JAVIER
FERNÁNDEZ-CABALLERO
El
grueso social no cree en la retirada de las pastillas de freno porque el mal
endémico del conformismo gangrena el crecimiento de ese mismo grueso. Duro,
lastimoso, desesperanzador y hasta injusto, pero cierto. Nadie de ese grueso
social, ni siquiera la parte con más éxito del estrato, apuesta porque el libre
albedrío del alma se regocije con total impunidad sin una barrera moral que lo
frene. Aunque parezca todo lo contrario.
Y es que sólo hace falta un análisis filosófico, sociológico y económico para
comprobarlo.
Sí lo hace el toreo, que por suerte o por
desgracia creyó, cree y creerá que el precipicio novilleril es seminario de
estrellas en potencia. Y me explico: el conformismo que hoy no dejó a Luis David salir entre
silencios con un lote para ello hizo que las pastillas de freno que
históricamente el sistema taurómaco ha obviado en su cantera le hiciesen
apretar el acelerador hasta que reventó de toreo aún sin materia ganadera. Nadie
del grueso social está acostumbrado, pues, a quitarle las pastillas de freno a
aquello que va bien. Y ese conformismo que mata el mañana del conjunto y se ríe
del futuro inmediato de su porvenir es al que citó por cambiados Luis David a
las ocho de la tarde.
Ese que
dejó, antes, en tres palos para el recuerdo de Valencia y ese que sacó para
intentar que el manso embistiese porque era su fin. Y lo consiguió el conformismo del que quiere ser rico, la
intransigencia del que desea torear con el corazón y la realidad cuajada
que Nimes verá en septiembre. Porque se lo cambió en las tablas, se lo
cameló en los derechazos, lo dominó en su poderosa diestra y lo lució de uno en
uno al natural. Y dio la vuelta de la petición.
Y le cortó la oreja de la devoción al quinto, con el que llegó por
estatuarios para romperse a sones de «La Concha Flamenca” por naturales. A
pesar de las coladas. Estoconazo y oreja.
Como las pastillas de freno de la impaciencia
tiene ahora un Climent que necesita torear como siente y no ejecutar como el
sistema le exige.
De campanillas le pintaron la cita de Fallas dos días antes de la reaparición
de su maestro, de cascabeles le anunciaron la novillada de Santiago Domecq en
Julio y con la desesperación del que necesita puntuar cruzó el ruedo a las diez
y cuarto el ruedo de la calle de Xátiva.
Con
pastillas fue su proposición al primero, al que le meció de capa lo que en sus
cinco paseíllos anteriores no había visto su plaza. Y banderilleó con las gomas de la huerta en sus muñecas, con la dureza
del sacrificio solitario en su cabeza y la voluntad en sus quiebros. Pero
la fuerza, la pérdida de pasos ante la falta de clase, la porfía pulcra sin
conexión y la mala espada dejaron en silencio su hoy frustrado ímpetu. Tuvo las
agallas del músico loco para irse a toriles a por el al cuarto, que era un fiel
enemigo sin atacar. Hasta que lo hizo. Y se tornó en peligrosa condición su
falta de clase. Y echó por la tierra de su Valencia la ilusión de un Climent
que ya mira a Madrid.
Como las pastillas de freno de Younes seguro
que sabrá cuidar Simón Casas. Porque sabe y hace el toreo. Y lo sabe porque lo
siente, lo quiere porque se arrima y es torero porque lo busca sin fin. Y llegará a lo que está
indagando sin descanso. Y lo conseguirá porque torea erguido, asienta
zapatillas, saca riñones y mira desafiante a la misma muerte cuando ésta se
vuelve complicada. Que se lo pregunten a la que llevaba en el morrillo el
tercero. Pero no llega. Y, aunque no es problema grave porque torea de verdad,
es pastilla de freno a reparar en lo que le queda de temporada.
Ni el
«Tercio de Quites” del que hoy fue primerizo en la Valencia de la alegría
floral pudo con el valor seco que, aun sin conexión, fue claro dedo señalador a
la cima a la que apunta su carrera. Simón sabrá administrarla. Como administró esa faena que comenzó de
rodillas y siguió con corazón por el derecho en la que el galo dejó muletazos
pulcros, encajados, valerosos a un animal con castita al que le aguantó los
parones. Se cruzó a pies juntos, le aguantó el tranco mentiroso del bronco
de Santiago Domecq. Pero suspendió con la espada. Como en el sexto, que fue
calco de su concepto hierático a su primero.
Pastillas
de freno sin conformismo fueron las que hoy atestiguó Valencia. Un novillero,
Luis David, que sólo está pidiendo paciencia y memoria a esas mismas pastillas
de freno que le ha quitado el sistema y que tendrá que domeñar con cabeza en su
búsqueda de ser estrella.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valencia. Primera de la Feria de Julio.
Novillada con picadores. Menos de un tercio de plaza.
Seis novillos de Santiago Domecq, justísimo de
fuerzas el noblón primero; manso de libro el segundo; bronco el tercero bis,
también del hierro de Santiago Domecq, pero con clase en su tranco; a menos el
deslucido cuarto; desclasado el quinto; con calidad a menos el sexto.
Cristian Climent, silencio y silencio.
Luis David Adame, vuelta y oreja.
Andy Younes, silencio y silencio.