LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

La verdad de cruzar la línea


domingo 2 junio, 2024

Isaac Fonseca sale corneado y con una oreja y Espada con la cabeza rota en una corrida donde Juan Leal tuvo que estoquear cuatro toros

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Juan Leal hace una reverencia a la enfermería al abandonar el ruedo © Luis Sánchez Olmedo

Dicen que el toreo no tiene trampa, pero no es verdad. La tiene, como la tiene todo aquello que contenga una gatera para escaparse. Sin embargo, que exista o no exista esa trampa, es decisión del que viste de luces. Por eso cuando rondaban las nueve y media de una noche incipiente, y salían las cuadrillas de Las Ventas todas junto a Juan Leal, el francés se cuadró ante la enfermería, en señal de respeto, y dedicó una reverencia a la puerta cerrada que escondía la incertidumbre. Dos tíos habían pagado con sangre la decisión tomada.

Una cornada en la espalda; una cabeza rota. Todo ello con una de las corridas más serias y agresivas que se han lidiado en este ciclo, que sacó tanta clase en algunos ejemplares como correa en otros, porque la raza deviene en bravura o genio dependiendo de la cantidad de nobleza que guarezca el animal. Un bravo tercero se fue sin una oreja y pareció dar incluso para más; el áspero quinto, agresivo y amenazante, zarandeó como un pelele al que le clavó el talón en el suelo para no dar un paso atrás. Lo del sexto fue ya de viejuno, de cinqueño tan corraleado que podría hacer de guía en Las Ventas Tour, y que aprovechó el asiento de Fonseca para mandarlo al hule con una puñalada por detrás. Pero ese fue de Torrestrella y del ‘Jardín de las Delicias’ que guarda Floro en los corrales de Las Ventas.

Antes había sido el mexicano, el que se duele a estas horas del daño que hace un pitón, pero había degustado antes el sabor que tiene el triunfo cuando se logra en Madrid. Porque enlotó el mejor toro de un encierro de Pedraza que dio la cara y la cruz, pero que tuvo una nota notable. Y ese Liriquillo al que esperó arrodillado en los medios derrochó clase para reconvertir tres barrios chungos. Fue generoso en el compromiso Fonseca desde los derechazos que morían largos con las rodillas en el suelo, y quiso siempre cruzar esa línea divisoria entre la normalidad y el miedo. Porque le sobra arrojo y es consciente de cuáles son sus armas, pero a este tercero, además, lo pudo torear a compás. Ya lo había logrado, de hecho, en el saludo capotero, con las verónicas limpias, decididas y brillantes de uno que tiene claro a qué ha venido a Madrid.

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Tan claro lo tenía Isaac que a ese toro viejo de Torrestrella que cerraba plaza, que se emplazó en los medios, correteó después y retó con fruición a cuantos toreros vio en el camino, le echó los vuelos del percal muy por fuera para se dejara engañar, pero fue imponiendo su intención sobre la alegría del viejuno, exenta de humillación. Este no era igual que el otro, pero Isaac se lo hizo igual. Esta vez no se arrodillo, porque no se encomendaba a nadie más que a su muleta en la diestra. Vino el toro en la distancia, recogió su puñetazo a la altura del palillo, giró sobre el talón y volvió a ponerle el trapo para que lo volviera a golpear. No había clase, pero se movía, y eso lo tenía que aprovechar. Pero llegó el momento de zurda, y Fonseca juntó tobillos. Echó el vuelo al morro con decisión y arrojo, sin despegar las suelas de la arena, y fue despachando con cintura las camballadas que arreaba como si la estuviera tomando. Pero al rematar el de pecho, con intención de echar fuera el pitón diestro y criminal, esa misma guadaña del funo lo enganchó por la chaqueta y le hizo carne al caer sobre el pitón. Dramático.Los gestos de dolor del torero, que se sabía herido de gravedad, helaron la sangre en el tendido.

