Amplio y musculado, pero bajo y proporcionado el colorado primero, que empujó humillado en el peto, tomó bien el capote en banderillas, echando la cara arriba en el último par. Morante, que lo había saludado con un variado surtido de lances -verónicas, chicuelinas, largas y hasta una brionesa- inició faena muy toreramente con ayudados por alto muy cerrado en tablas. La faena tuvo buena intención y mejor expresión, pero la deslució un tanto los derrotes del astado al final del embroque. Lo mejor, la última serie, a pies juntos con la mano derecha, adornándose agarrando un pitón al toro entre un pase y otro, y una estocada de efecto cuasi fulminante, que fueron decisivas para la concesión de la oreja.
Precioso el melocotón cuarto. Largo, recogido, estrecho de sienes, de pitón vuelto. Siendo noble, le costó al animal romper para delante. Morante lo esperó, tragó y lo empujó para delante estirando la embestida sin un solo tirón, sin vender nada, revistiendo todo de torería y adobando el guiso con adornos muy personales para iniciar y cerrar las tandas, como un molinete con una rodilla en tierra. Cerró por giraldillas y se fue detrás de la espada para pasear otra oreja
