Son tantas cosas las que tienen que pasar por la cabeza de un tipo como Roca Rey cuando viene a torear a Madrid que tienen que condicionar, por fuerza, su desempeño en la plaza. Puede ser para bien o para mal, puede pesarle o impulsarle, y puede ser árnica para su orgullo o un arma de destrucción masiva. En un torero como este no hay medias tintas que valgan. Y, como es muy complicado que no presente pelea ante cualquier adversidad, termina por salir a la plaza loco por incordiar, como decía aquel temazo de Rosendo Mercado, tan madrileño él.
Debe ser bastante difícil permanecer en la cima del toreo jugando a ser buenista. Solía decir Alfonso Navalón que uno es «tan importante o tan insignificante como lo son sus enemigos», de modo que convertirse en adversario del peruano debe ser bastante atractivo para muchos que se sienten insignificantes, aunque no lo vayan a reconocer jamás. Dos argumentos fundamentales hubo hoy con el mejor lote de un encierro de Toros del Torero que enseñó mucho el fondo para que lo vieran los toreros, pero lo protegió bien con las formas para que no fuera sencillo hacer que brotase. Tan vez por eso tardó Roca Rey en tomar el pulso de un quinto que pareció derrengarse en los primeros tercios hasta que un limpio quite por delantales de Rafa Serna y un par de capotazos larguísimos de Viruta le mostraron el camino al matador.
Pero aún se perdió su intención un ratito en liviandades bien compuestas que no recibían muy bien sus detractores, y como son ellos los que provocan esa transformación en el carácter de Andrés cuando pisa esta plaza, salió de repente el rebelde que lleva dentro para volverse loco por incordiar. Y lo hizo con una serie de mano diestra muy mandona, muy bien trazada, con el temple correcto y el gobierno de la embestida enviando al toro allí donde quiso Andrés. Porque el peruano quiso que lo mollar de la faena transcurriese entre los tendidos 1 y 2, allí donde la sombra se enfrenta con los que se tornaban jueces. A ellos les contrapuso Roca Rey la mentada serie y otro par de ellas, sabiendo que no andaba el animal para más exigencias. Y ese, el de levantar una tarde que se veía caer en picado, fue el argumento principal de un Roca Rey que está pocas veces con la soga al cuello, pero si lo llegara a estar, tiene recursos y raza para darle la vuelta a la situación. Con triunfo incluído, después de sentarlo de culo de un soberbio espadazo. Al tercero también lo había despachado de forma fulminante, y con ambos se le pidió la oreja, pero sólo en este quinto fue concedida. Ventajas que da la actitud de andar loco por incordiar y conocer todas las teclas para tocar en Madrid.
Rafael Serna no las conoce aún, pero hoy paseó una oreja, también por actitud, a falta de animal más propicio. El sexto, negro y rematado, pero tan bien hecho como desordenado en los ademanes, no se lo hizo pasar nada bien cuando se mantenía firme y sin un respingo mientras le iba regalando el animal embestidas de cara tan suelta que la cabeza parecía una devanadera. Bravucón, el de El Torero, temperamental y geniudo cuando llegó a la muleta, pero antes no había cumplido en la pelea en los jacos; sólo embistió de forma humillada, tras la portagayola que firmó Serna, en un manojo de verónicas arrebatadas a la arrancada emotiva, mucho más que enclasada. Pero era la que había. La última que había.
Por eso apretó los dientes, se encomendó a lo trascendental cuando estaba de rodillas y le pegó la larga sin pensarlo más. Era consciente de lo que se jugaba, de que nada había ocurrido en el toro de la ceremonia de confirmación, y de que aquella embestida informal y defectuosa era todo lo que tenía para el resto de su carrera. No había más. Anduvo firme, asentado, consciente en todo momento de la difucltad del día de hoy para él. Tuvo paciencia para embeberlo en la derecha y no le dudó nunca, todo lo contrario; le consintió más allá de lo que aconsejaba su escaso bagaje, su falta de rodaje para llegar hasta aquí. Y al final, casi en el gancho de las mulillas, el pañuelo blanco de la Presidencia le dio aire para permanecer metido.
Al contrario pareció andar un Diego Urdiales cuyos lotes no estuvieron a la altura de la expectación de Madrid, y él acusó ese tono infortunado que le acompaña de vez en cuando a todas las plazas que pisa. Cuando comprobó que también hoy iba a resultar imposible, entró a matar y adiós, pero hasta la estocada le cayó desprendida.
Habrá toros por contar y detalles a los que referirse, pero a estas horas es mejor abreviar.
FICHA DEL FESTEJO
Jueves, 29 de mayo de 2025. Plaza de Toros de Las Ventas, Madrid. Decimoctava de la Feria de San Isidro 2025. Corrida de toros. ‘No Hay Billetes’.
Toros de Toros de El Torero, finos en líneas generales, desiguales de trapío. Noble y falto de empuje el primero; entró dormido al engaño al segundo; pronto y codicioso, pero falto de fondo el tercero; más pronto que enclasado el cuarto; obediente y noble el quinto, que sacó fondo; con genio y temperamento el sexto.
Diego Urdiales, de tabaco y oro: silencio tras aviso y silencio.
Roca Rey, de sangre de toro y oro: ovación tras petición y oreja.
Rafa Serna, que confirmaba alternativa, de blanco y plata: palmas y oreja.
CUADRILLAS: Saludó Viruta tras parear al tercero.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