Y es que ya había tenido el pagano otro susto anterior, cuando se enterró Espada en la arena en el inicio al quinto. Estatuarios, voluntad y decisión para cruzar la línea en el cite de mano diestra; mala suerte para sufrir la zancadilla del toro en el de pecho, caer al suelo y ver cómo el animal lo enganchaba de los machos y lo arrojaba de nuevo al viento cual muñeco de trapo. Con la cabeza llegó a la arena, conmocionado y echando la mano a la frente, donde se veía la huella del choque frontal. Quería que lo bajasen, quería regresar al ruedo porque nada había pasado en el segundo que le valiera a él. Juan Leal esperaba por si podía el compañero regresar en pie. Pero no hubo responsable en la enfermería que pasase por alto las consecuencias de un traumatismo craneal.

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Y allí se quedó Juan Leal. En una tarde ingrata que le exigió matar cuatro toros, torear tres y ver cómo la profunda injusticia de los custodios de la fe se dejaba escuchar en el tendido de Madrid. No debe ser nada fácil. Tú con ganas de cruzar la línea, aunque sea con un toro descompuesto, reponedor, deslucido, desagradable… Tú deseando apostar el cuero y la grada protestando -no se sabe bien por qué- tu decisión. Bien es cierto que ya había agotado Juan los dos turnos que le cupieron y que se vió sobre la arena buena parte de su valor… y de su futuro, que tenía una criatura en casa y, de golpe, hace un mes le han venido otras dos. ¡Enhorabuena!

Quizá por eso comenzó su tarde yéndose a manchar el vestido por las rodillas a la puerta de los miedos, en un gesto que es mucho más simbólico ya que efetista. Lo importante fue después, cuando tiró de poder, que es mucho, y de arrestos para torear al noble primero, que embestía con la humillación a la mitad y sin transmisión que valiera. Pero es que tampoco fue agradecido cuando se metió en el toro Juan -además de que eso no suele gustar en Madrid-. Una estocada de premio fue lo mejor en ese final donde el tendido había decidido que estuvo demasiado delante del toro. El cuarto, vulgarón y a menos hasta quedarse sin vida, ni siquiera contó.

Pero sí lo hizo ese gesto de reunir a las cuadrillas, salir arropado por ellas y rendir su pleitesía a los dos compañeros que habían derramado su sangre por cruzar la linde del toro. Qué grandes son los valores que encierra este rito.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de  Las Ventas. 21ª de la Feria de  San Isidro. Corrida de toros. Dos tercios de entrada.

Toros de Pedraza de Yeltes, uno, el segundo bis, de Chamaco y otro el sexto, de Torrestrella. Noblón de media humillación el apagado primero; devuelto el segundo por flojo y soso y sin transmisión el noble segundo bis; enclasadísimo y de gran entrega el magnífico tercero; vulgarón y a menos el deslucido cuarto; reponedor y descompuesto el deslucido quinto; correoso y agresivo el sexto.

Juan Leal, silencio, silencio tras aviso y silencio en el que estoqueó por Espada.

Francisco José Espada, silencio tras aviso y herido.

Isaac Fonseca, oreja tras aviso y herido.

CUADRILLAS: Juan Carlos Rey, Raúl Ruiz y Tito se desmonteraron por la lidia y banderillas al tercero. Marco Leal hizo lo propio en el cuarto.

PARTE MÉDICO ISAAC FONSECA 

Herida por asta de toro en cara posterior hemotórax izq. con una trayectoria ascendente de 20 cm y que produce destrozos en músculos dorsal archo y paravertebrales, alcanzando y contusionando parrilla costal y apófisis espinosas dorsales. Puntazo corrido 1/3 superior muslo derecho.

Es intervenido quirúrgicamente bajo sedacion y anestesia local en la Enfermería de la Plaza de toros y trasladado posteriormente al Hospital Fraternidad Muprespa-Habana

Pronóstico Grave

PARTE MÉDICO FCO. JOSÉ ESPADA 

Traumatismo craneoencefálico occipital con scalp.Pronóstico reservado que le impide continuar la lidia. Es trasladado al Hospita| Fundacion Jiménez Diaz

Fdo. Máximo García Padrós / Máximo García Leirado 

FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Fotogaleria Madrid 2 6 2024