LA CRÓNICA DE SALAMANCA

La verdadera madurez


miércoles 13 septiembre, 2017

No terminó de romper una corrida de García Jiménez de la que destacó el quinto al que desorejó el temple de Talavante; la torería de Ferrera logra una oreja en cada uno y ovacionado se fue Cayetano

No terminó de romper una corrida de García Jiménez de la que destacó el quinto al que desorejó el temple de Talavante; la torería de Ferrera logra una oreja en cada uno y ovacionado se fue Cayetano

 MARÍA FUENTES / FOTOS: MIGUEL HERNÁNDEZ

La madurez es siempre la escalada hacia la verdad, una lucha constante, un estado anímico y vital que exige un compromiso porque algo siempre hay que dejar atrás. La madurez se alcanza cuando una persona acepta la realidad como viene, cuando ya no hay que pedir permiso y cuando se afronta una seguridad innata que mide cada paso del recorrido expuesto. Se es maduro cuando las trampas no sirven, cuando se emplea la verdad sin remordimientos y se apuesta a una carta confiado en lo que tienes, lo que eres.

Es por ello Antonio Ferrera un derroche de torería y gusto con un poso que le ha dado la madurez lograda que lo hace atípico, diferente y sensacional cuando le brota de lo más íntimo un gusto innato para exigir estar en la línea de los poderosos sin miramientos. No le importó al extremeño toparse con dos sosos, descastados y noblones ejemplares de García Jiménez. Hoy venía a Salamanca a dar cuenta de porqué es su momento, y dio fe de ello cuando lanceó templado a la verónica para dar paso a un importante tercio de banderillas. Mimo para pulsar y cabeza para ejecutar su magisterio abalado por la naturalidad, la hondura, el gusto y la búsqueda de la pureza en cada serie que recetó por abajo a ‘Jacarito’.

Misma línea, misma actitud y más intensidad alcanzó con un manojo de verónicas, lentísimas, bañadas de gusto a ‘Sosito’, que hizo gala de su nombre. Muy torero el extremeño llevó al caballo por chicuelinas al paso. Faltaba emoción al toro y le sobraba corazón a Ferrera para medir y pulsar, para esperar, y logró crecer en intensidad para espetarle sin brusquedades, roto para acabar con una serie de naturales y un pase de pecho culto a la pureza. Aguantó parones y ligó con clasicismo. Sin ser la faena soñada, sí fue la que rinde tributo al oficio y a la justificación de un momento incuestionable.

Incuestionable fue también la actitud de un Talavante del que solo brota naturalidad y temple aun con un oponente manso, rajado y vulgarón que solo apuntaba querencias. Más clase, nobleza atemparada y humillación tuvo ‘Despensero’, quinto, que se fue a los toques cuando se percató del mimo que el extremeño le iba a regalar. Con distancia, largura y pausas para potenciar la reunión. Quite por gaoneras para concluir con una revolera; muleta con la diestra para sellar un par de series encajado y seguir con naturales exquisitos. Verticalidad y temple, suavidad y trazo largo. Talavante en Talavante, un concepto.

El concepto de Cayetano y su raza innata no tuvo opción por un lote descastado sin fuelle ni fondo. Solo detalles aislados, mal uso de aceros y actitud sin trasmisión en una tarde descafeinada en la que brotó el toreo templado que se logra solo cuando la madurez está interiorizada y se afianza como seña de identidad. Porque no sirvió a rasgos generales (a excepción del quinto) el encierro de García Jiménez, pero si se empapó La Glorieta de un Ferrera que lleva imponiendo magisterio desde inicio del ciclo y un Talavante empeñado en liderar porque torea con los dedos, con la cintura y con la cabeza como otros solo pueden soñar.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de La Glorieta, Salamanca. Segunda de Feria. Corrida de toros. Media plaza. Toros de Hnos. García Jiménez. Justos de presencia, flojos a líneas generales. Destacó el quinto, noble y enclasado a menos. Iván García se desmonteró en el secto.

Antonio Ferrera, oreja y oreja tras aviso.

Alejandro Talavante, ovación y dos orejas.

Cayetano Rivera, silencio y ovación.