PABLO LÓPEZ RIOBO
El toreo está en continua evolución y búsqueda de nuevos horizontes. Plasmar en el albero lo que sientes en el alma es de las satisfacciones mayores que puede sentir un torero. Sacar ese toreo de lo más profundo de tu alma y dejar que tus muñecas sean capaces de hacer sentirla en un muletazo. Dejar volar esa imaginación, ser capaz de enganchar y soltar esa embestida en un muletazo roto y casi sin vida. Que tus muñecas y las yemas de tus dedos sean capaces de acariciar la embestida de la toro. Hoy Ponce fue capaz de sentir, de canalizar a través de su muleta dos faenas de ensueño. Su obra al quinto fue un compendio de cabeza, temple y ligazón, muñecas rotas y figura desmadejada. Hoy Ponce se sintió pleno y dichoso por una tarde que llevaba buscando desde hace tiempo. Tras más de 25 años como figura del toreo aún me reconcome una frase en la cabeza… ¡qué manera de sentir!
Suave fue el inicio capotero de Ponce ante el noble pero medido de fuerzas primero. Acudió franco al jaco, para posteriormente dejar el torero de Chiva un delicado quite por delantales, respondiendo Conde con dos chicuelinas y una media muy personal. Tuvo suavidad, temple y compás la faena del valenciano la cual comenzó a media altura para no exigir en demasía al justo de fuerzas Juan Pedro. Los muletazos a diestras brotaron suaves, dejó volar sus muñecas para cuajar al interesante toro de Juan Pedro. Por el izquierdo se durmió en naturales al ralentí, viniendo el cénit de la faena en una serie de naturales hondos, encajados y con media muleta arrastrada por el suelo. Los naturales parecían no tener fin. Málaga crujió ante una serie sublime. El final de faena por bajo tuvo el sello del toreo relajado y personal. Tras la estocada se le concedió una oreja tras una petición unánime del doble trofeo. Palmas en el arrastre para el interesante y enclasado Bullicioso de Juan Pedro Domecq.
No vio claro en ningún momento de salida Conde a su primero, un toro que demostró gran clase y humillación en la capa de José Antonio Trujillo. El quite de Ponce fue medido y templado. Tuvo Conde delante un animal ideal de Daniel Ruíz, al cual le realizó una faena carente de ajuste pero con pasajes muy toreros. Se fue confiando el malagueño según avanzaba la faena, brotaron muletazos sueltos por ambas manos a cuenta gotas, pero con su particular sello. El de Daniel Ruíz pese a no llevarlo nunca sometido embestía con temple y humillación, se iba tras los vuelos. Los remates tuvieron una enorme despaciosidad. Conde pese a dejar una faena de poco ajuste si pudo dibujar muletazos sueltos de fino trazo. Tras pasaportar al toro dio la vuelta al ruedo.
Humillador, franco y de gran clase fueron las cualidades que evidenció de salida el de Daniel Ruíz. Se le midió en el jaco para luego saludar Neiro por dos pares interesantes. El toro llegó a la muleta muy quebrantado por su justeza de poder y por tres volteretas que le mermaron en demasía. Realizó un trasteo largo, templado pero no siempre limpio. Acertó en alturas y distancias ante un animal que seguía manteniendo su buena clase pero el cual carecía de transmisión. El torero valenciano porfió en una labor en la que a base de cabeza y muleta templada sacó muletazos de un astado muy venido a menos. Dosificó al animal, le cambió las alturas para no quebrantar al de Daniel Ruíz, así consiguió que este no acabara parado por completo. Hubo dos tandas sublimes en las que el toro la tomó humillado y con profundidad la pañosa del valenciano. Una obra de orfebre, ya que con su cabeza y temple de muñecas fue poco a poco sacándole faena al animal. Cerró su labor con adornos muy personales. Tras la estocada paseó una oreja.
En cuarto lugar salió un toro de Juan Pedro, fino de hechuras y de nobleza en el capote. Se le pegó fuerte en varas, para más tarde abrirle los caminos y templarlo de forma excepcional Cándido Ruíz. Volvió a dejar Conde una faena carente de metraje y poco ajuste, ante un Juan Pedro noble y apagadote por el gran castigo sufrido en varas. El torero malagueño dejó como pasajes más destacados un manojo de remates por bajo con garbo y personalidad. Toreó casi siempre al hilo del pitón, en muletazos a media altura, en una faena de larga composición pero de escaso contenido. No lo vio claro para matar y tras un aviso fue silenciado.
