AL NATURAL

Dadme un escándalo y os llenaré la plaza


jueves 7 noviembre, 2024

Al toreo le dan igual los triunfos, los méritos y los esfuerzos: si no sales en la foto estarás fuera de los escenarios

Manzanares Y Rufo (1)
Manzanares y Rufo, la historia recientes y la regeneración.

«Un escándalooooooo», grita hoy el toreo, enfervorizado y convencido de que es cuanto necesita para seguir navegando. «Mi reino por un escándalo…». Al sistema de hoy le da igual que el torero sea gracioso o no; lo importante es que haga gracia. Y no es lo mismo, mire usted, que ahora le da vueltas al juego de palabras. Lo importante no es que se firme la faena del siglo, sino que se llame la atención lo suficiente como para atraer los focos extrataurinos sobre tu espalda. Es mucho más valioso pasearse en pelotas por la Plaza Mayor de Madrid que jugarse esas mismas delante de un toro en la plaza de Las Ventas. Es duro, pero es cierto.

Lo es por esa eterna cantinela que ya todo el toreo recita de memoria y da por normalizada para adaptarse a ella y no tener que trabajar para cambiarla: «Ese no lleva ni a su madre». Y debajo de esa losa vamos a enterrar a una magnífica generación de toreros jóvenes que verán el freno en su evolución sin más responsabilidad que haber nacido en la época de las Redes Sociales. Porque esta matraca -detrás de la que las empresas han estado años escondiendo su falta de talento para competir con otras actividades- ahora se la encuentran -y la normalizan- otros que lo tienen mucho más complicado para salir del bucle, y son los que hoy se postulan para mandar mañana.

Todo esto se me ocurre como reflexión tras recibir el comunicado de Tomás Rufo en el que anuncia que su camino se separa del de la familia Lozano. Tal vez sea él uno de los mejores paradigmas que podemos encontrar para definir la situación que nos ocupa. Un torero joven, con dos puertas grandes de Madrid y una Puerta del Príncipe, con triunfos en casi todas las plazas con cierta importancia que existen en el planeta Toro, y al hablar con gente muy metida en las tripas de lo que se da en llamar ‘Sistema’, dices que es un caramelo muy goloso para cualquier apoderado y tienes que escuchar: «No lleva a nadie a la plaza».

Si, después de sus logros con la muleta en la mano, un torero de este pelo tiene que depender de lo bien o mal que hagan el trabajo los que montan los espectáculos, es que lo estamos haciendo todo al revés. Por eso rezamos y rogamos por que vuelva Morante de su mundo en sombra; por que la espalda le deje a Manzanares tirar una temporada más; por que a Roca Rey lo siga adorando el público como lo hace; por que la bendita locura de Juan Ortega -que también necesitó de su toque de atención para que descubrieran a un torero genial- siga transmitiendo que el toreo es, básicamente, un sentimiento. Y que no se aburra Cayetano de que lo pongan de vuelta y media impunemente; y que El Fandi siga derrochando facultades, bien pasados los 40, y le dé fiesta a los toros con Escribano, que tampoco volverá a cumplirlos.

Eso, y acudir cada tarde a ver si Talavante recupera su mejor versión, es el atractivo que podemos ofrecerle a un público que ha escuchado de lejos quién es Sebastián Castella; uno muy bueno que se hace llamar Daniel Luque; un Diego Urdiales que tienen entendido que es muy puro; un Paco Ureña de una verdad desgarradora o un Emilio de Justo que está en todas las plazas, pero no sabe quiénes son ni Rufo, ni Borja Jiménez, ni siquiera Pablo Aguado, no digamos ya Fernando Adrián. Y así, es imposible que se sustente un espectáculo en el que los héroes deben ver cómo se les canta o dejarán de serlo por aburrimiento.

Pero el toreo, que ya no sabe hacer las cosas de una forma distinta, ya se está frotando las manos porque ha descubierto en Rafael de Julia a un torerazo muy poco visto por la afición de hoy, pero que le abre cartel a todos esos que conoce el tendido. Así nos va…