No fue la corrida de Santa Bárbara que todos esperábamos, esa que, hace un par de años, en este mismo ruedo, desparramó bravura a borbotones en cinco de los seis del envío. Esta vez, aquella bravura se quedó en los potreros de Monserrate, aunque también es verdad que los toros, bien hechos y de correcta presencia para esta plaza, sí permitieron el triunfo de los diestros españoles, pues al colombiano, José Arcila, le tocó la peor bolita del sorteo.
Lo permitieron porque se movieron con cierta transmisión y alegría, pero casi siempre para llegar al embroque y salir desentendidos, sueltos, buscando una puerta trasera que les sacara de la pelea. El problema es que esos toros, los tercero y quinto, tenían por delante a dos toreros que habían venido a dejarse la piel en Manizales, a pesar de que el fortísimo y prolongado aguacero estuvo a punto de cargarse definitivamente la tarde.
El primero en golpear fue José Garrido, que, tras esperar quince minutos a que trataran de reacondicionar el inundado ruedo, salió a jugarse el tipo con decisión e inteligencia, pues nunca obligó por abajo al toro, ya que no estaba sobrado de raza y, con mucho temple y ligazón, fue hilvanando las series por ambos pitones entre el clamor general del público, deseoso también de ver un espectáculo que les hiciera olvidar la tromba de agua que seguían soportando. Además, fue generoso para lucir el alegre galope del toro en la distancia, lo que también le otorgaba una inercia bien aprovechada por el extremeño, que vistió aquello con torería, para después tapar las salidas cuando el de Santa Bárbara quiso renunciar a la pelea. El soberbio espadazo, no sólo hizo rodar al toro sin las dos orejas, sino que, también, desencadenó un alboroto que terminó con una excesiva vuelta al ruedo al toro.
La respuesta de Román llegó en el quinto, un toro bien hecho, con tendencia a distraerse y salir suelto que, en su movilidad, llevaba la virtud que el valenciano no dejó escapar para volcarse con un público que le quiere como si fuese uno más de ellos. No tardó Román en conectar con el tendido con la honestidad de siempre, dejándose llegar el toro a la altura y en la distancia que él quería, porque una sola exigencia en la muleta del valenciano le habría hecho claudicar en sus embestidas. Sin embargo, sí que supo provocarlas, embarcarlas y conducirlas con temple y emoción, con esa entrega que en él es sello de la casa. Así construyó una faena de mérito que, tras el buen uso del acero, fue premiada con el doble trofeo y una nueva puerta grande en la que ya es “su” plaza.
El resto de la tarde, entre el aguacero y la diluida raza que sacaron los toros, nunca consiguió subir con fuerza al tendido. Así, el local José Arcila se fue de vació tras un esfuerzo sin premio ante un primero rajadito y un cuarto apagado y a menos. Mientras que el segundo, de Román, se dejó por ambos pitones y sólo el mal uso de la espada le pudo robar alguna posibilidad de trofeos. Y el sexto, sin celo y con mal estilo, fue desarrollando un sentido que hizo pasar fatigas al torero justo antes de entrarlo a matar.
FICHA DEL FESTEJO
Manizales, miércoles 5 de enero de 2022. Casi tres cuartos de plaza en tarde de mucha lluvia.
Toros de Santa Bárbara, bien presentados, pero escasos de raza y deslucidos en términos generales. El 3º, “Castellano”; nº 949, castaño de 440 kg. Fue premiado con una excesiva vuelta al ruedo.
José Arcila (obispo y azabache): Silencio en ambos.
Román (rioja y oro): Silencio y dos orejas.
José Garrido (palo de rosa y oro): Dos orejas y palmas.
Incidencias: El banderillero Marcos Prieto fue herido por el primero, que le propinó una cornada en la ingle derecha de una trayectoria ascendente y que llega al abdomen. Román y José Garrido salieron a hombros. Buen desempeño de todas las cuadrillas.
FOTOGALERÍA: DIEGO ALAÍS