli y Juan Ortega en Carabanchel. Cada uno en su vertiente, en su manera más íntima de entender el toreo y de hacer el arte.
La poesía callada, el toreo que para las agujas de los relojes, el que hace remover los cimientos del alma, el que destapa el tarro de las esencias y el toreo largo, profundo, la manera de enganchar de principio hasta el final, de ligar, de templar la bravura de Tabernero, el gran toro de la tarde.
Porque lo que hizo hoy Juan Ortega sólo está al alcance de muy pocos. De los que hablan el lenguaje sensible del toreo clásico, del de siempre, del que sigue rompiendo esquemas y lo seguirá haciendo por mucho que pasen los años. Y Juan Ortega habla el idioma de la pureza. Porque nació en el barrio de Triana, donde habita la Esperanza. La esperanza del toreo de siempre, de esa torería innata con la que se salió a los medios con el tercero para después sellar cuatro tandas con las que rugió Madrid. Fueron veinte muletazos que vinieron a confirmar que menos es más, con las formas clásicas y la sevillanía por bandera, muletazos trazados con la yema de los dedos que sólo pueden nacer de Triana. Fueron cuatro series de un toreo lento para saborear despacio. Y como menos es más, tuvo sentido de la medida para irse a por la espada. Los pinchazos los lamentó toda la plaza. Enterró la espada a la tercera y dio una clamorosa vuelta al ruedo.
Con el sexto, que brindó a Juan del Val, también se inventó muletazos ante la buena condición de un animal que perdía las manos. Lo toreó despacio sobre todo en dos tandas finales por el izquierdo en las que rugió la plaza. Pero de nuevo, la espada impidió un triunfo mayor. Cortó una oreja que premió el conjunto de la tarde.
Y hacer fácil lo difícil es lo que hizo El Juli en el quinto, un animal humillador que metió la cara ya con buen son en el saludo de capote. Y es que hacer fácil lo difícil es torear ligado con una facilidad aparente tan pasmosa como la del Juli, es encadenar los muletazos con una profundidad y largura infinitas, es templar la embestida del toro de Justo y no dejar escapar el triunfo. Y es que el momento que Julián a atraviesa era para que le saliera un toro como el que echó Justo hoy en Carabanchel. La estocada certera le valió dos orejas inapelables.
Con el depósito justo de fuerzas se presentó el segundo charro en el capote de Julián, condición que arrastró también durante el trasteo. Carita a media altura sobre todo en la segunda parte del muletazo hacia adelante y viaje corto de un animal con el que se puso Julián, logrando alguna tanda de mérito por baja. Estocada entera al primer intento que hizo rodar al astado charro. Recibió pitos en el arrastre.
A Morante hoy el público lo abroncó con la misma fuerza con la que cantó sus cinco verónicas y la media con la que recibió al primero. Fue un recibo de capa de los de poner a la plaza en pie. El ramillete de cinco verónicas y la media fue la interpretación de torear despacio según Morante de La Puebla. La figura encajada, el mentón en el pecho, el juego de muñecas y todo el cuerpo acompañando el lance. De estar cogido con pinzas dio señales el de Garcigrande, animal que siempre fue con la cara a media altura y sin entregarse en ningún momento del trasteo. No se lo pensó el de La Puebla para irse a por la espada. A la cuarta enterró la espada con habilidad. Pitos para el animal en el arrastre.
Dos veces puso en suerte Morante al cuarto, con dos buenos puyazos que recogieron la ovación del público. Tras probarlo por ambos pitones no se lo pensó el de La Puebla ante un animal difícil, que derrotó feo en alguna ocasión. Enterró el acero y escuchó los pitos de Carabanchel. Y es que lo de Morante supone ser fiel a un concepto porque no todo el mundo aguanta el chaparrón como el de La Puebla. Porque ser fiel a ese concepto es lo que desata las pasiones y genera la expectación en el tendido. A Morante se le abronca tanto porque la gente viene a verlo. Si el público no vienese a ver a Morante, no lo abroncaría con la misma pasión con la que canta su tauromaquia. Porque al final el toreo es mover las emociones y lo sentimientos de la gente y Morante lo hace a la perfección.
El Juli remata su feria con un gran triunfo de dos orejas ante el toro más destacado de Garcigrande. Dos faenas de suprema calidad y lentitud en los muletazos de Juan Ortega, que corta una oreja. Sin opciones Morante con el peor lote. pic.twitter.com/JT4GMhEaG9
— Toros (@toros) May 22, 2021
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Vistalegre. Penúltima de Feria. Corrida de toros. Unas 3.500 personas en los tendidos.
Toros de Garcigrande. Destacaron el tercero y especialmente el quinto, de nombre «Tabernero» por su codicia y humillación. Con calidad pero justos de fuerzas fueron segundo y sexto en una corrida en la que el de La Puebla pechó con un lote de escasas opciones.
Morante de la Puebla, silencio y pitos.
El Juli, silencio y dos orejas.
Juan Ortega, vuelta al ruedo y oreja.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO