Una tarde llena de emociones fue la que vivió Olivenza en la vuelta de Francisco Rivera «Paquirri». Todo se había conformado para que fuera todo un acontecimiento, y las circunstancias pusieron de su parte la emoción, por lo que se logró el objetivo primero. Además de la maestría de Ponce, la raza de Francisco ante la tempestad y los geniales detalles de Morante, un ambiente especial envolvía el coso pacense con la música del maestro Tejera como telón de fondo. Todo un cúmulo de circunstancias que ayudaron a evadirse y pensar en el toreo.
Con aseo y largura meció Ponce a la verónica al castaño
primero, protestado al perder las manos.Claudicó el animal en la muleta suave
de Ponce, siempre al media altura, siempre compuesto en los embroques, pero en
un trasteo sin vida por la continua flojedad del de Victoriano del Río, que
tuvo tanta clase como invalidez.Terminó Enrique apuntalándolo en una tanda
zurda de mucha veteranía empacada.
Con la cara desentendida salió el segundo de los lances a
pies juntos del recibo de Paquirri, que saltó los nervios de la reaparición con
un saludo discontinuo. Con doblones genuflexos inició Francisco un trasteo que
se vino abajo menos antes de empezar por la falta de fuelle del Victoriano,
obediente y con calidad sin transmisión. Ligó un par de tandas con ritmo a un
animal al que le cogió el pulso en el ecuador del trasteo. No tomó vuelo la
labor, mal rubricada con el estoque, silencio tras aviso.
Con siete verónicas y media de Morante al tercero Olivenza
se puso deacuerdo. Mecido, encajado, grácil… Dormido se quedó en el quite a
la verónica que remató con una media parsimoniosa. Grande.En la muleta le costó
al animal irse para adelante, pero con Morante en el ruedo cambia la
percepción. Trincheras y naturales fueron llenando muy despacio el escenario de
Olivenza. Un kikiriki por aquí, un remate abelmontado por allá; las mismas
carencias físicas en el noble toro que en sus hermanos, pero con Morante
siempre cabe la sorpresa. No fue maciza la faena del sevillano, pero sí lo
fueron sus elementos sueltos. Dejó algo más de media espada tendida y escuchó
una ovación
Largo, morrilludo y rematado era el cuarto, que siempre
tendió a desentenderse de las telas cuando las manejó Ponce en el primer
tercio. Fue la de Ponce una faena de tremenda técnica para meter primero en la
muleta al animal y para mantenerlo en ella con la figura compuesta y el ritmo
correcto después, sin dejar que fraguarse la intención del Victoriano de
visitar los tableros. Luego le permitió ganarlos sin despegarle la muleta del
morro y aguantando las revueltas del revés y la continua intención de rajarse con
los belfos cosidos al fleco. Maciza fue una serie al natural, ya al final de
faena, tocando preciso, trazando convencido y rematando enorme con el de pecho.
Otra más llegó con la diestra cuando ya parecía concluido el trasteo, que
entonces fue siempre a más. Perfecta la ejecución del volapié de Ponce mientras
sonaba el aviso. Dos orejas.
Tuvieron aseo y suavidad los lances de Paquirri al quinto,
toro hondo y de seria expresión que embistió humillado, pero vino mejorable se
fue. Banderilleó el propio Francisco y al salir del segundo par se tropezó, quedando entre las patas en un momento dramático. Fue toro de son, de
chispa y de bravura, alegre en la llegada, humillado en el embroque e
importante en la entrega, y le regaló cuarenta arrancadas que merecieron más
que un trasteo limpio y coraje con la lógica merma del tremendo volteretón. Tuvo,
sin embargo, Francisco el orgullo de imponerse y de sacarle muletazos limpios
con la mano diestra cuando se acabó el carbón del buen Victoriano.
No cesó Morante de veroniquear hasta que murió la media en los
medios. Un inicio agarrado a tablas, sin ayudar nada al animal, fue el
preludio de una labor en los medios que tuvo más sabor que conjunción. Sentido de la colocación el que exhibió el
sevillano para dejar naturales con mejor principio que final, al acusar el
animal la exigencia del inicio. Aún quedó tiempo para que se metiera Morante
con el mortecino Vitoriano en naturales de más delicadeza que contundencia. Sí
la tuvo -contundencia- la estocada, tras la que sonó un aviso y falló Morante
con la puntilla. Ovación.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Olivenza. Úlitma de Feria. Lleno de no hay
billetes.
Toros de Victoriano del Río, correctos de presencia, desiguales de juego.
Enrique Ponce (celeste y oro), silencio y dos orejas.
Paquirri (sangre de toro y oro), ovación y dos orejas.
José Antonio «Morante de la Puebla» (nazareno y
oro), silencio y ovación.
FOTOS: Juan Diego Madueño