«Este tío está intratable». Esa era la frase en el patio de caballos después de una novillada en la que un torero con puya dejó dos puyazos de categoría especial al sexto. Dos más en el amplio historial de un joven picador de la nueva hornada; Óscar Bernal no es grande, no está gordo, no abulta y no tiene nada que ver con el prototipo de piquero de los 80 -afortunadamente superado, porque no son buenos los clichés-.
El charro interpretó su oficio, no lo ejecutó, porque supo torear con el penco para cuadrar al de González Sánchez-Dalp, citarlo con sutileza y sin aspavientos y dejar caer el palo, que no lo echa, de forma que el animal estuviera picado dos metros antes de llegar al peto. Magistral. Otra vez.
No se había quedado atrás Alberto Sandoval en el tercio al tercero, con un estilo similar de cite suave, penco adelante y palo abajo para coger al novillo arriba. Más espectacular es el de Luciano Briceño, que lo saca del codo para dejar arriba el palo. Efectivo, resolutivo.
Tres bregas sobresalieron en la tarde, y llevaron el nombre de Martín Blanco, con el tercero; de Morenito de Arles con el quinto; y de Óscar Ramos con el sexto. Todos ahorraron capotazos, dejaron colocados a los animales con a penas cuatro por tercio y dejaron a la eficacia de los banderilleros el segundo tercio. Eficaces fueron Javier Gómez Pascual y Juan Cantora, dos terceros de máxima solvencia.
La nota negativa, una auténtica mala suerte, la protagonizó El Legionario al picar al quinto, porque quiso la mala follá que quisiera irse el animal en sentido contrario de la vara, que resbaló por el lomo abriéndole un feo agujero en la piel. Ahora, el puyazo había caído en su sitio.
FOTOS: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO / JULIÁN LÓPEZ