La obra magistral de la tarde vino en el quinto, un toro de Juan Pedro que tuvo el privilegio de ser el primer toro indultado en Málaga como plaza de primera. Volvió a abrirse a la verónica Ponce con capotazos suaves y templados, intercalados con tres chicuelinas y una media de cierre. Entró en su turno de quites Conde por chicuelinas, la media de cierre al ralentí estuvo bien. Brindó la faena al respetable el torero de Chiva. Su andar pausado, la forma de coger la muleta, el tempo y los tiempos hacían presagiar que Ponce iba a sentirse en la faena, ya que las condiciones del animal eran las idóneas para abandonarse. Al ralentí comenzó el trasteo por bajo, en remates torerísimos y compás abierto. Desmadejado, roto, toreando con el alma en una faena infinita, de una despaciosidad abrumadora. Volaron los naturales largos, con una cadencia enorme, se sintió en cada muletazo como si fuera el último. Acarició las embestidas del toro en un trasteo para paladares exquisitos. Por ambos pitones se rompió Ponce en una obra al alcance de los elegidos. Muleta poderosa, siempre en el morro de un Juan Pedro que tuvo nobleza, clase y gran temple. Se emborrachó de toreo, los remates y los adornos tuvieron la premisa del regusto. La Malagueta se entregó al torero, la gente se miraba buscando una sonrisa cómplice, estaban viendo algo histórico, sin duda alguna una de sus obras más excelsas. Los remates tuvieron gran clase. Una faena de sentimiento y pureza, en la cual siempre llevó al animal toreado y enroscado en la cintura. Su trasteo acabó con sus ya clásicas 'Poncinas', de muleta arrastrada y rodilla genuflexa. Con la plaza totalmente extasiada cambió la muleta por el capote para improvisar un quite por 'Tafalleras' rodilla en tierra, abrochada con una larga al pitón contrario. Los pañuelos empezaron a salir, los gritos de indulto, indulto, se hacían cada vez mayores, a lo que Ponce respondió con una serie con las dos rodillas en tierra, acabó con la salida del pañuelo naranja y el indulto del toro de Juan Pedro. Un animal de grandes condiciones pero al que el indulto se me antojó excesivo. Quiso Conde unirse a la fiesta en una serie atropellada que no aportó en demasía a tal magna obra, para un servidor, sobró aquello. Se ganó la vida Jaraz, un toro que volverá a Lo Álvaro y con el Ponce volvió a dictar cátedra.
Javier Conde aporta lo inesperado, su personal estilo le llevó a dar la vuelta a España con tan siquiera una vuelta al ruedo en Sevilla. Un torero de chispazos eternos, de un concepto que llena por si solo el escenario. Cierto es que en los dos primeros toros no redondeó lo que venía buscando, pero si en el cierraplaza se le vio algo más motivado y seguro. Salió el sexto y Conde pareció contagiarse de lo realizado por Ponce en el toro anterior. Decidido y muy templado le regaló a su plaza un ramillete de verónicas y una media -que hubiera firmado el mismo Rafael de Paula- de cierre al ralentí. Volvió a sentirse con la capa en el posterior quite acompasado, aplaudido por unos tendidos que en ese momento aun se relamían por lo visto hace unos minutos. Gran actuación de Daniel López en el tercio de varas con dos varas en la yema. Muy torero fue el inicio de faena pegado a tablas, se sacó el toro al tercio con temple. Los muletazos tuvieron un mayor ajuste y acople que los realizados en los toros anteriores, así como un pellizco marca de la casa. La mejor tanta vino cuando se fusionaron la templada y delicada muleta del malagueño con el cante desde el tendido de Estrella Morente, una fusión perfecta. Prosiguió con tandas con la mano derecha templadas y a compás, ante un toro con nobleza. Con la izquierda dejó pasajes de menor relieve y continuidad, pero templaditos. No le bajó la mano en exceso, en una labor más ordenada y estructurada que en sus dos toros anteriores. Obra que caló en los tendidos pese a no ser rotunda. Actuación digna de un torero que hoy en su plaza pudo sacar su personal tauromaquia. Se atacó en la suerte suprema, perdiendo la oreja del buen cierraplaza.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Malagueta. Sexta de Feria. Corrida Picassiana. Espectáculo Crisol. Tres cuartos de entrada.
Toros de Juan Pedro Domecq (1-4-5-6) y Daniel Ruíz (2-3). Correctos de presentación, justos de fuerzas y de buen juego en líneas generales. De buena clase y calidad el medido de fuerzas primero. Humilllador, pronto y alegre el interesante segundo. Noble y con clase el desfondado y flojo tercero. Sosito y justo de raza el apagado cuarto. De gran fijeza, clase y templanza el indultado quinto (Jaraiz, n53, negro mulato chorreao, de 554kg, 12/12). De noble y templada embestida el buen sexto.
Enrique Ponce (Azul celeste y oro): Oreja tras fuerte petición de la segunda, oreja y dos orejas simbólicas.
Javier Conde (Catafalco y azabache): Vuelta y ruedo, silencio tras aviso y palmas de despedida.
INCIDENCIAS: Se guardó un minuto de silencio tras el paseíllo por las víctimas del atentado de Barcelona. Saleron en hombros por la puerta grande Enrique Ponce y el ganadero Juan Pedro Domecq.