JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Ver las
luces y las sombras en el camino para saber prenderlas o esquivarlas siempre
fue cosa de sabios. No hablo escoger el sendero óptimo, sino de saber ver en
éste las obstrucciones o ventajas que la propia durabilidad que toda travesía
conlleva. Y es que esas luces y esas sombras, importantes para que un torero honre
a Belmonte en el ruedo siendo lo que su persona es, son la clave de ese camino de rosas o espinas para cualquiera que se
vista de luces. Estuvo Perera hecho un tío en 2014, no lo vio hace doce
meses y un pitón le partió por dentro hace ahora 345 días en La Glorieta. Y ahí,
en la elección del camino y su luz, radica precisamente la perspicacia de verlo
claro y aprovecharlo. Como hoy en Cuenca hizo Miguel Ángel.
Porque
entre las sombras de una temporada en la que hasta Pamplona no vio luz ni se
acercó a ella tuvo la dicha de toparse
con el «Estampa” de un ganadero que lidia dos al año: la de hoy en Cuenca y la
del próximo jueves en Almagro. Ni más ni menos. No se necesita más cuando
se vive de la afición y se sueña cuando el negocio lo permite en el gozo de ser
libre haciendo lo que se ama. Y Perera,
al que las sombras tras la cornada y la dureza de su invierno taparon lo que
sus entrañas estaban cuajando, observó
salida a su desierto en el oasis de libertad de José Vázquez.
Vio toro el torero en el que la afición
estaba perdiendo la fe por arriba, por abajo, por el centro y hasta por detrás, donde volvió a pasárselos en
los cambiados que en el 14 le tornaron el sino. Y le dio un sablazo a los que pasaban
ya de su rollo. Y gratificó a sus adeptos con la lentitud de su concepto, con
la ligazón larga de quien revienta en viaje a su oponente y con la porfía de
quien, cuando éste ya está fundido, se abrasa entre pitones alardeando de un
pererismo marca registrada del que Ojeda siempre pide explicaciones.
Y le
arreó lo que quiso porque el animalito montó copete en la cuchara que no
entregó hasta ganarse la vida por ello. Ese
fue Miguel Ángel: dejando lo malo en la cuneta y aprovechando lo bueno que
tenía delante para ser ya el de siempre. Y comenzó en el quinto pasándose
por la espalda a un animal que le repitió en su temple hasta que no pudo
aguantar más la exigencia máxima de su gran momento. Y se arrimó como un perro.Y volvió a ver la luz cuando el Sol ya
ha iluminado la sombra de Salamanca.
No lo
ve el Castella que hace un año no dejaba peluda agarrada a morlaco en cualquier
arena que pisaba. No lo ve porque las sombras tapan la misma luz que derrochó
en 2015 y que el misterio que el sistema no tiene por qué saber no le deja
desarrollarse. Porque se topó Sebastián con el toro que hace un año cuajaba a
ralentí y hoy lo hizo con la primera marcha puesta.
Y
crujió a ese quinto por arriba como hace un año no hacía para, por fortuna, no
partirlo como a muchos en ese prólogo. Loa a la durabilidad fue aquel, que le
aguantó las tandas sin conexión. Y dejó
como sello un trasteo que no fue porfía porque se prestó siempre el de Vázquez
a su proposición. Y sí, se pasó
cerca en el quite al segundo, toreó como si no sintiera lo que le atormenta
cuando se arrancó el toro antes del brindis y fue bueno, pulcro y abundante lo
que le hizo después para pasear el despojo. Pero entre lo bueno, lo pulcro y lo abundante se contraria lo
extraordinario, lo bello y lo recto que hace doce meses lo aupó como estrella
de su profesión.
Las
luces y sombras de Cayetano valen para la foto que su toreo predica, no para
aprovechar la inercia de los animales y plantársela con verdad a éstos como
Cuenca hoy fue testigo. Porque se le vio más evolución con el capote parando el
viento que sintiéndose obligado con la muleta a trazar a la velocidad que
mandaba el animal. Porque se le vio con más enjundia rodilla en tierra
recordando a su abuelo que siendo simple mensajero sin paro, temple ni mando
del tranco que el toro tenía.
Porque de la raza al dominio, cuando los años
pasan y pesan en el cartel, va ese mundo evolutivo que aún tiene por cruzar
Cayetano. Porque
de la sinceridad a veces artificial de ser todo arrojo a la valentía de ser
todo verdad natural en la cara del toro va el mundo que él está cruzando ahora.
Y sí, tiene más madurez. Pero aún merodea en el limbo que tapa el gran torero
que lleva dentro. Aunque siga el Rivera arrastrando las masas de un Cayetano
que tiene aún mucho por decir.
Luces de Perera, sombras de Castella y limbo
de Cayetano en su empeño evolutivo vivió esta tarde San Julián. Y un nombre, «Estampa”, que
refleja perfectamente a un José Vázquez que lidia poco y ama mucho esta Fiesta.
Por ese amor inconforme no salió a hombros con Perera, porque sabe y siente que
su mejor materia está por llegar…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Cuenca. Tercera de la Feria de San Julián.
Corrida de toros. Algo menos de tres cuartos de plaza
Seis toros de José Vázquez. De buena
humillación el duradero primero, extraordinario el Escarcha segundo, premiado
con el indulto, También de buena condición el tercero, noble a menos el cuarto,
Noble y humillador hasta que duró el quinto y noble también el sexto.
Sebastián Castella:oreja y silencio.
Miguel Ángel Perera: dos orejas y
rabosimbólicos y oreja.
Cayetano: ovación y silencio.
FOTOGALERÍA: JULIO PALENCIA / @infomaperera