Con mucho calor y un tremendo bochorno se llenó por la mitad la plaza de toros de Torrejón de Ardoz en el regreso a los ruedos de Fortes después de un año convaleciente. Junto a él, Antonio Ferrera y Daniel Luque, con una corrida de Buenavista esperando en chiqueros. El paseíllo se realizó en silencio, en señal de respeto y de recuerdo por el tristemente desaparecido maestro Andrés Vázquez.
Ferrera tapa los defectos del primero y cobra una oreja
A pesar de lo suelto que salió el primero, bastó que pasará una vez por el capote azul de Ferrera para quedarse y meter la cara con ritmo e intención, permitiendo que el extremeño dibujada un buen ramillete de verónicas acompasadas, rematadas con una media de cartel. No apretó mucho el cómodo toro en el caballo, pero cumplió en los primeros compases, antes de que Antonio brindara su labor al reaparecido Fortes. Si perder su condición de suelto, Antonio supo sujetarlo en la muleta, dejándosela siempre en la cara y sometiendo por bajo, cosa que protestó el mansito, aunque su movilidad y prontitud eran suficientes para un Ferrera lleno de argumentos. Variedad, firmeza, temple, capacidad de improvisación y, sobre todo, mucho sentido de la lidia, fueron los que más brillaron, pues con ellos tapó los varios defectos de un toro que, de cara al público, fue mucho más que potable, pero que en la arena no aportó demasiado, aunque obedeció al buen trato del torero que, tras una efectiva estocada, cobró la primera oreja de la tarde.
Luque sigue su arrolladora marcha: dos orejas al segundo
No prometía mucho la salida del segundo, también manseando, queriéndose ir, sin meter la cara y descomponiendo hasta las chicuelinas del quite de Daniel Luque, que no dudó ni un segundo en, ya muleta en mano, someterlo con una autoridad pasmosa con los doblones del inicio. Apabullante. Sin darle tiempo a la renuncia, el sevillano lo empapó de muleta, siempre por abajo, siempre en la cara, siempre templada, siempre mandón. Así cayeron varias series ligadas por ambos pitones, más sólidas por en derecho y el toro no tuvo más remedio que obedecer. De hecho, en algún natural, hasta terminó embistiendo como si fuese bueno. Eso sí, siempre que hubo una pausa, se quiso ir dejando la cuchara en el sitio. Pero Daniel, este Daniel, ya no deja que ningún toro se le vaya sin exprimirlo al máximo, por eso le buscó al abrigo de las tablas y expuso lo suyo en busca de ese último resquicio de embestida. Por eso, en las luquesinas del cierre, se llevó una voltereta, por no renunciar a su sitio, aunque este estuviera en la ruta de evacuación del huido toro. Sería faena de Luque, que suma y sigue en su tónica arrasadora. La estocada cayó entera y las dos orejas no se hicieron esperar.
La espada deja sin premio el regreso del Fortes de siempre
Volvía Fortes a vestirse de luces tras un largo calvario de percances y lesiones que le han tenido alejado de los ruedos tanto tiempo, sin embargo, una vez salió el castaño de Buenavista, todo quedó atrás. Saúl se dobló en verónicas semigenuflexas, tan torero como siempre, más allá de que el toro no terminará de tomarlas con franqueza y terminará clavando los pitones en la arena para dar una vuelta de campana. Fue en las mayestáticas y ajustadísimas chicuelinas del quite donde se evidenció que la firmeza y ese sitio que pisaba antes de que todo pasara seguían intactos. La media fue un monumento. El brindis a su esposa encerraba todo el apoyo de su familia y el sufrimiento de tanto tiempo lejos del toro. Entonces vino lo importante, porque Saúl apostó de verdad con un toro que fue exigente en el trato, pues pidió sitio, distancia, altura y toque específico para entregar una embestida potable, ni siquiera buena del todo, porque siempre repuso y supo lo que se de baja atrás, protestando a veces y otras renunciando a seguir tras el embroque. Pero Fortes, perfecto en su colocación, se plantó frente al toro para darle lo que pedía y robarle muletazos de gran mérito, algunos tan profundos como encajados. Pero además arriesgó y ganó el paso para cargar la suerte sin perder el sitio, llegando a cobrar una fea voltereta, encunado por los pitones, por no renunciar a su sitio. El toro no agradeció la apuesta y se hizo más áspero en sus embestidas, sin que eso amilanara al torero. Fueron los pinchazos los que dejaron sin premio su esfuerzo tras el aviso.
