Cuando se habla de una corrida de la «Oportunidad» y hay seis matadores que (se supone) están deseando salir a darlo todo por sacar la cabeza en el complicado panorama nacional, uno espera, al menos, una alta cuota de ambición. Otra cosa sería su capacidad, preparación, concepto y el imponderable de la suerte, representada en el toro que, dicho sea de paso, es cierto que está vez salió bajo de raza y, en general, sin finales, dejando en manos de los matadores aquello de la vibración y la exigencia.
Sin embargo, la mayoría obedecieron con nobleza, así que si alguno de los matadores hubiese querido, habría marcado diferencias sólo con un poco de actitud. Por eso, al salir de la plaza, quedó la sensación de que la tarde fue un «poder y no querer».
Y, en ese sentido, hay que decir que, por querer de verdad, hay que nombrar a Juan Sebastián Hernández, que tuvo en el sexto al menos potable de la corrida, un hueso duro de roer. No por complicado, sino por tardo, parado y desrazado. El más nuevo de todos, buscó los terrenos óptimos, atacó, jugó distancias, alturas y toques para provocar las cada vez más rácanas y excasas embestidas, hasta que el toro se quedó vacío de todo.
También quiso (hasta dónde su corazón se lo permitió) y, sobre todo, pudo Luis Miguel Castrillón con el tercero. Un toro que colocó bien la cara y acudió con suavidad y prontitud, pero al que le faltaron finales. Algo que vio pronto el antioqueño, que supo pulsear y avivar la embestida a partir de ese momento, para obligarlo a terminar el viaje tras la muleta, con recorrido e interés. Además, el trazo del muletazo de Castrillón es, de lejos, el más estético del panorama colombiano. Así que, una vez metido el Achury en la canasta, Luis Miguel relajó el brazo y compuso cada derechazo y cada natural con encajada figura y una suavidad tremenda. Por eso, aunque la lluvia hizo su presencia, el calor del tendido se hizo sentir. Lástima que faltara la emoción de la cercanía. Eso, y el deficiente uso de la espada, dejó todo en una vuelta al ruedo que pudo ser más si Luis Miguel hubiese querido de verdad.
Y, sí por querer fuera, Ricardo Rivera tendría que haber salido triunfador de la tarde. Su toro, el primero, fue el más importante de la corrida. Bien es cierto que no terminó de humillar y que siempre se guardó una bala en la recámara, pero si se le daban los terrenos de los tercios, se le exigía por abajo, con firmeza y decisión (como hizo en la última serie, la que le dejó en evidencia), el toro entregaba unas embestidas encendidas, buenas de verdad, con transmisión y calidad. Lo que pasa es que nunca las regaló, a menos que le ofrecieran algo de apuesta sincera a cambio. Por eso toda su faena tuvo el interés de un toro pidiendo guerra y un torero buscando el sitio que sólo pudo o quiso encontrar al final, cuando ya todo el pescado estaba vendido. La espada, terminó de desinflar todo.
A José Arcila le tocó en suerte un segundo tan escaso de celo como de transmisión y, aunque el manizalita lo hizo todo para encelarlo en las telas y lo sujetó en la muleta en una primera serie tan poderosa como delicada, inteligente y natural, no sólo no terminó de subir al tendido con fuerza, sino que terminó acobardando al toro, que entregó la cuchara y no quiso más.
Otra cosa fue lo de Franco Salcedo y Rocío Morelli. A ambos les tocaron sendos toros noblotes y bondadosos, también apagaditos, pero válidos para demostrar que se quiere ser torero. Pero el primero naufragó en un mar de pases sin sentido y la segunda, aunque contó con el respaldo del público, nunca tuvo una idea clara de lo qué hacer delante de la cara del animal, más que poner la muleta ahí y que fuera lo que el Achury quisiera.
Por eso mismo, el epílogo del becerrista Christian Restrepo fue tan refrescante como la lluvia que volvió a arreciar, pues sus verónicas al eral de Salento tuvieron ritmo, ligazon y aroma, y muchos de sus muletazos tuvieron más compromiso que varios de los que vimos a los de luces. Tiene todo por crecer y aprender, pero quedó claro que sí Christian quiere, podrá.
FICHA DEL FESTEJO
Lunes 26 de diciembre. Plaza de Toros de Cañaveralejo. Primera de abono. Alrededor de 2.000 asistentes.
6 toros de Achury Viejo, bien presentados y bajos de raza y desentendidos a partir del embroque en términos generales. El primero tuvo embestidas importantes, pero sin regalarlas, y el tercero fue obediente y bondadoso; y 1 eral de Salento, noble y repetidor. Pesos: 530, 490, 544, 500, 520, 466 y 255 kg.
Ricardo Rivera (azul marino y oro): Ovación tras dos avisos.
José Arcila (negro y oro): Silencio tras aviso.
Luis Miguel Castrillón (marfil y oro): Vuelta tras aviso.
Franco Salcedo (nazareno y oro): Silencio.
Rocío Morelli (turquesa y oro): Ovación tras aviso.
Juan Sebastián Hernández (espuma de mar y oro con remates negros): Silencio.
El becerrista Christian Restrepo (traje corto): Vuelta.
Al final de la tarde, por votación del público, Luis Miguel Castrillón fue elegido como triunfador y toreará el festival nocturno.
FOTOGALERÍA: DIEGO ALAIS