Por Marco A. Hierro / Foto: Diego Alais
La Maestranza ha vuelto a albergar toros en su seno y eso es para estar de enhorabuena. Pero, como se suele decir en la era post pandémica a la pregunta de ¿qué tal?: bien, si no entramos en detalles. Porque en realidad lo importante es estar bien, pero el adjetivo implica en castellano una comparación que muchas veces no percibimos. Se puede estar bien, muy bien o bien a secas, pero en cualquiera de los tres casos partimos de una referencia, que es la que nos marca la diferencia entre estar bien o mal. Por eso hay ocasiones -la de hoy lo es- en que debemos preguntar: ¿Comparado con qué?
Porque la oreja que ha cortado esta tarde Andrés Roca Rey y la actitud que ha derrochado toda la tarde nos llevan, por fuerza, a decir que la suya ha sido una tarde de estar muy bien. Pero ¿comparado con que? ¿Con lo demostrado en otras tardes y en otras plazas esta temporada? ¿Con el torero que recordábamos pisar el Baratillo y estar a punto de cortar un rabo? ¿Con la imagen que todos tenemos en la cabeza que puede llegar a ser el peruano? En ese caso, Andrés sale bien parado. Ha aprendido el peruano a no exprimir pronto a los animales y a dejarles desarrollar, como lo hizo con el quinto de hoy, un mansurrón de Victoriano al que supo darle trapo y viaje largo para que le diese lo mejor que llevaba dentro. Y no le llevó la contraria, ni le obligó a entregarse, porque sabía que cualquier imposición supondría una respuesta fabricada con hiel. Lo convenció de que lo que hacía era realmente lo que quería y lo fue reduciendo hasta que ya no era nada cuando le dejó besar la taleguilla el peruano.
Porque, bien pensado, las armas de Andrés se basan mucho en los pies, y su apuesta por la quietud es un cheque al portador para el que llega como novedad. Pero cuando llevas ya varios años tirando de la taquilla con un argumento casi igual se te hace urgente indagar en tu tauromaquia para saber hasta dónde puedes llegar. Y eso nos lleva de nuevo a la pregunta, porque hoy paseó una oreja Andrés que dice que estuvo bien. Pero ¿comparado con qué? Y entonces es cuando te acuerdas del segundo.
Ese toro entipado, serio y cornalón de Victoriano fue, tal vez, el más sevillano de un encierro que de sevillano tenía el destino. Poco más. Ese sí la quiso por abajo, se entregó de los embroques en adelante y derrochó bravura desde que salió de chiqueros. Ese sí fue propicio para hacer el toreo. Y es de ser muy poco honesto decir que no lo hizo Roca Rey, porque supo elegir los terrenos, tocar con la sutileza precisa, embarcar con insultante facilidad y vaciar el muletazo cuando habían transcurrido metros y segundos suficientes para que rugiese el olé. Muy por encima de la media en cuanto a capacidad lidiadora y a poder si lo comparamos con la mayoría del escalafón. Pero esta tarde no estaba con él la mayoría del escalafón. Y ahí la comparación se sostiene peor.
Al lado estaba el Morante más Morante de cuantos firmaron una temporada completa desde que se doctoró en Burgos. Estaba el torero que ha comprendido que la inmovilidad de la fiesta la está llevando a la defunción y quiere aportar su granito de arena antes de que los años lo aburran de gente que lo quiera ver en el andamio. José Antonio es, hoy por hoy, el torero por el que más lejos viajan más aficionados al toro. Y hoy, cuando los guadañazos de genio que tiraba el cuarto le pasaban por la hombrera y él se la echaba como si fuera bueno, surgió de repente una serie de mano diestra que le reventó las entrañas al personal. Y entonces volvió la pregunta. ¿Comparado con qué?
Porque sólo cuando se tiene valor por arrobas -pese a lo que quieran creer- se pasa uno tan despacio por delante de muslos y vientre las dos leznas que lucía ese cuarto. Pero no estaba el valor en ello, sino en que todo en el sevillano, mientras pasaba la fiera, era perfecta naturalidad. Y eso no luce tanto entre el público como dejárselo venir de lejos hincado de hinojos en el albero, pero el que de verdad ve lo que sucede en el ruedo, sabe que no hay tres toreros capaces de hacer lo mismo en el escalafón actual. Y es eso lo que convierte a Morante en Morante, no el personaje que él crea a su alrededor. Los detalles de esta tarde, sin ser la mejor de su campaña, fueron más rotundos que el toreo regular y macizo del peruano. Por eso es importante saber, cuando preguntamos cómo han estado, saber con qué lo estamos comparando.
Sirva el ejemplo del quinto, toro loco por irse de las telas en los primeros tercios, mansurrón y sin entrega, pero propicio para redondear su embestida en su permanente huida hacia adelante. Eso lo leyó Pablo Aguado como si lo llevase el toro escrito en la cara y se fue a hacerle el quite deletreando las chicuelinas como si no fueran éstas el quite más manoseado de la historia del toreo. Y se fue de la plaza hoy con dos silencios y cojitranco de una rodilla, pero en ese momento fue el tipo que obligó a responder a su gesto al peruano que más manda. Y se pasó éste por la mismísima bragueta la llegada incierta del mansurrón sin un mohín y sin un ruido, pero dijo mucho más el que lo sintió en las tripas que el que lo enseñó a La Maestranza porque en el toreo, que es más de sentir que de analizar, suele llegar más adentro lo que menos puedes explicar.
Y, hablando de explicar y para terminar la crónica, la desgracia de quedarnos por un tiempo sin un torero como Aguado la están llorando a estas horas muchos empresarios que lo tenían contratado, pero esta siempre es una oportunidad para comparar a los que menos escaparates pisan con los que no se escapan del flash. Por eso escucho los gritos de toreros como Alejandro Marcos para ocupar el puesto de Aguado mientras no pueda torear. Empezando por el martes en su plaza de Salamanca…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Primera de abono. Feria de San Miguel. Lleno de no hay billetes dentro del aforo permitido.
Toros de Victoriano del Rio y Toros de Cortés (sexto). Desiguales de presentación y juego. Medidos de fuerza y raza. Destacó el bravo y enclasado segundo. Flojo, desrazado y deslucido el mansurrón primero; entregado, enclasado y boyante el bravo segundo; noblón sin transmisión el soso tercero; mansurrón y rajado el grandón cuarto; repetidor y de largo viaje el quinto; protestón y geniudo el complicado sexto.
Morante de la Puebla (pizarra y oro): Silencio y ovación con saludos desde el tercio tras aviso.
Roca Rey (blanco y oro): Oreja y vuelta al ruedo tras aviso.
Pablo Aguado (negro y plata): Silencio y silencio tras aviso.
Incidencias: Sonó el himno nacional tras romper el paseíllo. Ovacionada resultó la terna antes de la suelta del primero de la tarde. Saludó Juan José Domínguez en el segundo, Iván García en el tercero y Viruta en el quinto.