Con permiso del Domingo de Resurrección -fecha emblemática en el calendario-, la tarde de hoy jueves estaba marcada en rojo como indispensable para el aficionado hispalense, ese que veía en este cartel por antonomasia del según su forma de ver y sentir el toreo. Festejo donde brilló el toreo de capa de un Ortega al que le vuela el capote de una forma alada. Espada que dio un recital de capa ante dos toros que llegaron si fondo a la muleta. Aguado también saboreó el toreo capotero con un tercero basto y cuesta arriba, otro con el depósito de la casta al límite. Pese a la condición de este construyó una labor de gran expresión y torería ante un astado por el que únicamente apostó Aguado. Pero si hablamos de apuesta hay que pararnos en la figura de Morante de la Puebla, espada que pasearía dos benévolas orejas de un mansurrón cuarto con el que sorprendió toreando de capa. El toreo según Sevilla, una oda a la emoción, un manicomio en el que se convirtió una plaza llena hasta la bandera, esa que días atrás se mostró indiferente con una labor mucho más sólida y redonda que la realizada en la tarde de hoy.
Morante se templa ante un primero al que le faltó mayor raza

Mostró cierta impaciencia el respetable con el primero de la tarde, un astado de Domingo Hernández no exento de fortaleza que embistió de forma desigual al capote de un Morante de la Puebla que nunca se descompuso. Fueron contados sus lances, esos donde el sevillano cinceló verónicas de puro asentamiento y gran templanza. Medido estaba el de Domingo Hernández, toro al que llevó por chicuelinas al jaco antes de un quite de gran compás y templanza. José Antonio dibujó tres verónicas y una media que bien podrían estar expuestas en el Museo de Bellas Artes. Fueron lances al ralentí donde acarició al de Hernández para disfrute de una Maestranza a rebosar. Tampoco se quedaron atrás los delantales de Ortega. Acompañó al animal en tres lances que fueron pura armonía ante un toro medido en su raza pero buen embroque. Pases de la firma, molinetes y derechazos dibujó el sevillano en el comienzo de un trasteo donde todo lo hizo a favor del animal. Ya en el centro del ruedo dibujaría una serie en redondo de gran pureza -tanto en el cite como en la colocación- donde llevó siempre hilvanado a un animal al que acarició en un derechazo que paró el tiempo. Por el izquierdo siempre tendió a venir haciendo hilo, algo que obligó al sevillano a perderle un par de pasos para poder ligar. Se le vio despejado de mente, asentado en la arena y siempre intentando torear al animal sin brusquedades. Acertó en los terrenos y en darle su tiempo entre tanda y tanda para dejar que respirase el de Domingo Hernández. Pero el astado ya se había apagado como una velita pese al buen trato dado por el cigarrero. Se gustó José Antonio en una serie final a pies juntos donde dibujó naturales de su personal concepto. Sonó un aviso siendo ovacionado tras atascarse con los aceros.
Ortega deja volar su capote ante un segundo de escaso celo y entrega

Si Morante había embelesado a Sevilla con un ramillete de verónicas sueltas de fino trazo, Ortega hizo lo propio con un recibo capotero al ralentí. El sevillano deletreó el lance a verónica ante un primero de irregular embestida. Tuvo la inteligencia de esperar que el animal metiera la cara para dejar volar su percal en lances muy jaleados. Las tres últimas verónicas toreando con medio capotito y durmiéndose en el lance pusieron a la gente en pie. Se defendió el toro en el jaco, mostrando nuevamente embestidas cambiantes y desordenadas cuando Juan quitó a la verónica. Se puso complicado para banderillear, poniendo este en un serio aprieto a un Jorge Fuentes al que obligó a pasar por la enfermería tras llevárselo por delante. Astado que tampoco se deslizó en la muleta, embistiendo sin ritmo y frenándose cuando pasaba por jurisdicción de Ortega. Un toro cambiante y esaborío al que Juan intentó poco a poco meter en la muleta pese a sus complejidades. Sería ovacionado tras pasaportar al toro de una estocada algo tendida.
Aguado dibuja una faena de fino trazo ante el manso tercero

No gustó de salida el tercero, un toro manilargo y muy cuesta arriba que buscó los terrenos de sol, ese al que intentó frenar sin suerte Pablo Aguado antes de pasar por el jaco en un tercio de varas donde el toro empujó con más genio que bravura. Una mansedumbre que volvió a palparse tras ser castigado por el caballo que hacía puerta. Aprovechó Pablo la pasadora embestida del astado salmantino para dejar un jaleado inicio de faena. Buscó siempre torear a favor del animal aprovechando la inercia con la que este se movía pese a venir dormidito. Toro al que había que provocar llegándole prácticamente hocico para que tomara la pañosa con cierta largura. Muy inteligente estuvo Pablo dejándole siempre la muleta muerta y tirando de él con templanza. Todo lo quiso hacer despacio, sin prisas. Apostó el sevillano desde el principio por un toro complejo que tendía a querer irse y arrollar sino lo llevabas empapado en la pañosa. Acertó en dejársela muerta y tirar de él, aprovechó esa tendencia a tablas para dibujar naturales de gran pulso y naturalidad, esa que ya es seña de identidad de este torero. Faena con desigualdades pero con fases de toreo al ralentí, una obra que quedó aderezada por molinetes, remates por bajo y pases de la firma para acabar de darle forma a una obra que se vivió con interés. Se atascó con el acero con el toro ya muy cerca de chiqueros, saludando este una cariñosa ovación desde el tercio.
Morante le pasea las dos orejas al cuarto tras una faena de gran emoción

