TEXTO Y FOTOS: EMILIO MÉNDEZ
Otra de las corridas estrella de la Feria del Pilar era la que tenía lugar en la tarde de este viernes en la plaza de toros de La Misericordia, un festejo en el que hacían el paseíllo Enrique Ponce, Diego Urdiales y Miguel Ángel Perera frente a un encierro de Puerto de San Lorenzo. Al finalizar el paseíllo sonó el himno nacional en el día de la Hispanidad.
Fue suave, pulcra y con mucho contenido técnico la faena de Enrique Ponce al noble primero, un buen toro de La Ventana del Puerto que le soportó tandas ligadas y de mucha estética al valenciano. Un toro ovacionado en el arrastre que protagonizó momentos de mucha humillación para que la transportase Ponce con suavidad. Al final el palco denegó una oreja pedida por unanimidad, volviéndose a hacer protagonista sin que nadie le invitase.
Al segundo lo saludó Urdiales con verónicas de gran fuste y buena acogida en el tendido, que coreó siempre los lances, predispuesto con el riojano. Y no quiso defraudar Diego, que supo iniciar con la muleta con trincheras de mucha torería, con la cabeza siempre despejada para darle lo que pedía la movilidad del animal. Hubo momentos de gran verdad del riojano, que hasta le pudieron costar un susto. Un pinchazo previo a la estocada dejó el premio en ovación.
El toro grandón que salió tercero también guardaba proporciones de belleza en su morfología, y tuvo la cualidad de la clase y de la entrega, pero esa fue también su rémora, porque le restó fondo físico para soportar la faena. Y eso que Perera le aportó máximo temple, máxima suavidad, y máximo vuelo, en naturales que tuvieron el trazo larguísimo y tanta ligazón como le permitió el de El Puerto. Perfecto en el planteamiento, no le tocó la muleta el toro ni una sola vez en una faena larga que siempre fue a más en la intensidad y en el fondo. El fallo con la espada, sin embargo, dejó en palmas el asunto.
La faena de Ponce al cuarto fue una de esas que tanto le gustan al valenciano, repetida una y mil veces con toros de fuerza tremendamente justa y calidad desbordante. Este cuarto tuvo ambas. Protestado el toro en los primeros tercios, pidió calma Enrique al verle la calidad al de El Puerto. Y a partir de allí llegó el toreo de supremo mimo, a media altura, convenciendo de embestir a un animal de derramó nobleza y calidad en la muleta del de Chiva. Ligazón, ritmo, transmisión al tendido, que vibró con los muletazos de Ponce. Todos menos el presidente, que volvió a dar la nota dejando en una lo que era un cantado premio doble.
Con el quinto tuvo que salir la versión lidiadora y capaz de Diego Urdiales, que se enfrentó con la embestida sucia y de cara suelta del toro de El Puerto. Le dio suavidad y no redujo la brusquedad el animal; le dio firmeza y le protestó en cada arrancada. Solo la firmeza y la vergüenza torera de Urdiales pudieron hacer que se sobrepusiera el riojano al lote tal vez más deslucido de la corrida salmantina. Aún así, saludó una ovación Urdiales.
Cuando salió el sexto a la plaza Perera tenía claro que era el toro con el que lo iban a ver. Desordenado y hasta desentendido en los primeros tercios, cansino y como dormido. Pero se vino el animal arriba en banderillas, donde saludó Ambel tras dos sensacionales pares de banderillas. Pero en la muleta fue una brasa el de El Puerto. En los medios lo esperó Perera, con dos cambiados de máximo compromiso y mínimo espacio entre los pitones y él. Tranquilo, con la serenidad del que se sabe superior con un toro que termina de romper. Por abajo los flecos, por debajo de la pala el vaciado y por encima la exigencia, siempre a más, igual que el toro, en un trazo larguísimo que nunca le dejó tocar al animal. Sincero y preciso el arrimón final, con la voluntad del animal ya conquistada y la quietud al máximo. Lástima de la colocación defectuosa de la espada, que emborronó una faena de alto calado. Oreja.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Misericordia, Zaragoza. Octava de la feria del Pilar. Corrida de toros. Lleno.
Toros de Puerto de San Lorenzo. De clase y nobleza el buen primero; con movilidad pero con aspereza el segundo; de gran clase y feble fondo el noble tercero; de gran clase y la fuerza justa el buen cuarto; desordenado y defensivo el quinto; con transmisión y boyantía el bravo sexto.
Enrique Ponce, vuelta al ruedo y oreja.
Diego Urdiales, ovación y ovación.
Miguel Ángel Perera, palmas y oreja.