LA CRÓNICA DE SEVILLA

Tan solo uno pudo sonreír


martes 16 abril, 2024

Un maduro Emilio de Justo corta una oreja con el único lote que tuvo fondo, mientras Cayetano no tuvo opción y Ginés, perfecto, no tuvo toro

Emilio De Justo 1 (1)
Emilio de Justo sonríe al caer su primero, sabiendo que lleva premio. © Alejandro Romero

Dos toros hubo con opciones en el envío de Garcigrande, desigual, sin definir en el tipo, manso de común condición. Dos hubo con fondo y los dos los enlotó Emilio de Justo, que fue el único en sonreír en una tarde de más contenido que premio. Porque a la magnífica tarde del extremeño se unió la perfección hecha torero, de pistacho e hilo blanco para dar la vuelta al ruedo. Cayetano no tuvo opción, y con eso resumimos su tarde.

Eso es porque no fue él quien debía sonreír hoy, y Emilio de Justo no sabía que iba a hacerlo cuando el segundo no terminaba de emplearse en el capote, ni estaba claro que no se fuera para atrás su escaso fuelle. Pero no lo hizo, y cuando la muleta del de Torrejoncillo lo fue empujando en un inicio más torero que brillante, Emilio comprendió que había que apostar por mantenerlo en pie. Y consiguió sacarle el fondo a base de trazarle largo, de administrar la exigencia y de asegurarse que estuviera bien asentado antes de hacer el toreo. De ahí para adelante llegó lo mejor, y por un pitón sólo, el izquierdo, que fue el que le dejó coser a los vuelos la humillación Sonreía Emilio, claro que sí. Porque, además, tenía ya olvidada la lesión.

Tal vez fue eso lo más importante, porque al cacereño se le vio fresco, seguro y sabiendo dónde tenía que buscar, cómo tenía que fabricar y cómo le gustan las cosas a un público que lo entiende bien. Así lo hizo también con el quinto, por el que nadie daba un duro hasta que llegó al último tercio, y allí resultó ser el mejor. Aunque tuviese sólo un pitón y no tuviera ni uno al natural. La torería, el conocimiento y la capacidad de De Justo bastaron para hacerlo sonreír. Y estaba en el albero de Sevilla. Pero una estocada defectuosa se llevó por delante lo que pudo ser un premio mayor. El que le hacía sonreír.

Pero fue el único, dicho está. Porque a un Ginés Marín que todavía no se le conoce el error esta tarde no creo que le haga mucha gracia haberse quedado en vuelta al ruedo cuando esté montado en el avión, camino de Aguascalientes. Ginés acertó eligiéndole los terrenos al tercero, un funo obediente y bobalicón al que logró mantener en pie y embistiendo sin que nada de lo que mostraba pareciese tener transmisión alguna. Hasta la espada cayó en el lugar adecuado para derribar al de Garcigrande de forma fulminante.

Aún le quedaba una lección de perfección en las formas al torero de Olivenza, y fue con ese zambombo sexto de hondo corpachón y cabeza pequeñita. De esos que embisten en esta casa de vez en cuando por aquel goterón de Amelia, pero que no fue el caso con el de hoy. Manso desde que salió, desentendido de salida de trapos y cuerpos, no se pudo resistir, sin embargo, a seguir el trapo que le ofrecía Ginés con el sitio siempre ganado. No se puede colocar mejor un tipo para torear a un manso. Ni a un bravo, tampoco, pero es que con el manso con peligro se pone la vida en juego sin que se percate el tendido, como le pasó con el sexto. Pero como está en ese momento en que todos saben que puede con todo, logró que, al menos, se tradujese su esfuerzo en una vuelta al ruedo.

Cayetano no logro ni una triste ovación. Ni una palma pudo hacer suya con el lote más desagradecido, más manso y más hueco, quizá, de cuantos se han sorteado en la feria. Faltó material, incluso, para que Sevilla se percatase de su presencia.

Mañana, más. Y es lo mejor que se puede decir.

FICHA DEL FESTEJO

Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Feria de Abril, décima de abono. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada.

Toros de Garcigrande, muy desiguales de presencia y tipo. Noble y suavón el colorao primero, carente de fuerza; sin fuelle, pero con gran fondo de clase, el segundo; Obediente y noble sin una brizna de transmisión, el tercero; deslucido y vulgar el hueco cuarto; codicioso y con emoción el castaño quinto; manso, desentendido y con peligro, el sexto.

Cayetano (nazareno y oro): silencio y silencio.

Emilio de Justo (negro y oro): oreja y ovación.

Ginés Marín (pistacho e hilo blanco) silencio y vuelta al ruedo.

FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA

Fotogaleria Sevilla 16 4 2024