Esfuerzo sin premio de Ferrera con el vacío cuarto
La falta de raza del cuarto se hizo notable desde que pisó el ruedo, pues poco caso hizo de los capotes, por mucho que Ferrera le buscara para encelarlo. Lo más vistoso fue el quite con el que lo sacó del peto, pero tras el que una vuelta de campana terminó de demoler las escasa fuerzas del animal. Aún así, en un arreón en banderillas, se llevó por delante a Javier Valdeoro, que tuvo que ser trasladado a la enfermería con visibles gestos de dolor. Mientras tanto, Antonio tuvo que sacar toda su capacidad lidiadora, primero para aliviar la escasa condición física de un toro, por demás, de muy regular presencia, y luego para meterlo en una muleta que no le generaba mayor interés. Por eso fue, al final, una faena de picar mucha piedra, de pulir aquí, mimar allá, someter sin afligir, y acompañar cuando encontraba una embestida potable. Por eso se hizo escaso el brillo, más allá de que Ferrera siempre supo qué hacer. Las palmas agradecieron su intención tras descabellar al toro.
Oreja a otra demostración de capacidad de un Daniel Luque soberbio
A su aire, queriéndose colar, sin fijeza ni celo salió el descastadi quinto, que el los primeros tercios no se centró con capotes, petos ni toreros. Sólo Luque una vio en él alguna posibilidad, porque nadie en la plaza habría apostado un duro por el toro. Y el sevillano lo fue haciendo poco a poco, acariciándolo a su altura, con delicadeza, pero sin dejar de lado la autoridad para obligarle a quedarse cuando se quiso ir. Lo ve claro Luque, que encuentra toro en todas partes. La media altura y esa distancia precisa, con toques firmes más no violentos fueron claves a la hora de fijar al manso, de convencerle, no ya para que viajara completo en los derechazos, sino para que repitiera con ritmo. Hasta cinco muletazos le ligó en una serie que parecía imposible. Luego insistió por el izquierdo, esta vez con menos éxito, pues el toro ya no quería nada más, y aún así, alguna embestida más le robó Daniel para dibujar un par de bonitos naturales. La espada, certera, le entregó una oreja más para cerrar una tarde que fue una verdadera demostración de capacidad.
Una oreja premia el sólido regreso de Fortes en Torrejón de Ardoz
Mejor intención de tomar las telas tuvo el sexto, que colocó bien la cara desde el principio y empujó con su escasa corpulencia, más allá de algún evidente problema de locomoción que pudo restarle clase a sus francas embestidas. Fortes lo recogió bien a la verónica, pero fueron las gaoneras del quite las que exaltaron el ánimo del tendido, pues si el toro tuvo calidad, también es cierto que no transmitió demasiado y fue el torero el que tuvo que ponerle emoción a la faena. Entonces, muleta en mano, Saúl decidió pasárselo cuán cerca fuese necesario sin forzar nunca su natural postura, jugando los vuelos con suavidad y recortando las distancias cuando el fuelle del noble se fue apagando. Ideas claras de un torero necesario, que dejiun par de naturales soberbios, un derecha o inmenso y un pase de pecho desgarrado como cumbre de su fanea, pero fueron los ayudados por alto del final los que se convirtieron en un torerísimo regalo antes de la estocada, un golp de descabello y una oreja de Ley.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Torrejón de Ardoz, Madrid. Corrida de toros. Media entrada.
Toros de Buenavista. Manso y deslucido, pero con movilidad sin entrega fue el primero; manso y rajado el segundo, pero no tuvo más remedio que obedecer al mando de la muleta; exigente, aunque sin franqueza el tercero; sin raza, fuerza ni clase el cuarto; manso, remiso y deslucido fue el quinto, que terminó obedeciendo la mando del torero; noble y franco en sus malandadas embestidas fue el sexto.
Antonio Ferrera: oreja y palmas.
Daniel Luque: dos orejas y oreja.
Fortes: silencio tras aviso y oreja.
FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