LA CRÓNICA DE MADRID

La lluvia en los zapatos


lunes 2 mayo, 2016

Juan del Álamo corta una oreja con una corrida desigual de Joselito con la que saludaron ovaciones un liviano Abellán y un reposado Iván Vicente que se quedó con ganas de más

Juan del Álamo corta una oreja con una corrida desigual de Joselito con la que saludaron ovaciones un liviano Abellán y un reposado Iván Vicente que se quedó con ganas de más

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

 

A la plaza de Madrid hay que venir tan despierto como bien
provisto de Melapelol en vena. Si se
te ocurre mirar al tendido mientras te amenazan dos pitones –de los que gasta
Madrid- a dos metros de distancia estás perdido. Las voces de este tendido
sirven cuando corean el olé más rotundo que se escuchó en ningún ruedo, pero
deben ser, cuando se enzarzan y discrepan, como la lluvia en los zapatos; moja,
enfría, se siente y hasta chapotea, pero no llega a lastimar mientras continúes
andando.

Hoy lo sabe el Juan del Álamo más maduro que ha pisado este ruedo,
que pudo estar mejor o peor con la muleta en la mano, pero paseó una nueva
oreja por el ruedo grande por tener sordo el oído de calentarse. Tiene el
charro que empezar cada año como si fuese un novato con todo por escribir, y no
está para escuchar sandeces que le mojen la arena bajo los pies, pero sabe
hundirse en el barro mientras encaja el riñón. Se lo hizo hoy al gran tercero,
toro de justa estampa pero lámina perfecta, largo cuello, mano corta, sien
estrecha y brava intención. Fue lluvia en los zapatos de Juan la urgencia de
una plaza que ya no lo ve como el pobre
, como el niño, como el débil a ayudar,
y eso lo ha ganado a pulso a base de apretar los dientes para morder los
premios. Aunque no le hiciesen justicia hoy las medias grises de la abuela.

Anduvo despierto el charro, que perdonó sólo el quite que no debía
soplarle al mulo quinto, que se estiró de capa después de arrodillarse en la
arena para ver pasar pitón, que se enterró en el mismo centro para que le
negasen el brío y se lo sacasen luego de entender la lluvia que prometía el
burraco. Lluvia que fue torrente cuando le entregó el pecho y le echó el trapo
al morro. Embarcó Juan con precisión, acomodó el viaje y le disparó el trazo a
la eternidad que quisiera el bicho. Una, dos, tres tandas. Ni un enganchón en el
paño, ni una duda en la cabeza, ni un pie mal colocado, ni un giro de talón a
destiempo
. Boyante el de Joselito, bravo, codicioso. Bueno. Se hinchó el charro
de verle arrastrar el morro sin que le tocase el trapo, pero le quedaban al final
manoletinas de regalo. Llegó la borrasca del 7 cuando paseaba el premio, pero
no le llegaba el barro al calcañar cuando acariciaba el pelo.

Aplastó el suyo con gomina un Abellán que estrenaba peinado emulando
de goyesco el que hace veinte años lució en este ruedo Joselito. Y de él se
vistió en su primero para trocar su habitual escorzo en vertical desmayo en dos
series con la diestra. Por allí lució un derechazo tan rotundo y despacioso que
llegó a parecer obscena la vencida deslucida con que terminó el toro la tanda.
Y allí se acabó la magia. Porque se empeñó Miguel en ser el Miguel de los gaches
con oficio por arrobas.
Porque se escondió en la solvencia en lugar de buscar
el brillo y en acompañar embestidas sin meterse ya con nadie para ligar y
ligar. Por eso se ennegreció el cielo para lloverle en los zapatos. Y en el
cuarto, con el que se metío de perfil entre pitón y pitón, descargó el aguacero
venteño mientras saludaba ovación.

Otra se llevó al coleto Iván Vicente por lancear con encaje a un
segundo muy a menos, que permitió en un inicio y dos series que le volase la
diestra al de Soto para distinguir el toreo del pase. Desmayada la figura,
elástica la muñeca, cimbreante la cintura y largo el brazo, deslizó Iván el
gusto para que se engolosinase la plaza y se apagase la luz cuando se apagó el
castaño
. Quedaba otro tiro en el arma cuando salió el perfecto quinto, tal vez
el tipo de toro que debe salir en Madrid. Armónico, largo, badanudo, serio.
Tanto como lo fueron las verónicas de Iván, que no tuvieron conjunción al
empujar poco el inicio pulseado. Y de ahí para adelante, la lluvia. Los zapatos.
La nada.

Le queda la de Ibán al Vicente deseado, como le quedan dos tardes
para arreglarlo a Abellán. Con la lluvia en los zapatos como vendrá Del Álamo
en San Isidro, más acostumbrado hoy a ignorar a la borrasca en favor de su
futuro
. Aunque siempre hay algún tonto al que asiste la razón…

 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las
Ventas. Segunda de la Miniferia de la Comunidad de Madrid. Tradicional corrida
de toros goyesca. Media entrada en el tendido en tarde muy agradable.

Dos toros de El Tajo (primero y tercero) y cuatro de La Reina, desiguales de presentación y juego. Con fijeza y más fondo que fuelle el exigente primero, ovacionado; de buena condición y escaso espíritu el segundo, a menos; bravo, humillado y con transmisión el gran tercero, ovacionado; no0ble y bondadoso el regordío y parado cuarto; de perfecta estampa el parado quinto; bruto y de cara alta el rajado sexto.

Miguel Abellán (blanco e hilo negro): silencio y división de opiniones al saludar tras aviso. 

Iván Vicente (blanco e hilo negro): ovación y palmas. 

Juan del Álamo (gris e hilo blanco): oreja tras aviso y ovación.