Madrid, 2 de mayo de 2017 – MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Llegaba el gran duelo de la pureza esta tarde en Las Ventas, un festejo en el que hacían el paseíllo en mano a mano Diego Urdiales y Paco Ureña. Una goyesca que este año se cuajó como encerrona de Paco Ureña pero finalmente la autoridad institucional decidió desestimar la oferta del diestro murciano para que finalmente se quedase en mano a mano con el riojano. Los toros a lidiares pertenecían a los hierros de Victoriano del Río, José Vázquez y Salvador Domecq.
Un toraco fue el enmorrillado primero de Salvador Domecq, que echó las manos por delante en el percal de Urdiales, pero embistió humillado en el quite por groseras de Ureña. La respuesta de Diego, por chicuelinas, le volvió a dar valor al manoseado lance, que concluyó con una airosa revolera. Pero no caminó el de Salvador para repetir las embestidas, lo que aprovechó Diego para dejar su sello personal en muletazos sueltos de mucha personalidad. Buscó la pureza y la colocación muy de frente ante la sosería y logró naturales de extraordinario trazo que llegaron al tendido con mucha fuerza. Le buscó las vueltas el riojano y le fue cambiando terrenos hasta que le dio lo poco que tenía en el fondo. Mucha verdad la de Urdiales, que finiquitó el primer acto con una gran estocada para escuchar una ovación.
El hermoso castaño de Salvador Domecq que hizo segundo se fue humillado y con entrega detrás del percal que manejó con brillante cadencia -a pesar del corto viaje- Paco Ureña, que remató con una extraordinaria media a pies juntos. Empujó Ureña en el inicio el escaso espíritu del animal, que apenas podía con el rabo, ante el enfado monumental del tendido. Perdió pasos el murciano intentando que tomase inercia para afianzarlo, pero no fue posible. Lo mató de una gran estocada y escuchó silencio.
Más uro que toro era el tercero de José Vázquez por las hechuras. Desentendido de percales, mansurrón y descompuesto salió el castaño, que mantuvo esa condición en la muleta mientras Urdiales buscaba los terrenos más propicios por el animal y por el viento. Quietud la del riojano ante la embestida sucia y defensiva por la falta de fuerza que tuvo su premio en una seria al natural y por abajo en cuanto le sacó genio el castaño. Una devanadera fue entonces el animal, que se encontró con la muleta que buscaba con ahínco el muletazo perfecto ante la imperfecta acometida. Quiso Diego dar gusto a los que pedían el cruce en mitad de tanda – les reto a que lo intenten- y ahí se perdió ligazón por colocarse después de cada muletazo, pero fue grande la intensidad para calar en el tendido. Pinchó Urdiales en el primer intento, sonó un aviso mientras dejaba dolores de suprema torería, pero la media tendida no fue suficiente para alcanzar la oreja que ya veía en el esportón. Ovación.
El castaño de José Vázquez que hizo cuarto salió anunciando que había visitado más de un corral, y usó sus carnes sueltas y variadas para desarmar a Ureña a las primeras de cambio. Manseó el animal tras los dos picotazos en varas. Cruzó la vista y huyó en el tercio de banderillas y llegó sin definir a la muleta de Paco. Y le costó al murciano llegar al fondo, con series de mano diestra sin probaturas que no cogieron vuelo hasta que se templó el animal, mediada la faena. Fue entonces cuando le voló la zurda por abajo, muy encajado, hasta casi la afectación en los cites y en los embroques. Pero seguro en el trazo y en la búsqueda de la largura, tanta como fuese posible. Terminó con doblones muy toreros y la plaza entregada, pero media estocada tendida, un aviso y el horrible uso del descabello dejaron el premio en ovación.
Al quinto, de Victoriano del Río, le faltó entrega y ritmo en el capote de Urdiales, que desistió de torear al vareado animal cuando se arrancó al picador de la puerta y recibió allí los dos puyazos. Con la muleta se fue directamente a los medios para apostar con un toro de complicado entendimiento que dejaba la mirada por dentro, amenazaba y sorprendía casi en cada muletazo, impidiendo el gobierno del riojano como él lo hubiera querido. Estuvo mucho rato en la cara, pero sin acople. Pasó un quinario con la espada, con el toro andarín, teniendo que entrar a paso de banderillas tras el aviso, y en silencio concluyó su labor.
Al cierraplaza de Victoriano, más regordío y más bajo, le quiso dejar Ureña verónicas de gran lentitud, pero la falta de ritmo del animal dejó sin ovación lo que pretendía reconocimiento. Empujó con riñón y con ímpetu el toro en el caballo, exhibiendo poder, y más templado en el buen quite a la verónica de Urdiales. En los medios esperó Paco al díscolo Victoriano con el cartucho del pescao para pegarle naturales imperfectos pero emotivos por la quietud y el ceñimiento, que llegaron a la grada con fuerza. Otra serie más con la derecha contó con el mando y el trazo de la humillación del animal, que allí dijo que no quería más. Buscó talego el toro manso, que sacó genio para proponer refriega y la aceptó Ureña con la figura enfrontilada y la exposición de un kamikaze. Rebañó el animal y le visitó la barriga en cada tanda, tras la que volvía Paco a ponerse con el fervor del tendido. Lo reventó el murciano de una estocada y saludó, tras el aviso, la única oreja de la tarde.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Tercera de la Miniferia de la Comunidad de Madrid. Corrida de toros goyesca. Menos de media entrada.
Toros de Victoriano del Río, José Vázquez y Salvador Domecq. Muy soso pero con noble y humillado fondo el primero, humillado pero sin raza ni espíritu el castaño inválido segundo, descompuesto y de cara suelta el castaño tercero, mansurrón pero noble y con fondo en la muleta el cuarto, mirón, genuino y exigente el quinto, díscolo y geniudo el manso sexto.
Diego Urdiales, ovación, ovación y silencio.
Paco Ureña, silencio, ovación y oreja.