La plataforma audiovisual Onetoro, que se está defendiendo como gato panza arriba en un entorno cada vez más hostil para sus intereses, ha recibido ahora un nuevo revés, al decidir el matador de toros francés Sebastián Castella que no cuenten con él para las corridas televisadas por la OTT. Y no por esperado duele menos, porque el de Béziers abre muchos de los carteles más importantes de las ferias, lo que supone una fuerte medida de presión para que le liquiden la deuda. Deuda, sí. Con Castella.
Sebastián tiene muy enconada la retransmisión, el agosto pasado, de la feria de su ciudad natal, de la que es empresario junto a Casas y Margè. Sólo en ella, el galo asegura que Onetoro le debe el dinero de las retransmisiones, que asciende a unos 200.000 euros, redondeando. Pero es que tampoco ha cobrado los derechos de televisión de otras ferias, a las que la plataforma tampoco ha liquidado su deuda. Y esto es como el pez que se muerde la cola; ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿Cómo lo hacemos, dejamos que ganen dinero para que nos cubran las deudas o nos negamos a que se lucren a nuestra costa, con lo que tenemos bastante complicado lo de cobrar?
La cuestión, que parece un puñetazo en la mesa de un tío, Castella, con tanto carácter en la plaza como fuera, es digna de ser analizada, porque en el planteamiento cabrían las dos propuestas. Sin embargo, cuesta creer que un profesional no sea comprensivo con una propuesta de saneamiento de deuda si ésta es razonable. Por eso extrañó -a la vez que provocó chanzas diversas- aquel alegato de Castella en el festival de Vistalegre, cuando calificó de «sinvergüenzas» a los responsables de la plataforma por seguir televisando sin liquidar lo pendiente. Mucho más cuando se había anunciado un desembolso desorbitado sólo en concepto de derechos televisivos.
Y es ahí, precisamente, donde está la clave de esta disputa: en unos derechos de imagen que todo el mundo conoce, pero nadie sabe bien cómo funcionan en realidad. Sólo tienen claro cómo han funcionado siempre en el toro, que no es, ni por asomo, como se comportan fuera del ruedo. Pero ahora resulta muy complicado ajustar los dinerales que se han pagado cuando estaba la monstruosa Movistar en el equipo a la realidad de la tauromaquia. No porque antes la cosa fuera mucho mejor; sino porque antes no importaba el dispendio, siempre que se vendieran fibras de vidrio. Y, de aquellos polvos, estos lodos.
Porque los derechos de imagen, mire usted, vienen a compensar un perjuicio que sufre uno de los protagonistas de la retransmisión por la simple presencia de las cámaras en el espectáculo y, en el caso del toro, sólo hay dos elementos de esa ecuación que sufren, efectivamente, esa condición: el empresario -que soporta una merma en la venta de entradas si se le pone la corrida en directo en casa a la gente- y el torero -al que el estado del tendido y el cemento que se vea o no le va a repercutir, sin duda, en la negociación de sus contratos-. Los demás, como se dice en mi pueblo, dan tabaco…
Pues resulta que Sebastián, en este caso, es tan arte como parte, y tiene derecho a reclamar y a tomar las medidas que estime oportunas. Como ha hecho en Arles, donde la suya, en Pascua, será la única corrida de toros que no se retransmita en directo a través de Onetoro. Es empresario, es torero y debe considerarse, por tanto, doblemente perjudicado. Sin embargo, no parece demasiado inteligente la medida. Legítima, por supuesto. Oportuna, sin duda. Pero inteligente, no mucho, porque si la plataforma se declara en concurso de acreedores… ponte a la cola. Y ahí los problemas para liquidar se multiplican por cien.
De momento, se anuncian ya varios festejos y se adelantan incluso ferias enteras, junto con la oferta -más o menos popular y pública- de 55.000 euros fijos por festejo más variables. En eso cifra Onetoro el ‘perjuicio’ que se le genera al empresario y a los matadores televisando. Para los demás, no será perjuicio para los malos -que seguirán cobrando lo mismo- y sí un beneficio para los buenos, en los que se fijarán más, pero ninguno de ellos se llevará un euro menos a su casa por televisar la corrida. Serán los propios gestores de las plazas quienes administren sus respuestas, pero a lo mejor el problema no está tanto en la cuantía como en el reparto.
Denle una vuelta, hagan el favor…