Morante de la Puebla, José María Manzanares y Pablo Aguado hacían el paseíllo, este jueves, en la quinta de abono en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Se lidiaba un encierro de Juan Pedro Domecq.
Morante cincela una labor de pura caricia al manejable primero
Abría el cartel este jueves en Sevilla Morante de la Puebla, torero siempre esperado en La Maestranza el cual cumplió con las expectativas puestas en su figura. Ya en el primero de la tarde, un toro con disparo de Juan Pedro, toreó con suma cadencia al natural. Una labor donde el de La Puebla del Río cinceló una faena breve, pero intensa, una labor donde conectó rápidamente con los tendidos. Ya de capa había dejado dos verónicas y una media de su personal corte para más tarde comenzar por alto un trasteo donde se gustó tanto en los pases de trinchera como en los de pecho. No quiso apretarle al animal en las primeras tandas, esas donde jugó con las alturas y las distancias para romperse en una serie en redondo donde toreó con todo el cuerpo. Pero fue al natural donde su labor tomó altura, dos series de guante de seda ante un toro que se ralentizaba si iba enganchado, de lo contrario tendía a salir con la cara altita y no salirse del muletazo por abajo. Fueron 20 pases, pero para que más, esos donde el alma de morante embrujó a un toro medio. La pena fue la estocada caída que le privó del premio.
Silenciado Manzanares con un segundo a menos
José María Manzanares no tuvo suerte con el segundo de la tarde un colorao de Juan Pedro con el que soltó muñecas en un recibo de capote en la corta distancia. Se dejó pegar en el jaco para acudir con poco celo a sendos quites realizados por Manzanares y Aguado. Ya con la muleta el animal cantó que no iba a estar sobrado de raza, y así fue. El astado venido de Lo Álvaro embistió siempre a media altura y muchas veces en línea, algo que obligó al alicantino a desplazarlo hacia afuera. Un toro al que le faltó franqueza, frenándose en más de una ocasión, provocando las dudas de un espada que no consiguió levantar una faena anodina donde faltó ajuste. Tras enterrar el acero fue silenciado.
Aguado se duerme a la verónica con un tercero que acabó apagándose
La tarde volvió a tomar altura en el tercer capítulo de la misma con un gran saludo a la verónica de Aguado a un tercero con clase, un animal que la tomó con franqueza y al que el sevillano lanceó con primor por ese palo. Le fue ganando terreno al Juan Pedro hasta cerrar con una gran media más allá del tercio. Aguado sabía que el toro estaba medido en su raza, pero a su vez quería aprovechar su templanza, esa que le sirvió para gallear previo al paso del animal por el jaco, lugar donde hizo una oelea discreta. Posteriormente dejaría dos quites, uno por chicuelinas y otro por verónicas donde buscó siempre torear con las muñecas y la cinturas a un toro que poco a poco fue perdiendo el celo. En el tercio de muleta Aguado lo torearía en línea recta y a media altura para no quedarse sin toro. Los molinetes del sevillano tuvieron esa gracia y torería innata en tauromaquia, en lo que en unos es recurso, en él es belleza. Porfió el sevillano en una labor donde lo mejor vino al natural. Por ahí se deslizó el toro con mayor clase, pero el motor andaba ya gripado. Se la presentó siempre muy bien buscando pulsearlo, pero el toro decía muy poco pese al buen trato dado por su matador. No hubo forma de levantar una faena que tampoco supo finiquitar de forma rápida con la espada siendo este silenciado tras enterrar el acero.
Morante, inédito con un cuarto que echó el freno de mano
El cuarto fue un animal de unas hechuras primorosas pero vacío por dentro, un astado que siempre embistió con la cara a media altura y sin emplearse. El de Juan Pedro iba y venía, algo que aprovechó el de la Puebla para robarle un par de verónicas jugando con loa brazos y las muñecas, pero fue lo último que pudo hacer un diestro que quedó inédito en su faena de muleta. Este fue un toro que siempre embistió con el freno de mano echado algo que imposibilitó el lucimiento. Tardó en caer el animal teniendo que hacer uso del verduguillo. Silencio.
Silenciado Manzanares con un quinto sin vida
Tampoco el quinto le dio opciones a Manzanares, un toro bajo como un zapato, fino de cabos y con la cara acapachada, que acabó parándose. Un animal que salió suelto y sin intención de empujar en el jaco, un Juan Pedro con nobleza pero sin vida. Manzanares buscó convencerlo a base de suavidad y muletazos en línea recta, pero el toro hacía tiempo que había bajado la persiana. El alicantino veía como el desfondado animal le dejaba prácticamente inédito en una labor donde se le vio tesonero pero sin ese alma necesaria para llegar al tendido.
Aguado se topa con otro sexto sin nada dentro
Tampoco tuvo suerte Aguado con el sexto, un toro con movilidad pero sin entrega al que el sevillano dejó un esperanzador saludo capotero. Un recibo a la verónica de gra firmeza ante un astado que embistió siempre con las manos por delante. El sevillano cuidó a animal en el jaco, tercio donde el Juan Pedro se dejó pegar. Volvió a mecer con cadencia la capa en un quite a la verónica con lances a media altura cerrando este con una media detrás de la cadera que fue seda pura, pero el toro ya había cantado la gallina. Se fue a los terrenos del 9 para citar a pies juntos en una tanda donde expuso una barbaridad por lo ajustada de la misma, esa donde el astado se movió con genio hasta acabar rajándose. No hubo historia y tras porfiar en una tanda a zurdas se fue a por la espada. Silencio para Aguado y bronca para ‘Secuestrador’.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Quinta de abono. Corrida de toros. Lleno de No hay billetes.
Toros de Juan Pedro Domecq, con ritmo y humillación a zurdas el manejable primero; de embestida pasadora el soso y descastado segundo; con nobleza y cierta templanza un tercero de escaso fondo; de medias embestidas el descastado y esaborío cuarto; de anodina y pasadora embestida el desfondado quinto; de geniuda y alocada embestida un sexto que acabó rajado.
Morante de la Puebla, ovación y silencio.
José María Manzanares, silencio y silencio.
Pablo Aguado, silencio y silencio.
CUADRILLAS: Saludaron Curro Javier y Alberto Zayas tras parear al primero.
FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA