Conocí a Sebastián Palomo Linares en su finca «El Palomar” cuando ya no
ejercía su profesión, y con él evoqué en una larga conversación su trayectoria
y alguna de sus corridas en Las Ventas en los años setenta y ochenta y le
recordé una posterior a haber cortado el
rabo del toro «Cigarrón”, en la que parte de la afición de Madrid seguía
negándole su favor – o quizás por eso-, se echó encima del toro para que le
cogiera. Creo recordar que el toro era de la ganadería de Pablo Romero. Me
enseñó la cabeza del toro «Cigarrón” y los muchos recuerdos, fotos y trofeos
cosechados durante su vida, pero donde más énfasis puso fue en sus cuadros,
revelándome su pasión por la pintura y por este nuevo reto artístico. Desde
entonces, le traté con cierta frecuencia y comprendí la sabia reflexión de José
Luis Lozano, que siempre me dijo lo importante que había sido en el toreo y el corazón,
raza y temperamento que siempre acreditó. También fue él quien me describió con
minuciosidad la peripecia de la «guerrilla”, cuando «El Cordobés”- naturalmente
me refiero a Manuel Benítez- y Palomo Linares retaron al poder empresarial para
recorrer España al margen del circuito oficial.
Como como director de asuntos taurinos de la Comunidad de Madrid me cupo el
honor de ofrecerle en 2013 la sala Antonio Bienvenida de la plaza de Las Ventas para que expusiera sus
obras en una exposición – «esta es tu plaza, Sebastián, – le dije- cuando me
llamó para querer exponer”- y de ofrecerle un homenaje el 22 de mayo de 2015
con la colocación de un azulejo en los pasillos del tendido 1 que recordaba el
cincuenta aniversario de la gloriosa tarde de 1972 en la que salió a hombros
después de haber cortado las dos orejas y el rabo. Palomo estaba emocionado y
ese homenaje fue para él un pequeño desagravio a la mucha incomprensión que
algunos aficionados de entonces sintieron por su toreo y su personalidad. Palomo
no ocultó en sus palabras que tuvo que vencer esa animadversión y superar ese
recelo y nadie le pudo quitar el honor histórico
de haber sido el único diestro español de la historia que mereció el premio de
las dos orejas y un rabo por su actuación en el ruedo de la Monumental de
México en 1970 y de Las Ventas de Madrid
en 1972. Descanse en paz el guerrero, el artista y el hombre todo corazón, que
llegó donde quiso jugándose la vida y que la ha perdido en un hospital cuando
su corazón no ha podido seguir alentando tanta generosa vitalidad.