TEXTO: JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO / FOTOS: LUIS SÁNCHEZ-OLMEDO
Las lágrimas de Fernando Cepeda, roto en el callejón a las ocho menos cuarto de la tarde, hablaban por sí solas. Ocho años pasaban desde aquella encerrona otoñal en la que en Miguel Ángel de entonces nada tenía que ver con el Perera que hoy salió en volandas caminito de la calle de Alcalá. Ocho caídas, otras tantas aupadas y cinco glorias venteñas cumplidas hasta este 30 de septiembre.
La independencia de un sistema que fue cruel, acerbo e incluso despiadado a la par que, por temporadas y conveniencias, fue honrado, justo y neutral con el Perera que temporalmente necesitase. Pero siempre la independencia fue arma imparcial para que el juego de empresas no quebrasen la mente y el espíritu de un torero que acertó en proposición y ejecución para apuntillar hoy su brillante temporada.
La independencia fundida en una mirada y un abrazo tras recoger la oreja, en un rostro de complacencia feliz y otro sentado entre las tablas emocionado, en un corazón aun latiendo de toreo pausado y en el otro, el de Cepeda, bombeando fuego de dicha. Ganó la independencia. Ganó el erre que erre contra el destino que ocho años después volvió a soplar las hojas del Otoño del albedrío emancipado. Ganó la libertad.
La estelada de su profundidad, la presión política de su planta erguida, la revelación de su proposición y la unánime manifestación de toda una plaza rendida al torero que salió a hombros. Antes, los mossos de su certidumbre exigieron pies firmes al que hoy reventó de nuevo Madrid… ¡que viva la independencia!
Porque tuvo que tener agallas para tragarle en terrenos y distancias al primero de El Puerto, toro para dejarte parado en 2018 de no haberse calcinado los pies como lo hizo Perera en las dos primeras series. Hasta el final, mimando la estructura de seis tandas llevando hasta el final el tranco de un toro que entendió a la perfección en tiempos, terrenos y ejecución de las suertes cuando éstas fueron al natural. Firme y seguro el toreo a diestras, fue extraordinario el final –susto incluido- para aguantarle la mano baja y matarlo por arriba.
Fueron una hora más tarde los péndulos los que domeñaron la falta de entrega en los primeros tercios de un animal que terminó por meter en el bote Perera. Ajustadísimo fue ese inicio para aprovechar la condición de un “fraile” al que hizo romper hacia adelante en las dos primeras series. Solito se le vino en la tercera, en la que metió en el canasto a diestras a un toro al que cuajó con la mano diestra para lograr enjaretarle una extraordinaria serie por ese lado. La plaza en pie. Cosidito a su muleta con supremo temple fue la siguiente serie, en la que se llevó de su mano a Madrid. El afarolado puso el punto de emoción a la última serie a diestras antes de que un pinchazo y una estocada en buen sitio acabase con el de El Puerto. Oreja a la independencia.
Libre es un López Simón que hoy mostró de nuevo su evolución y al que le tocó lidiar un primero de Santiago Domecq y brillar con un sexto del hierro titular. Abrió en ese cierraplaza Alberto las distancias, le imprimió ligazón pero sin atosigamientos y supo, ahora sí a tiempo, exigirle a su antagonista en un palmo de terreno y con la ligazón como mayor virtud. Por la diestra llegaron dos series muy bien construidas y sin escupir nunca el engaño, clave para convencer en un trasteo a más pero sin suerte suprema. Independencia lleva también un Juan del Álamo al que hoy no fue Alcurrucén el hierro que se lo puso fácil. No fue puerto cómodo el que San Lorenzo le mostró al charro, pidiendo los papeles el segundo, un cabrón con pedigrí, y escuchando mismo cantar en el quinto.
Pero antes, el precio de la libertad independiente ya lo había cobrado Perera en una tarde en la que los disgustos, las pesadumbres y las aflicciones contractuales que la cruzada que un día decidió emprender llevaban consigo fructificaron en la parte amable del ying yang que esa misma libertad lleva implícita. Y también, y por supuesto, la independencia que hoy predicó su toreo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Sexta de la feria de Otoño. Corrida de toros. 19.925 espectadores.
Seis toros de El Puerto de San Lorenzo y uno, el tercero bis, de Santiago Domecq. Con humillación y fijeza el buen primero, complicado el mirón segundo, protestón el sobrero tercero, con fondo y entrega el buen cuarto, desclasado el desentendido quinto y manso con transmisión el sexto.
Miguel Ángel Perera, oreja tras aviso y oreja.
Juan del Álamo, silencio y silencio.
Alberto López Simón, silencio y ovación.