Último festejo para los novilleros empeñados en hacerse con el codiciado Zapato de Oro y turno para la novillada de Baltasar Ibán, con Miguel Ángel Silva, Manuel Vanegas -que sustituía a Alberto Escudero- y Juan de Castilla en el paseíllo.
Poco colaborador para hacer el toreo bueno fue el primero de los ibanes, que se mostró remiso en la muleta de Miguel Ángel Silva, siempre a la defensiva, con las manos por delante y descompuesto. Firme anduvo el extremeño, que tuvo disposición y oficio para buscarle las vueltas. No pudo, sin embargo, hacer que cobrase vuelo el trasteo con el deslucido animal.
Hasta tres veces fue al caballo el segundo, que no tuvo malos los embroques pero no fue claro en los primeros tercios ante Manolo Vanegas. Tuvo que buscarle la inercia el venezolano para que no se quedase tan corto el animal, que necesitó en ocasiones más gobierno del que le dio el novillero, más firme y valeroso que imperioso con la tela. Pero fue bueno el planteamiento y suave la forma de manejar la muleta, muy técnico en sus formas para dar impresión de asiento ante las dificultades del animal.
Tampoco el tercero acudió a las telas de Juan de Castilla con franqueza y entrega, pero se encontró con un colombiano que se la echó muerta para aprovecharle la fijeza, la gran virtud del animal. Pero se fue a menos el de Ibán en cuanto se impuso con firmeza Juan de Castilla, siempre asentado y capaz para andar por encima del novillo. Un espadazo en lo alto lo tiró patas arriba para cortar una oreja.
El cuarto tuvo suavidad y más desliz que sus hermanos, y lo aprovechó con serenidad Silva para ofrecer dulzura entregada en el toreo, con la muleta planchada y queriendo enganchar adelante, rematando siempre por debajo de la pala y rematando en el de pecho con lentitud y recorrido. Bien el extremeño mientras mantuvo el novillo la transmisión, roto a zurdas, con mucha cadencia. Buena faena emborronada por una estocada caída que no dio para cortar una oreja y tras la que el palco le dio una excesiva vuelta al ruedo al buen novillo.
De rodillas en los medios recibió Vanegas al incierto quinto, en un arranque de valor y hasta de temeridad, pero le ligó el toreo, firme ante la llegada por dentro. Poco le duró la movilidad al de Baltasar Ibán, que se vino abajo y se puso a la defensiva siempre para que le asentase la zapatilla Vanegas con la cabeza despejada y la voluntad intacta, sabiendo siempre que debía estar por encima. Siempre a peor el de Ibán, que se fue quedando más corto, derrotando más y protestando siempre ante el firme venezolano, que se llevó, además, una fea voltereta de la que salió herido.
Otra oreja arrancó Juan de Castilla del sexto a base de enseñar sus armas: asiento, disposición, valor y oficio acompañaron al colombiano para macerar un trasteo de mucha quietud con el de Baltasar Ibán, al que logró sacarle series estimables por el pitón derecho. Una estocada facilitó la concesión de la oreja, que se produjo cuando las mulillas casi se llevaban al animal.
FICHA DEL FESTEJO
Arnedo Arena. Feria del Zapato de Oro, última de abono. Un tercio de plaza.
Novillos de Baltasar Ibán, bien presentados.
Miguel Ángel Silva: silencio y vuelta.
Manuel Vanegas: silencio y ovación.
Juan de Castilla: oreja y oreja.