LLegaba el cartel más esperado de la feria y, con él, la mejor entrada de lo que va de ciclo para ver a Andrés Roca Rey y Pablo Aguado enfrentarse en un ruedo madrileño, aunque no sea el de Las Ventas.
Roca Rey se impone al primero y al ambiente opaco tras la cornada a Domínguez
El hierro de Vegahermosa llevaba el primero de la tarde, que hizo caso omiso desde el inicio del capote de Roca Rey. Y fue el propio peruano el que invitó a salir a Aguado a hacer un quite, y fue por verónicas, con el toro viniendo por dentro y desluciendo la foto. Después se echó el capote a la espalda para responder con un quite muy quieto y limpio por saltilleras. Horrible fue la cogida de Juan José Domínguez en banderillas, cuando perdió pie al clavar y el toro lo levantó del suelo de muy mala manera, con el pitón dentro del chaleco. Quedó un malestar evidente en el ambiente enrarecido, del que emergió Roca Rey para soplarle estatuarios y sacarlo por delante y por detrás con pasmosa seguridad. Pero fue aún mejor cuando el toro fue claudicando al poder del peruano, que fue cuando lo cosió a la mano diestra y terminó entregado el animal al ritmo del peruano. Mucha pureza la de Andrés, que fue paseando su gobierno muy de frente por delante de la cara del animal. En un momento en que acababa de cornear a su peón de confianza. Una estocada desprendida terminó con el toro. Ovación.
Aguado estrella su calidad con la mansedumbre desentendida del segundo
Correoso fue el segundo de Jandilla de salida, un animal que ya atisbó de salida que quería tablas. Y lo volvió a poner de manifiesto tanto en el quite por chicuelinas de Roca Rey como en la respuesta de Aguado por verónicas hacia las tablas, zona donde quería refugiarse. Debía estar presto Aguado en faena para no dejarle pensar, y los tiempos muertos que le dio entre muletazos y tandas no le hicieron bien porque, al final, terminó rajándose soberanamente. Pasó las de Caín con la espada y el descabello. Silencio tras dos avisos.
Roca Rey cuaja a placer al buen tercero de Garcigrande, al que desoreja
Sueltas pero de buen trazo fueron las verónicas de Roca Rey para recibir al tercero, animal con la codicia y el motor perfectos para que Andrés hiciese el toreo de mano baja que el humillador animal le iba pidiendo y, aunque no terminó de cuajarlo por abajo, dio un espectáculo de valor y firmeza con él. Por cambiados en el centro primero en pie y luego de hinojos inició una faena en la que por ambas manos ligó al bravo de Justo, especialmente por una diestra con la que llegó con fuerza arriba. Final por circulares y espeluznantes bernadinas. Estoconazo y dos orejas.
Aguado borda el toreo de capa con el cuarto, que se hunde en la muleta
También de Garcigrande era el cuarto, un toro de imponente presencia al que Pablo Aguado le meció el toreo a la verónica por el pitón derecho con tremenda personalidad. Trazo ralentizado, como si torease con un trapito, con la mano de dentro metida hacia el otro extremo del percal, el de la mano de torear. Una fotografía del maestro Curro Romero se pasó por la mente de los presentes. Y volvió a hacerlo en el turno de quites, haciendo crujir las barrigas del tendido. Todo despacio, como el inicio ganando el paso y dejando el trapo en la cara, que ya no resultaba tan fija y viajaba suelta en el trazo, desluciendo el toreo delicado de Pablo. Y se fue agriando cada vez más, mientras intentaba Aguado no perder el paso de Andrés, pero el empeño del animal de agarrarse al suelo dio al traste con la esperanza del sevillano. Esta vez sí viajó certera la espada para escuchar ovación.
A Roca Rey se le rinde el feble quinto y queda sin premio
El castaño que hizo quinto, primero de los dos Cuvillos que hubo en la tarde, dejó casi todo el espíritu que traía en el capote de Roca Rey, que lo cuajó en un buen quite sin demasiado calado en los tendidos. Sí lo tuvo el tercio de banderillas que firmó José Chacón, con un tercer par de máxima exposición y estética que le hizo saludar. Pero se le quedó corto después, en la faena que brindó al compañero herido, porque la tremenda clase que lució el animal fue completamente inútil debido a la carencia de fuelle y de raza que sacó el toro. Abrevió Andrés. Silencio.
Aguado extrae las escasas embestidas de un sexto sin raza alguna y termina herido al entrar a matar
Con el sexto no pudo brillar Pablo Aguado con el capote porque no se entregó el de Núñez del Cuvillo. Y tampoco su desarrollo en los primeros tercios hizo presagiar las bondades del animal, que las sacó, sin embargo, para premiar la naturalidad y la parsimonia de Aguado. Y es que siempre buscó el sevillano su toreo, y quiso emplearse con su toreo de delicada expresión, pero el celo y la fijeza del animal iban a menos a zurdas. Final al ataque para terminar de exprimirlo sabiendo ya que no albergada premio, y una estocada tirándose a matar o morir en la que penetró el pitón en su muslo derecho mientras caía el animal.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros Palacio de Vistalegre, Madrid. Séptima de la Feria de San Isidro. Unas 3.,500 personas.
Toros de Vegahermosa (asperote pero a más en la entrega el primero), Garcigrande (de gran calidad y celo el humillador tercero, ovacionado; de cara suelta y agarrado al piso el deslucido cuarto), Jandilla (deslucido y manso el desentendido segundo) y Núñez del Cuvillo (de gran clase y escaso fuelle el quinto; noble y de bondad máxima pero sin raza ni celo el sexto).
Andrés Roca Rey (blanco y oro): ovación, dos orejas y silencio.
Pablo Aguado (negro y plata): silencio tras dos avisos, ovación y herido.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO