Ya lleva un par de años fuera del circuito de las grandes ferias, y él no llegó al toro tan joven para terminar así. Son algunos más los que lleva aferrado a las plazas francesas, que saben premiar los esfuerzos, las machadas y los gestos, por eso los que los ofrecen con generosidad -y el Moreno es un claro ejemplo- navegan en ese mercado sin que existan en España circuitos análogos por los que se pueda transitar. Pero esos festejos también pesan más, porque no es lo mismo anunciarse con una de las medias de San Isidro que con una del Tío Picardías en el sur de la Camarga. Y Jesús se quiere quitar.
No se quiere borrar de esas plazas francesas, fuente de su continuo reciclaje para llegar a ser mejor torero, más maduro, más consciente; se quiere quitar de la incertidumbre de no saber, por ejemplo, si va a estar en Madrid, donde es uno de los toreros que más orejas ha paseado y lo último que mató en Las Ventas fue una de Samuel Flores cuya arboladura no cabía en la muleta, y casi tampoco en el ruedo. Jesús se quiere quitar de ese momento en que nadie recuerde su nombre al hacer las ferias; de ese cabeceo constante contra la pared de unas ferias septembrinas que ya están hechas en el mes de mayo; Morenito se quiere quitar de la sombra, y por eso se puso en el foco el pasado sábado, cortando tres orejas a una corrida de Los Maños en la cuna del torismo francés.
Esas cosas, que ya están sirviendo en Francia, deben notarse en su país. Porque también nosotros debemos tener la oportunidad de volver a verlo en el ruedo más importante del mundo, donde la afición más exigente tiene a Jesús, además, como uno de sus toreros fetiche. Y eso que siempre se le colgó -porque lo es- el sambenito de ‘artista’. Y lo ha demostrado en tardes que ya son historia de la plaza de Madrid: aquel 2 de mayo y aquel toro de Montealto que se fue sin orejas. Aquel otro de El Ventorrillo en el que decidió que si había que fajarse o morir, iba a ser toreando cumbre. El funo de Torrealta, el Otoño del triunfo del maestro Juan Mora, cuando Jesús enseñó a Madrid cómo se siente al natural. Son tantas tardes, tantas ocasiones llamando a la puerta, que ahora sería un crimen que alguien le dijese que no.
Me consta que su equipo ha intentado volver a Madrid -¿qué torero no querría?-, y eso que lo comanda Jean Françoise Piles, hijo de uno de los hombres fuertes de la empresa que gestiona Las Ventas, pero aún no ha habido respuesta por parte de los mandamás. Y hay ahí un 15 de agosto que viene que ni pintado para recuperar el recuerdo de un torero mayúsculo que, además, es del gusto de Madrid. Y de Valladolid, y de Salamanca, y de Toledo, y de Bilbao, y de Pamplona o Zaragoza. Allá donde haya un público con buen paladar, nunca encajará mal un torero como Jesús. Porque, además, también es capaz de lidiar al ‘barbas’.
Por eso es importante este golpe de autoridad de un torero que había metido ‘padentro’ a un compañero herido de gravedad antes de firmar sus dos obras más importantes. Que ha sufrido los avatares de la profesión dentro y fuera de la plaza, y todo ello lo ha convertido en el torero que es hoy. Por eso conviene que nadie se olvide de su nombre. Sobre todo los que hacen los carteles…