TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: ÁNGEL SAINOS
Llegaba la tercera corrida de toros de la Temporada Grande a la Monumental Plaza México, y lo hacía con la presencia de Miguel Ángel Perera, Arturo Saldívar y Gerardo Adame y con un encierro mexicano de La Estancia. Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de aplausos en memoria del matador Amado Ramírez, fallecido esta semana.
Con lances a pies juntos saludó Perera al primero, cabezón y zancudete, que se fue frenando cada vez más en los embroques. Y deslucido resultó el animal en todos los tercios, arruinando la seria actitud del extremeño desde el inicio de muleta, siempre empujando la renuencia del animal, que al final resultó decisiva. Después de una estocada caída, escuchó silencio.
Tenía planta el bello segundo, cárdeno claro y de gran expresión de nobleza. Y noble fue en el capote de Saldívar, que lo manejó con suavidad y mucha soltura a pies juntos, coreado siempre por el tendido y siempre reunido y con gusto. Tremendo fue el quite de Arturo, de gran asiento de planta en las chicuelinas, deletreadas en el trazo, rematadas con un remate soltando la punta del capote y entre los alaridos de un público entregado. Mucho ritmo y mucho recorrido tuvo el segundo de La Estancia, que propició una sensacional actuación de Arturo con la muleta, templando por delante y por detrás en muletazos llenos de gobierno. Pero una estocada trasera y un fallo con el descabello arruinó cualquier posibilidad de tocar pelo. Ovación.
El tercero no fue lo mismo que el anterior, porque le faltó entrega al animal para estar a la altura de un voluntarioso Gerardo Adame. Quiso mucho el mexicano, que lo intentó por ambos pitones y sólo en algunos pasajes a diestras dejó entrever lo que guarda este torero. Le faltó brevedad con la espada y escuchó silencio.
Tardó poco el hermoso cárdeno claro que hizo tercero en hincar los pitones y pegarse una voltereta, lo que restó empuje a la docilidad noble que llevaba dentro. Con chicuelinas y tafalleras armó Perera un quite a un animal que llegaba andando por su falta de raza. Y fue una lástima, porque tuvo voluntad de cogerla siempre bien el de La Estancia, tal vez por la gran facilidad de Perfera para dejarle la muleta puesta y tocar de nuevo sin que perdiese el ritmo. Aprovechó todas las virtudes que tuvo la arrancada del cárdeno Miguel, pero eso no bastó para levantar del asiento al tendido. Silencio.
Con dos largas cambiadas de rodillas y en el tercio saludó Saldívar al quinto, que salió con muchos pies. Pero ni por fuera ni por dentro tenía el animal la belleza del tercero, y le costó pasar de los embroques ya cuando Arturo manejaba el percal en lo que pretendían ser chicuelinas y el toro arruinó. Pero fue a más el animal porque comprendió Arturo su condición y supo dejarle el trapo, azuzar la entrega y fomentar la gran calidad del animal hasta que le dio lo mejor que tenía. Seguro en el cite, parsimonioso en la espera de la arrancada y sin prisa para vaciar, desató Saldívar la emoción en la grada a base de actitud y de seguridad templada. Y desató la locura. Pero un pinchazo y un bajonazo chalequero empañaron lo que había sido una faena de cante grande.
Volvió Gerardo Adame a entregarse con el cierraplaza, que tampoco acompañó en sus cualidades. Muy decidido, muy voluntarioso, pero verde también a lo haber trasformado en renta las veinte embestidas que quiso dejar el de La Estancia. Mal con la espada, escuchó silencio.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental Plaza México. Tercera corrida de la Temporada Grande Internacional. Menos de un cuarto de plaza en el numerado.
Seis toros de La Estancia, de presencia mexicana, correcta para esta plaza. Renuente y sin bravura el primero; de gran clase y entrega el buen segundo; de raza justa y sin empuje el tercero; noble sin raza el deslucido cuarto; de buen fondo y mucha calidad el feo quinto;
Miguel Ángel Perera (caldera y oro): silencio y silencio.
Arturo Saldívar (lila y oro): ovación y silencio.
Gerardo Adame (celeste y oro): palmas y silencio tras aviso.