Sonó la música en el recibo de capa de Morante el cuarto, astado al que lanceó sumamente con el capote a una mano mientras Sevilla jaleaba la improvisación de un espada que volvió a sacar de baúl unos lances ya en desuso. Un toro fino y con mucho cuello, astado con nervio que exigía una total concentración. Empujó con celo al jaco en un tercio de varas donde el respetable ovacionó a Aurelio Cruz cuando este se retiraba al patio de cuadrillas. Un astado claramente de medios, ese al que José Antonio toreó por alto en su inicio de faena junto a tablas. Ya en el centro del anillo, el sevillano aprovechó la inercia del animal para dejársela en la cara y tirar de él en muletazos a media altura. Sonaba ‘El Tío Canillitas’ y Morante buscaba pulir los defectos de un toro al que le costó templarse. A zurdas aprovechó esa querencia a tablas para robarle naturales de fino trazo en un trasteo que llegó a su cenit con una tanda en redondo en las postrimerías de la misma. Dio un paso adelante en una serie donde se puso muy de verdad fajándose con un toro con aristas. Dejó atrás ese concepto Joselitista para buscar la vía Belmontista en una serie final de una enorme pureza -tanto en su colocación como en su composición-. Se cuadró delante del animal dándole tiempo a este para enseñar la muerte, momento en el que vio el hoyo de las agujas y se tiró a pecho descubierto para enterrar el acero. Brotaron los pañuelos pidiéndose con vehemencia un doble trofeo que se antojaba excesivo. Orejas aparte, José Antonio brindó a Sevilla una tarde de entrega total en la vuelta de las cámaras en abierto al coso hispalense.
Juan Ortega paladea el toreo de capa ante un quinto sin vida
Volvió a sonar la música en los lances de Juan Ortega al quinto, un toro que se deslizó con mayor calidad por el pitón izquierdo, ese que aprovechó el sevillano para dormirse en lances de gran despaciosidad. Si había entusiasmado a la plaza con su toreo a la verónica este dejó un alado quite por chicuelinas donde se enroscó al toro a la cintura toreando con las muñecas y la cintura, ese que recordó a toreros sevillanos de épocas pasadas, una fuente inagotable donde bebe Juan. También por chicuelinas toreó Pablo Aguado en lances de su personal concepto, esos donde hubo mayor naturalidad que hondura al ser dos espadas con conceptos diferentes del toreo. Comenzó su trasteo con ayudados por alto toreando con todo el cuerpo antes de rematar la serie con un pase de la firma y el posterior de pecho. Por el derecho el astado tendió a embestir a saltitos y con la cara a media altura, algo que le quitó limpieza a la serie. Con la plaza expectante por ver si la labor tomaba vuelo el animal echó el freno y se agarró al piso. Volvería a la zurda, pero el de Domingo ya no quería empujar hacia adelante. Tras enterrar el acero saludaría una ovación.
Aguado porfía con un sexto vacío de casta
Le faltó también celo al astado que cerraba la corrida, ejemplar que embistió con la cara a media altura en el recibo de Aguado. Al sevillano dibujó lances de su personal concepto antes de ver como el de astado salmantino acababa echando el freno. Tras un desigual tercio de varas, el toro se puso andarín, esperando una enormidad a los de plata. Una labor meritoria donde destacaría la actuación de Iván García, quien saludaría montera en mano junto a Sánchez Araújo. El comportamiento reservón que había tenido durante su lidia volvió a salir a relucir en la muleta de un Aguado que porfió ante un astado al que le faltó entrega. Un toro vacío de casta al que el hispalense nunca le perdió la cara en series donde faltó mayor ajuste. Al natural le intentó buscar las vueltas con muletazos donde primó la templanza y el conocimiento en terrenos y alturas, pero el toro acometía de forma insulsa y sin demasiado celo. Tras pinchazo y estocada saludó una ovación desde el tercio.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Sexta de abono. Corrida de toros. No hay billetes.
Toros de Domingo Hernández. Desigualmente presentados y deslucido juego en líneas generales. De templada y pastueña embestida un primero medido de fuerzas y raza; sin ritmo ni entrega un segundo de cambiante y desordenada embestida; de mansa condición un tercero de compeja embestida; de mansurrona condición un cuarto que tuvo emotividad en las telas; sin empuje ni entrega un quinto que se apagó tras la primera serie; sin raza ni empuje el deslucido sexto.
Morante de la Puebla, de verde botella y oro: ovación tras aviso y dos orejas.
Juan Ortega, de purísima y plata: ovación en ambos.
Pablo Aguado, de negro y oro: ovación y ovación
INCIDENCIAS: Tras una cogida en el tercio de banderillas al segundo, el subalterno Jorge Fuentes sufrió una rotura fibrilar por la que no pudo actuar frente al quinto, teniendo que actuar Joao Ferreira en su lugar.
CUADRILLAS: Saludaron Iván García y Sánchez Araújo en el sexto
FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA
