LA CRÓNICA DE OTOÑO

Paco llora al natural


viernes 29 septiembre, 2017

Paco Ureña firma en Las Ventas su tarde más sentida y corta una oreja en la confirmación de un Luis David Adame dispar y con un Sebastián Castella tan espeso que hasta tuvo grumos

Paco Ureña firma en Las Ventas su tarde más sentida y corta una oreja en la confirmación de un Luis David Adame dispar y con un Sebastián Castella tan espeso que hasta tuvo grumos

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Hay tardes en las que se olvida el futuro. Hay tardes en las que se ignora el mañana y se hipoteca la vida a no más de unas horas vista. Hay tardes en las que no parece tan malo inmolarse en este rito, porque las noches de hambre y frío que no paliaba un capote abrieron una cicatriz en el alma que ahora Paco necesita supurar. Y llora al natural lo que no sabe expresar de otra manera. Porque los girones de vida que hoy derramó por la arena bien pudieron terminar en muerte sin que mediase una razón. Y no le hubiese importado a Paco. Hoy era la tarde. Su tarde.

Hoy era el día de beberse el mar a sorbitos cortos, de disfrutar con parsimonia cada paso por la arena y de entregarse sin prisa al arte de crear arte del juego de matar o morir. Tan claro lo tenía el murciano que ni una probatura sacó en toda la tarde. Todo fue ponerse, ocupar el sitio, buscar acomodo en el lugar donde los valientes sangran y los afortunados triunfan. Todo fue exponer la verdad de su sincera propuesta, que viene a ser lo que representa el toreo. Casi nada, mire usted. A pesar de la afectación y el histrionismo con que expresó el gesto el de Lorca.

Porque sobró gran parte de la puesta en escena, y resultó hasta molesto el paseo de la oreja, con esa cara compungida y triste, como pidiendo perdón por haberse muerto de torear en Las Ventas. Pero fue pura vida la sinceridad del trazo natural con el que lloró Paco su regreso a Madrid en el Otoño que llevará su nombre. Fue su faena más sentida en esta plaza, y fue al tercero de la tarde. Cuando se ofreció de frente y con el pecho por delante, se enterró en el albero y allí mató cada trazo circular supo Madrid que no es vulgar lo de Ureña. Será de todo menos vulgar el muletazo que concluye con el torso del murciano del revés. Y de esos hoy hubo muchos.

Porque decidió Paco que hoy era el día en que se le entregase Madrid, y no supo hacerlo de otro modo que entregándose él a la causa. Por eso recogió en corto, trazó en largo, pensó deprisa y templó despacio la embestida de ese tercero que propició la comunión. Y cuando llegaron los ayudados por alto, monumentales en el final de faena, se emborrachó Paco para llorar más aún el natural a diestras. Y entrar a matar tan solemne como el paso del Cachorro. Qué belleza. Qué alma en el empeño. Qué fatal la comunión con el toro, con el mundo, con su propio interior. Si hu8biese soñado Paco una tarde así en Madrid no la hubiera escenificado con tanta perfección.

De otra forma y en otros términos la soñó –seguro- Luis David Adame, que confirmó doctorado con el toro para soñar. Tuvo franqueza, celo, prontitud, acometividad, humillación y fijeza, y sólo el soltar la cara en el momento del embroque se puede tildar de defecto en toro de tan noble condición. Pronto comenzó el mexicano a notar la exigencia de Madrid, porque pudo pensar que no existía tras su paso de novillero en flor por las bondades de este ruedo. Pudo pensar entonces que no era tan dura esta plaza como le habían comentado, pero hoy le dijo Madrid que puede ser aún peor que sus peores comentarios, por un lado, y que no tiene tanto valor como pensaba para sobreponerse a sus dictámenes, por otro.

Por eso salió en el sexto a dejarse matar por el funo, que ni eso le quiso hacer, tal era su nobleza. Con ese desplegó Luis David su repertorio de valor y su recurso de amarrar abajo al que te quiera coger por arriba. Y le sopló dos cambios de mano memorables para rematar memorables tandas de certera mano diestra. Pero hubo altibajos en la labor. Los propios de quien confirma doctorado y tiene margen para el error.

No lo tiene tanto Sebastián Castella, a quien ya nadie va a descubrir y nadie va a desmerecer, pero que mostró una versión tan espesa en Madrid que pudieron salirle hasta grumos en cualquiera de sus turnos. A los dos los toreó igual, los planteó igual, los templó –o destempló- igual y los dejó de cuajar de la misma manera, porque cuando se pone bruto Sebastián es capaz de poner hasta al toro. Así lo hizo con el cuarto, toro de fondo y de forma al que no supo cuajar porque le destempló la voluntad en lugar de templar las arrancadas, que era como respondía mejor. Pero no estaba hoy para llorar Sebastián, por muy triste que fuera su planteamiento.

Ya lo hizo Paco por él, desmadejado en el final de los trasteos, entregado al rito de torear o morir, invadido por la ausencia del verbo justificar. Hoy era solo Paco, ese chaval de Lorca que soñaba con llorar un toro al natural en Madrid. Hoy era sólo ese tipo que hoy por fin lo logró.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Quinta de la feria de Otoño. Corrida de toros. Unos 17.000 espectadores en el tendido.

Toros de Núñez del Cuvillo. 1º Humillador, fijo, encelando aunque con la cara suelta pero obediente.  Noble, aplomado e insulso. Dulce con nobleza y pausado arrancar el feble pero enclasado.  Tuvo clase y recorrido con el temple preciso. Temperamental y sin clase el díscolo.  Obediente y humillado el manejable.  

Sebastián Castella (rosa y oro): Silencio y silencio tras aviso.

Paco Ureña (caña y oro): Oreja y ovación. 

Luis David Adame, (que confirmaba alternativa de blanco y oro): Silencio y ovación.