EL APUNTE DE JUANGUI

Román dio un poco más


lunes 22 enero, 2018

Corrida de silencios profundos, garganta seca y espamos, que exigía estar atentos, sin pestañear, para ver la liebre saltar.

Corrida de silencios profundos, garganta seca y espamos, que exigía estar atentos, sin pestañear, para ver la liebre saltar.

JUAN GUILLERMO PALACIO

El valenciano Román ofreció eso demás, una mezcla de mando, firmeza y ligazón, que no permitieron los toros de los demás, y fue capaz de romper la abstinencia de trofeos de la temporada bogotana en su primer weekend.

Corrida de silencios profundos, garganta seca y espamos, que exigía estar atentos, sin pestañear, para ver la liebre saltar.

Cuando se lidian los toros de Mondoñedo todo se desenvuelve en los límites de la rigurosidad. No permiten un gesto de más, ventaja o sobreactuación que se salga del ritual.

Al frente tres diestros honrados y valientes, proletarios de mitad del escalafón, asalariados de pago diario. Cada uno buscó, en sus reservas de valor y en las millas de su tauromaquia, argumentos para romper la virginidad de una tarde monacal. Todas las faenas tuvieron comienzos duros y exigentes. Los mondoñedos demostraban su poder y medían fuerzas. Sus patas aferradas a la tierra. Daban los primeros pasos, pero para dar los restantes los debían obligar.

Primera parte de corrida de series en vano y toreros incapaces de remolcar los barcos. En el mejor de los casos, un par de muletazos. Segunda parte con mayor decisión y movimiento.

Ramsés entrega, personalidad y valor. Terminó rascándose con los pitones una comezón que tenía en las piernas, en una faena encimista pero seria, que mereció la admiración.

A Escribano una espada subcutánea, un piercing, le quitó una oreja. Se había jugado la existencia poniendo un par en la salida de emergencia, entre el toro y las tablas. A un Mondoñedo. El toro le marcó la cornada en el pecho y gracias a un milagro la esquivó. Se puso pálido del susto, como el toro de Osborne. Cóctel de toreo visceral, a un torito (entiéndase lo del diminutivo) que tras las tres series de rigor se volvió mirón y se dedicó a rebañar.

Fue Román el único que fue capaz de dar eso de más: secuencialidad, mano baja (en una serie) y toreo semicircular. Es un joven con carisma. Formando en corridas duras (para Dummies). Sabe que la única manera de ganar es demostrar a los toros, desde el principio, que se posee seguridad; que todo esfuerzo suma y que hay que hacer lo no imaginado para con-vencer.

No fue el añorado Mondoñedo. Algo de juventud, bulimia y cierta dosis de mansedumbre. Pero todos con ese fondo duro que no permite desconcentrarse y pestañear. Aunque no fue la tarde, los mondoñedistas seguiremos ahí.

Cuando la dificultad es común denominador, los detalles multiplican su valor. El galope de un toro al caballo (del sexto), dos varas recibiendo el tranco arriba y sin esperar (de Viloria y de Ospina), ofrecer el pecho en banderillas (Garrido y Martí) y ver a una afición romper el silencio beethoveniano para exigir que se respete el rito: recordarle al presidente que son tres pares, el camino que debe recorrer a un picador, pedir silencio a una banda de músicos que parece que cobra con taxímetro, o admirar cuatro pezuñas bien asentadas en la arena esperando a que les ofrezcan el engaño como debe ser.

Síntesis del festejo

Bogotá, Temporada Taurina 2018 “La Santamaría, símbolo de la Libertad”. Domingo, 21 de enero. Segunda corrida. Cielo gris, amago de lluvia. Se lidiaron toros de Mondoñedo (Contreras), dos bien presentados, alguno con look de novillo y los otros de justos de peso y de trapío, lejos del molde de la casa. Los dos primeros mansos. El resto, duros y exigentes

         Ramsés: silencio y silencio.

         Manuel Escribano: silencio y saludo.

Román: vuelta y oreja.

 La temporada continúa el domingo 28 de enero con los toros de Juan Bernardo Caicedo para Enrique Ponce, Andrés Roca Rey y Juan de Castilla.