LA CRÓNICA DE SEVILLA

Así que pasen veinte años…


miércoles 10 abril, 2024

El torero en activo con más puertas grandes madrileñas consigue su primera del Príncipe con un gran encierro de El Parralejo

Perera Puerta Del Príncipe (1)
Perera abandona por la Puerta del Príncipe la plaza de La Maestranza © Eduardo Porcuna

Dos décadas se cumplen, este mismo año, desde que un tal Miguel Ángel se convirtió en matador. Y ese es el tiempo que ha tardado ese extremeño en pasar bajo el arco que conduce al Guadalquivir. Seis puertas grandes en Madrid, un récord de salidas en volandas consecutivamente y una carrera inmensa después, Perera ya es Príncipe del toreo. Y lo consigue cuando está más cerca su retirada que su inicio, cuando el poso maduro de las canas -que aún no luce- han convertido su prodigiosa capacidad en arrolladora seguridad. Pero esta tarde, con un más que notable encierro de El Parralejo, habría que repetirla así que pasen otros veinte años.

Todo el camino recorrido, que fue el más espinoso de los que lograron vencer, mereció la pena por llegar esta tarde a cuajar dos parralejos, cada uno con una versión de las muchas que tiene en muestrario el torero del perfecto temple, de la técnica mejor. Hoy le puso el alma, además, a lo mucho que resume en un toque, un bamboleo o simplemente una colocación. Hoy daba la impresión de que nadie, ni siquiera el destino, podía llevarle la contraria a un torero con corazón. Inmensamente poderoso con el temperamental primero; delicado y hasta mimoso en ocasiones con el de la calidad, el cuarto. A los dos los reventó de dos espadazos de academia, porque estaba escrito que hoy era el día de recoger su botín.

Así que pasen veinte años seguiremos recordando esa forma de enterrar los pies o de perder un paso para recoger el genio, pasarlo por el templado tamiz de su sarga y devolver suavidad y armonía de perfecta conexión. Porque otros días, tal vez, no vibraron con Perera por la apariencia de sencillez de cuanto ejecutaba en el ruedo, pero hoy todo transmitió arriba. Desde el animal a la forma rabiosa pero contenida en que hizo notar Miguel su intención de ganar. Hoy competía sólo contra él, porque sólo él ponía el techo a una tarde que no se podía escapar.

Lo logró imponiendo su poder primero al poderoso abreplaza, geniudo y con temperamento desde su salida a su muerte. Sólo entonces le otorgó la gracia de la distancia, lo dotó de la inercia necesaria para ejecutar su exigencia y lo subió a su carro de templado dibujo, exigiendo cada vez más. La mano por abajo, el brazo largo hasta el final, pero presto a redigir la repetición de un animal que dejó una oreja en la refriega. Al cuarto, un colorao de voluntad enclasada y humillada entrega, lo inició de rodillas en los medios, con la muleta delante y detrás en dos trazos, pero sobre todo con temple ralentizado, aún rodilla en tierra, de su muleta a media altura. Porque fue perfecta la elección de los tiempos, de la distancia en cada serie, de la cantidad de trazos que podía soportar cada tanda. Y cuando el presidente sacaba ese segundo pañuelo y uno azul para premiar al toro, Miguel rompía a llorar por merecer un premio así antes de bajar el telón.

Lo acaba de subir Borja Jiménez, sin embargo, y su fe en la victoria lo llevó hoy a exprimir a los dos toros, que hasta parecieron mejores en sus manos. Unas manos que demostraron hoy que le vuela el capote como al mejor de los mejores, y que remata con suprema personalidad lo que primero torea. Ya sean las medias o los pectorales, sabe Borja darle importancia al adiós igual que al hola. Y eso lo hace con la calidad del tercero, al que le bajó el palillo a zurdas a medio metro del piso, o con el díscolo pasar del sexto, mortecino al final cuando se le diluyó el brío entre el final de la tarde. Hasta entonces, sólo Borja fue el que ganó, porque escenificó ante Sevilla una faena que el toro jamás imaginó atesorar. En eso consite torear en ocasiones, porque el material que te llega puede que no sea el mejor, pero tú sí tienes la obligación de intentar triunfar con él.

Lo pretendió también un Ureña que debió quedar pasmaso cuando el respetable se olvidó del pañuelo a la muerte del segundo. A ese lo lanceó con expresión, lo manejó con sapiencia en una lidia ordenada y lo toreó de muleta con la sinceridad que acostumbra. Hubo naturales soberbios en la faena, de lo mejor de la tarde, con la cadera entregada, el brazo desmayado y la muñeca dulce para embarcar con los vuelos hasta el final del dibujo. Y hubo consentimiento del murciano para hacer al toro aún mejor, para que le diese su entrega y transformarla en trofeos. Para eso había que tirarlo patas arriba, y eso fue lo que hizo el torero lorquino. Y cuando regresaba a su rincón, despenado el parralejo de una rotunda estocada, miró hacia arriba y no vio los pañuelos que esperaba. Misterios de esos del toro.

Al quinto lo vio naufragar como el peor de la tarde, pero ya estaba, para entonces, conquistado el festejo por el que venía de Extremadura, que llevaba veinte años buscando el premio de hoy. Así que pasen otros veinte y lo recordaremos todos por su nivel de perfección.

FICHA DEL FESTEJO

Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Feria de Abril, cuarta de abono. Corrida de toros. Más de media entrada.

Toros de El Parralejo, bien presentados y en el tipo de la casa. Con temperamento y transmisión un primero al que le costó entregarse; con nobleza y clase un segundo de gran ritmo a zurdas; de pronta y franca embestida el interesante tercero; de gran ritmo y entrega a derecha el humillador y franco cuarto, de vuelta al ruedo; soso e insulso el pasador quinto; mortecino, tras el brío inicial, el serio sexto.

Miguel Ángel Perera (oliva y oro): oreja y dos orejas.

Paco Ureña (sangre de toro y oro): ovación y silencio.

Borja Jiménez (gris perla y oro): oreja y ovación.

CUADRILLAS: Saludó Agustín de Espartinas tras parear al quinto.

FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA

Fotogaleria Sevilla 10 4 2024