Puede que la ficha sea abultada y que las cuatro orejas de los toros de César Rincón que paseó Luis Bolívar parezcan (y sean) exageradas, pero no ocultan ni un ápice de lo que este torero ha hecho está tarde, está feria y está temporada colombiana. Sencillamente, aunque a muchos les cueste reconocerlo, estamos ante un torero en plenitud. Uno con todas las letras.
Ya no por las faenas que pueda dibujar en la arena, sino por lo que sucede en su cabeza cuando ve salir al toro y esa orden que llega a las telas a través de las llemas de los dedos, pasando por su corazón y su bragueta. En él, ahora todo fluye, sonríe más y conecta como antes no lo hacía.
Al primero, un toro noble, bajo y bien hecho, lo recibió Bolívar con mucha suavidad a la verónica, midiendo y sintiendo la embestida, para después, muleta en mano, doblarse a media altura en los medios y afianzarlo por su falta de fuerza. Bolívar perdió pasos tras los muletazos iniciales para ganar recorrido con la inercia y, una vez recuperado el fuelle, entonces el caleño sí apretó por ambos pitones. Mejor al natural, por donde se vivieron momentos realmente vibrantes en la suerte de matar recibiendo recibiendo.
Por si fuera poco, tuvo que hacerlo todo con el cuarto, otro toro noble y con buen fondo, pero flojo de rmanos y justito de raza, que ayudó poco, pero que permitió a Luis hacerlo todo, cuidando mucho al toro, aliviándolo a media altura, dándole aire y tiempo, y de mitad de la. faena en adelante, con el toro afianzado, consiguió los mejores maletazos, apretando y existiendo al toro en varias oportunidades, mucho mejor al natural. Además, lo mató de orejas.
La otra gran faena estuvo a cargo de Emilio de Justo con el sexto, tras correrse turno,un toro que, por hechuras, era el padre de todos los.toros que han salido en esta temorisds colombiana. Y, por sus encastadas y encendidas embestidass, también el de mayor interés, pues arreó con fuerza en los primeros compases y vendió cara cada una de sus arrancadas. Igual en el caballo, donde recibió (por fin en Colombia) un puyazo de ley za cargo de Reunario Bulla. El extremeño tuvo que hacer un esfuerzo para encausae aquellas desbordadas embestidas, hacerlas potables, quedarse en el sitio y hacerlas repetir. Algo que agradeció el animal yendo a más durante la faena, aunque obedeció a regañadientes. Emilio se hizo más grande a medida de que su mando se asentó, dominando la situación con poder y autoridad. Así, cada muletazo era un latigazo, bajo, poderoso, soberbio. Y las tandas ganaron en entidad entre una y otra, con la plaza entregada cada que la embestida terminaba ttras la cadera del animal. Obra de grandes dimensiones, que mereció un mejor final que esa estocada entera y los varios descabellos que redujeron todo a un simple saludo desde el tercio. Una pena, pues el segundo también ha sido un toro bien hecho y bajo, qué de salida mostró nobleza y obediencia, pero cierto deseo de irse hacia las tablas. Emilio de justo lo llevo pronto a los medios, lo sujetó e intento que no se fuera a las tablas con mucha autoridad. Así lo hizo hasta en cuatro series, buenas de verdad, y en la quinta, por naturales, el toro se rajó y se huyó a los tableros. Otra vez el premio se esfumaba.
Y aunque Tomás Rufo brilló más esta tarde, no terminó de demostrar ese gran fondo que atesora. El tercero, un punto por abajo bajo de hechuras, justito de presencia pero dentro de los límites de la plaza y bajo de raza, tuvo poca transmisión, aunque fue noble y humilló. Rufo jugó con los tiempos, administró muy bien la poca raza del animal y lo llevo siempre detrás de la cadera con autoridad y suavidad. Los naturales fueron tremendos y los derechazos rotundos, aunque aislados, pero la fulminante estocada valió el trofeo. El quinto fue descastado reservón, al que le costó mucho pasar en la muleta del toledano. Tomás lo intentó todo, apostó y sólo al final consiguió extraer algunos buenos muletazos. Pocos para lo que de el se esperaba.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Manizales. Viernes 6 de enero. Lleno.
Cinco Toros de Las Ventas del Espíritu Santo, correctos y parejos de hechuras, manejables. Y uno de Juan Bernardo Caicedo, sexto, de imponente presencia e importancia en sus encastadas embestidas. Pesos: 472, 470, 440, 482, 485 y 532 kilos
Luis Bolívar (negro y oro): Dos orejas y dos orejas.
Emilio de Justo (verde esmeralda y oro): Silencio tras aviso y ovación tras dos avisos.
Tomás Rufo (azul soraya y oro): Oreja y ovación.
FOTOS: DIEGO ALAIS