MARCO A. HIERRO / FOTOS: LUIS SÁNCHEZ-OLMEDO
Llegaba, en este segundo domingo del mes de septiembre, el primero de los desafíos ganaderos programados para el final del estío en la plaza de toros de Las Ventas compuesto por los hierros de Saltillo y Juan Luis Fraile. A las seis y media en punto arrancaba un paseíllo compuesto por los matadores Octavio Chacón, Pérez Mota y José Carlos Venegas.
Tremendo de valor salió Octavio Chacón a saludar al primero, que manseó con insistencia, salió suelto y se quedó muy corto en las verónicas que le sopló el torero con mucho asiento. Lo colocó en largo al caballo y salió desentendido, y tuvo que ser en la raya del tercio donde acudiese para escupirse de nuevo. En el 7 y fuera de la zona habilitada hubo que picarlo mientras protestaba con la misma mansedumbre con que le echó el freno de mano a Octavio en el ralentizado y gustoso quite a la verónica. En la muleta fue una prenda, porque anunciaba embroque para desparramar la vista ya en carrera y venirse al pecho, sin que Chacón hiciese ni un mohín de incomodidad. De hecho le buscó las vueltas sin un ápice de crispación, lo metió en el trapo con seguro oficio y le robó derechazos que volaron más largos que el recorrido normal del toro. Todo asiento, todo seguridad ante la prenda dorada de Saltillo. Un tío. Pero falló con la espada ante un toro que se puso imposible y tuvo que quitárselo de en medio de un bajonazo para escuchar silencio tras aviso.
El primero de Juan Luís Fraile, que hizo segundo de corrida, tenía aspecto de vaca vieja; altiricón y escurrido de carnes, al menos humilló como única virtud en los primeros tercios. Porque se arrancó en la media distancia al caballo tres veces, pero pegando regates y llegando al penco por los pechos de la montura. Gran tercio de banderillas protagonizó Ángel Otero, obligado a saludar. En la muleta se le acabó la humillación en un pitónazo en el muslo al vencerse a Pérez Mota y se quedó sin virtudes. A partir de ahí fue un bregar del gaditano con la media altura, la revuelta sobre las manos y con ese saber lo que dejaba detrás del animal. Labor de entrar y salir, de pasar al que no quería pasar y de andar medio digno con el complicado animal. Mal con la espada, escuchó silencio tras aviso.
El tercero, de Saltillo, que lucía hechuras más de Ibarra, se le fue al cuerpo a José Carlos Venegas casi cada vez que le enseñó percal. Luego se fue al caballo en la media distancia para ni siquiera llegar y ya estar pirándose al sentir el hierro en cuatro ocasiones, y solo en la última quiso meterle riñón al jaco para que le zurrasen la badana. Cortó el viaje en banderillas y llegó a la muleta siendo un regalito. Pero los doblones de empujado toreo a dos manos que remató Venegas en los medios con un cambio de mano dijeron pronto quién mandaba allí. Porque se impuso con seriedad y firmeza a una embestida que comenzó buscando el brazo por encima del palillo y concluyó repitiendo embestidas en largo por el pitón derecho, donde tenía el misterio el animal para quien quisiera buscarlo. Y lo hizo Venegas, hundido el la arena y tragando quina en el primer tramo, en el que no sabías si embestiría al torero o al trapo. Lo mató de una estocada y paseó una oreja de mucho mérito.
Al cuarto, un toro esmirriado y cabezón de Juan Luís Fraile, le dudó menos Chacón con el capote de lo que lo hizo el toro en cada arrancada. Al caballo se arrancó desde ocho metros, pero fue más espectacular la carrera en los tres encuentros que la pelea del animal. Pero este no embistió dos veces igual en toda la faena, además de no pasar, reponer, revolverse buscar el bulto y soltar la cara con toda la protesta del mundo. Por lo demás… vulgar. Anduvo afanoso con él Chacón, que estuvo mucho rato en la cara pero no tuvo opción.
El quinto sacó hechura de Buendía en el mejunge morfológico de la corrida, y ni se entregó ni viajó largo en las verónicas que intentó proponer Pérez Mota y de las que tuvo que desistir. Apenas dos picotazos se llevó el animal en varas, ante las protestas de un público que ya estaba aburrido a esas alturas. Pero no esperaba nadie que le sacase el animal la humillada profundidad que le sacó a zurdas, y quiso Manuel cuajarla durante toda la faena, pero no era fácil llegar a tomarle el pulso a la arrancada de oro. Porque había que ponerlo en ritmo, había que quedarse y, sobre todo, había que templar y colocarse para el siguiente, y fue ahí donde no terminó de estar Pérez Mota. Mal con la espada, escuchó pitos.
El sexto, aplaudido de salida, tampoco fue el paradigma del toro de Juan Luís Fraile, y se desentendió de todo trapo hasta el tercio de varas, donde al menos se quedó en el peto mientras le aplicaban el castigo, pero tampoco fue pelea, y no hubo una en todo el festejo. Rabioso en la embestida, remontón tras los embroques y tobillero fue el animal en la muleta, en la que siempre estuvo con Venegas y no con su muleta. Incluso cuando le amarró el morro al suelo José Carlos y lo hizo viajar largo en una serie a diestras. También a zurdas le dejó destellos, más a cuentagotas, pero siempre con el peligro y la emoción presentes en el ruedo. Un pinchazo hondo y trasero y una estocada corta dejaron en silencio tras aviso su valoración.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Corrida de toros septembrina. Desafío Ganadero.
Toros de Saltillo y Juan Luis Fraile, manso y orientado el montado primero, que no humilló jamás, reservón y a la caza el complicado segundo, cambiante e irregular el tercero, aplaudido, revoltoso de cara suelta y complicaciones varias el cuarto, de aprovechable pitón izquierdo el quinto, aplaudido, rabiosillo y remontón el deslucido sexto.
Octavio Chacón, silencio tras aviso y silencio.
Pérez Mota, silencio tras aviso y pitos.
José Carlos Venegas, oreja y silencio tras aviso.