El cuarto toro estará, seguro, en el top ten de los más bravos de San Isidro. Algunos dirán que es porque su castigo en varas fue exiguo. Discrepo. Primero porque el toro sangró en los dos encuentros. Y después porque en ambos se le vio empujar, recargar y sobre todo, humillar mientras recibía el castigo.
Otra cosa es que el picador Alonso Sánchez, a instancias de su matador, le dosificara el mismo. Natural. Primero porque las condiciones del toro eran extraordinarias, y las estaba cantando ya de salida. Ningún matador corta las orejas en el tercio de varas. Ninguno. Perera tampoco. Por eso ordenó medir el castigo al de Fuente Ymbro. Ojo, medir no quiere decir no picar, sino impedir que el toro esté debajo del peto, desgastándose, más de lo deseado.
Que el toro se picó lo justo y necesario da fe el comportamiento que luego tuvo en la muleta: atemperado, con codicia, ritmo y humillación. Un acierto de su matador y de Alonso Sánchez, el picador que ejecutó la suerte. Enhorabuena.