Juan Ortega, Andrés Roca Rey y Manuel Román, que toma la alternativa hacían el paseíllo, este domingo, en el cierre de la Feria la feria de la Salud de Córdoba, lidiando un encierro con el hierro de Domingo Hernández.
Manuel Román se queda en los detalles con el profundo toro de su alternativa

Un tacazo era el toro de la alternativa de Manuel Román en Córdoba: bajo, de mano corta y sien estrecha, musculado, pero no regordío. Todo lo quiso por abajo, pero le faltó ritmo al toricantano en las vernonicas del saludo, pese a tener al tendido con él. Buena la pelea del toro en varas, empujando con riñones en un castigo demasiado agudo. Fue para Roca Rey el brindis tras la alternativa, tal vez agradeciendo que llenase la plaza en su doctorado. A esas alturas ya había soltado un poco los nervios, y los doblones del inicio le templaron la intención al de Domingo Hernández. Tuvo fijeza, obedeció a los toques y acudió por donde lo citasen, pero demandaba más compromiso y más sinceridad para que la faena no quedase -como quedó- en agua de borrajas. Pinchó, además, antes de la gran estocada que tiró patas arriba al animal, y se pidió una oreja excesivamente cariñosa para el torero local que el presidente no tuvo más remedio que conceder.
Juan Ortega paladea el toreo con el gran segundo para que se le entregue Los Califas

La forma en que Juan Ortega le meció el capote al segundo en el saludo a la verónica, parsimonioso y solemne, fue sencillamente magistral. Era escasa la fortaleza que mostraba el animal, pero la clase que derrochaba la transformó el sevillano en un quite por delantales para colocar de nuevo al toro en el penco. También fue excelente la lidia en banderillas de Miguel Ángel Sánchez, que lo arregló todo en cuatro capotazos preñados de mimo. Torerísimo fue el inicio de faena de Ortega, doblándose con un animal que iba sacando la profundidad casi sin haberse metido aún con él. Limitado en el poder el castaño, obedeció a los toques sin renunciar a ninguno. Muy despacio Juan, sin prisa, sin urgencia por el triunfo, sino buscando degustar la embestida enclasada. Cuando se fue a por la espada ya estaba la plaza entregada con él, pero la estocada, ejecutada a la perfección, fue suficiente para culminar una obra premiada con las dos orejas.
Un pinchazo emborrona una profunda faena de Roca Rey al gran tercero, pero lo desoreja

El tercero era un zapato. Con sus manitas cortas, su musculada caja y su armonía de hechuras, se lió a embestirle a Roca Rey en el saludo de verónicas muy lentas que varió con alguna chicuelina. Precisamente por chicuelinas fue el quite que le dejó al animal antes incluso de que salieran los picadores. Se gastó el toro en el peto, más por su propio empuje y celo que por el castigo. Saludó en banderillas Antonio Chacón tras dos pares muy bien vendidos y coreados. Como el brindis de Andrés a José Luis Moreno en su plaza. Fulgurante fue el inicio del peruano, que se hincó de rodillas para pegarle cambiados en el tercio -en uno de ellos, casi se lo lleva puesto- y terminó el inicio sin solución de continuidad, haciendo el toreo de rodillas tan encajado como de pie, con un animal de embestida deliciosa. Siempre en alto el trasteo, sin desfallecimiento de pases, tan largo al natural que duraban una eternidad. Todo despacio, todo sin la mínima crispación. Con un tranco más en el final del muletazo gracias a un ligero toque para que no se parase, cuando ya llevaba 20.000 muletazos. Y nunca paró. Ni cuando sonó el aviso toreando aún, con las bernadinas ceñidísimas del epílogo. Pero lo pinchó, y la estocada posterior solo dio para una oreja.
Juan Ortega malogra con el acero una faena de puro mimo al cuarto
Más bastó de tipo era el cuarto, castaño oscuro, que salió más revoltoso en el percal y le vino superior el primer puyazo para atemperar su brío. Luego lo redujo Ortega en un quite por tafalleras que fue puro mimo, rematando con una media escandalosa. Fantástico el sevillano con el capote. Con la muleta continuó la actitud de mimo de un Ortega que supo usar los estatuarios para darle confianza a la acometida del toro, que acudía como los anteriores, pero gozaba de la misma clase, y tendía a cambiar el pitón en mitad del muletazo, desluciendo un poco el conjunto. Al natural buscó la excelencia Juan, pero tenía que encelar primero, y los berridos del tendido distinguían a la perfección los naturales que lograba. Más liviano en el final, con el tiro pidiendo aire, dejando cuatro o cinco molinetes encadenados de mucho sabor. Pero no quiso entrar la espada, y perdió la mitad de un botín que pudo haber sido de cuatro orejas.
Roca Rey impone su autoridad a la falta de viaje del quinto
Otra pintura era el negro quinto, que humilló con intención en el capote que manejó Andrés Roca Rey con mucha suavidad para no quebrantarle la condición. Viajaba menos largo el toro que sus hermanos, pero arrancaba siempre con celo. Tanto que fue emotiva la forma de embestirle a Viruta en un gran par de banderillas tras el que hubo de saludar. Esta vez fue al público el brindis del peruano, ceremonioso a la hora de alcanzar el centro del ruedo. En el inicio comprobó Andrés que había que echarlo muy para adelante, porque le costaba llegar hasta el final del trazo, a pesar de que era emotiva la forma de arrancarse. Lo esperó mucho Roca Rey, le consintió en la línea recta y le fomentó el celo en los finales alargando mucho el brazo en la línea recta. Así fue ganando viaje hasta conseguir que la siguiese sin pararse. Distraído en los finales, es verdad, pero viajando hasta el último muletazo. La estocada, hasta las cintas, emborronada con un fallo de cruceta, arruinó su pleno de orejas en la tarde.
Manuel Román deja una faena de mucha ligereza para rematar la tarde
Cuando Manuel Román se abrió de capote con el sexto, había transcurrido más de dos horas desde su primera actuación. Dejó un alegre toreo a la verónica en el saludo a un toro que escuchó algunos pitos en cuanto a su presencia. Cumplió en el jaco el toro y luego le echó mano en banderillas a uno de los banderilleros de Manuel Román. Ligero anduvo con la muleta el cordobés, aprovechando la prontitud y la nobleza de otro buen toro de Domingo Hernández , con el que faltó ceñimiento. Y estructura. Y cabeza fría para aplicarle un poco más de asiento y algo más de temple que pinturerías. Mal con los aceros, se quedó con una cariñosa ovación de despedida.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Los Califas, Córdoba. Tercera, y ultima de abono de la feria de la Salud. Corrida de toros. Lleno.
Toros de Domingo Hernández. De máxima fijeza, calidad y entrega el buen primero; de mucha clase y entrega el segundo, con el poder escaso; incansable el entregado tercero, extraordinario; encelado y con son el cuarto; de fijeza y fondo el quinto, de medio viaje y rajado al final; una máquina de repetir con entrega el sexto.
Juan Ortega, de tabaco y oro: Dos orejas y ovación
Andrés Roca Rey, de azafata y oro: Dos orejas y ovación tras aviso
Manuel Román, que toma la alternativa, de sangre de toro y oro: Oreja y ovación tras aviso
FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA