Con el 2024 enfilando sus dos últimos meses de vida y con la temporada terminada a este lado del charco, todavía hay una serie de matadores de toros que deciden tomar un vuelo para seguir manteniendo el contacto con la cara del toro. Se trata de espadas que buscan seguir ahondando en su toreo con un tipo de embestida de gran personalidad, radicalmente opuesta a aquella que se encuentran en Europa.
En Colombia, México, Ecuador, Venezuela y Perú existen un número importante de vacadas provenientes en su mayoría de sangre española, hierros que con el tiempo han ido tomando un sello propio y un tipo de embestida diferente a esas que tenemos a este lado del charco. La altitud y el cambio de hemisferio hacen que el animal bravo evolucione claramente en su fenotipo, embistiendo este de una forma más pastueña y ralentizada sin perder ese punto de raza y bravura que tiene la rama Vistehermosa.
Esa embestida que se busca en España, ese tipo de toro que se reduzca cuando llega a la muleta, algo que consiguieron hace décadas las vacadas de esos países. Si bien es cierto que la regularidad es menor, cuando un ejemplar embiste por derecho su forma de acometer hace que se vean faenas diferentes.
Un espada que conoce a la perfección al toro que allí se cría es Antonio Ferrera, diestro que se ha empapado de la idiosincrasia del país, algo que ha derivado hacia una forma de torear y entender el toreo diferente al resto. El balear afincado en Extremadura es un torero que no se deja guiar por los cánones establecidos, un espada que se deja llevar por la improvisación. La pasión y el sentimiento es una seña de identidad de la afición americana, a este lado del charco nos cuesta más entregarnos, se diseccionan las faena, algo que nos hace ser un punto más fríos.
Antonio ha establecido su campo base en México, tierra donde suma un importante ramillete de compromisos una vez que en España parece que ha desaparecido de las grandes ferias. Al igual que pedimos variedad ganadera en los carteles sería importante que también se exigiera la combinación de los espadas que se anuncian.
Antonio Ferrera es un torero veterano, un espada que se ha ganado el lugar que ocupa ante los toros más fieros del escalafón. Con el tiempo fue poco a poco haciéndose un hueco gracias a sus triunfos en Madrid y Francia, algo que le ayudó a ir rompiendo barreras y entrar en plazas tan importantes como Valencia, Sevilla, Pamplona o Bilbao entre otras. Su evolución ha sido constante y en eso ha tenido mucho que ver México, una tierra que ha dejado sello en esos espadas que supieron impregnarse de ella.
El extremeño es un diestro con personalidad propia delante de los animales, un espada cuajado gracias a los triunfos pero también a los sinsabores de la profesión. Es extravagante y vanguardista, un torero de otra época, esa donde se miraba más el fondo que el propio envoltorio. Vivimos en una cuenta de resultados continua, en un foco constante al corte de orejas y no a aquello que nos mueve por dentro. Y ahí es donde entra un espada que siempre ha sido fiel a su concepto.
Los 16 paseíllos trenzados por Antonio Ferrera se antojan pocos, más si cabe cuando hace un par de temporadas alcanzó más de 60. Los números son los números, y ahí están para aquellos que quieran tomarse el toreo como una cuestión matemática y no sentimental. Estamos en una época donde reina la inmediatez, esa donde no dejamos curtirse a los toreros jóvenes, un momento donde miramos más por el hoy que por el mañana, y así no sembramos de cara al futuro.
Ferrera ha visto cómo aquellos triunfos del año pasado no le han valido para acartelarse en una serie de plazas donde era común verlo en años anteriores, algo que le afecto en lo anímico. No se trata de volver a convencer a la gente, sino de convencerse a sí mismo, de ser capaz de reencontrarse nuevamente con su toreo. De momento debe ir paso a paso, escalón a escalón, para volver a encontrar su sitio, ese donde estuvo no hace tanto porque el toreo no está sobrado de diestros con imaginación.