LUCAS MORALES / FOTOGALERÍA: MIGUEL MORALES
Personalmente siento que a los toros como evento, lo están elevando a una categoría numérica, donde todo se haga más fácil de explicar. Por ejemplo, erróneamente muchos han querido hacer del trapío un asunto de números, o una ecuación donde dado un número y una variable, se hace una operación matemática en la cual resulta que si despejamos los kilos nos da igual al trapío (Kg = trapío). Hoy por ejemplo vimos un encierro de Juan Bernardo Caicedo, con toros que imponían presencia en el ruedo, bien presentados, con cuajo, cara, armonía, empaque, hondura… trapío. Pero si lo llevamos a los fríos números estamos hablando de una corrida con romana promedio de, apenas, 475kg.
Hoy a Castella nada habrá que reprocharle, vimos a un torero dispuesto. Con lo que no contaba era con esa falta de suerte en el sorteo, que, lo dejó sin suertes en la mano para resolver ante dos toros tan distintos entre si, que ni el mismo hierro llevaban. A su primero un precioso jabonero, lo recibió con seriedad y empaque en el capote. Un toro que avisaba que su mejor lado era el izquierdo y que por el derecho había mucho que enseñarle. Lastimosamente Navideño resultó siendo un alumno distraído que nunca se entregó, y que salía de cada tanda buscando en el tendido algo que evidentemente nunca encontró. En su segundo, un sobrero de La Torre, a quien cariñosamente llamaremos NN, El francés fue todo voluntad y ganas de cortar trofeos que validaran su presencia en una plaza que evidentemente es suya. El mal uso de todos los aceros lo privaron de sumar en su contador personal; pero jamás lo alejó del cariño de una afición que lo quiere y lo respeta.
La demostración matemática de por qué uno más uno es dos, se puede encontrar en cualquier libro de algebra, no obstante para los toros, me quedo con Joaquín Sabina, y es que dos no es igual que uno más uno. Y eso lo digo, porque a pesar que el torero local Sebastian Ritter sólo cortó una oreja, se podía sentir que una posible puerta grande venía en camino, por la vía de la suma. Sería necio y desobligante no reconocer la buena tarde que tuvo el paisa. Sin embargo (y no es el de Sabina), pienso que cuando se decide ser artista, en un arte donde tu compañero de escena siempre es nuevo y con el que no tienes la oportunidad de ensayar, el guión no debería ser el mismo. En los dos toros vimos un poco de lo mismo. Arrojo, voluntad, valor, y todo lo que suene y se acerque al torero de las distancias extremadamente cortas. Pero, cuando Ritter, plantó faena, puso la muleta, citó de lejos y embarcó muletazos y tandas largas se pudo evidenciar la conexión con el tendido que pidió con fuerza la oreja de Volador, su primer toro al que tímidamente se le pidió el (exagerado) indulto. Con su segundo, la Macarena le entregó un cariñoso reconocimiento al caer Gorrito.
Lo que pasó en el primer toro de Roca Rey no tiene explicación desde ninguna ciencia. No hay números, ni ecuaciones ni nada donde pueda uno saber por qué le robaron descaradamente algún trofeo. Una faena grande de inicio a fin. Soberbio con el capote, poderoso con la muleta y efectivo con la espada (tras un pinchazo). El único que no advirtió esto fue la persona que hacía las veces de presidente que ignoró, no sólo la faena del peruano, sino también a toda una plaza pidiendo los trofeos. Ya ante Melocotón, el sexto y el mejor presentado de todo el encierro, que por cierto era el sobrero. El peruano se dejó contagiar (creo yo) de las malas decisiones de otras personas que quieren más protagonismo del que deberían tener, por esta razón no pudimos ver nada de lo que poco a poco este torero está acostumbrando a la afición paisa. Todo quedó en trámite y tras un pinchazo y una espada entera se cerró el telón de la primera de abono en Medellín.
FICHA DEL FESTEJO
Medellín, 27ª Feria de la Macarena. Sábado 27 de enero. Primera corrida. Tarde primaveral. Tres cuartos de entrada del sector de la plaza habilitado. Se lidiaron toros de Juan Bernardo Caicedo (Torrestrella, Jandilla), disparejo en presentación y justos de fuerza, salvo el tercero que fue el que más embistió; y uno de La Torre que remendó el encierro, de fenotipo desproporcionado y aceptable juego.
Sebastián Castella (tabaco y oro): silencio y palmas.
Sebastián Ritter (sangre de toro y oro): oreja y silencio.
Andrés Roca Rey (hoja seca y oro): vuelta tras petición (bronca al palco) y silencio.